25 de abril de 2024 25 / 04 / 2024

Ojo de mosca 268

Mutaciones y vacunas

Martín Bonfil

Foto: Holder Kirk / Shutterstock

La evolución es una lucha constante por la supervivencia. Para no extinguirse, todas las especies de seres vivos buscan reproducirse lo más posible, ocupar los nichos ecológicos disponibles, y adaptarse a las cambiantes condiciones del medio y a la competencia de otras especies.

Incluso entidades biológicas no propiamente “vivas”, como los virus, están sujetas a esta competencia. Y, en cuestión de adaptarse y reproducirse, son verdaderos especialistas, por su simplicidad y alta tasa de mutación.

En algunos, como los virus de influenza, la información genética cambia tan rápidamente que cada año requerimos nuevas vacunas que nos protejan contra las cepas más recientes. Otros, como el coronavirus SARS-CoV-2 —que nos ha tenido encerrados hace ya un año— cuentan con enzimas que corrigen algunos errores... pero aún así mutan y cambian. Y en ocasiones, algunos de esos cambios le permiten adaptarse para sobrevivir mejor. Es el proceso que Darwin llamó selección natural.

Pero una mejor supervivencia y adaptación del coronavirus significa malas noticias para los humanos. Como es sabido, en los últimos meses se han descubierto —en Inglaterra, Sudáfrica y Brasil, entre otros lugares— variantes del SARS-CoV-2 con mutaciones que lo hacen más infeccioso o más mortal. Son variantes que ya han comenzado a extenderse rápidamente en muchos países.

Algunas de estas variantes tienen mutaciones que alteran sutilmente la estructura de la proteína que forma las espículas del coronavirus: las protuberancias que le dan un aspecto de “corona” en el microscopio electrónico. Éstas le sirven para unirse a proteínas receptoras de nuestras células, para invadirlas. Las mutaciones parecen mejorar el ajuste de la espícula del virus con nuestros receptores, haciendo más fácil la infección.

El descubrimiento de las variantes causa preocupación porque se teme que las vacunas que se han desarrollado podrían ser menos efectivas contra ellas (ya que promueven la fabricación de anticuerpos que se unen precisamente a la espícula del virus para bloquear su entrada a las células).

Las buenas noticias son que, por un lado, las vacunas que actualmente se están aplicando en el mundo parecen ser efectivas también contra las variantes del SARS-CoV-2. Recordemos que los anticuerpos que produce nuestro sistema inmunitario al vacunarnos no son todos idénticos, así que algunos de ellos pueden unirse incluso a espículas modificadas. Por otro lado, varias vacunas utilizan tecnología de ADN o ARN, y en caso necesario podrían “reprogramarse” sin demasiadas complicaciones para volverse más efectivas contra las variantes del virus.

Lo que hay que recordar es que los virus seguirán evolucionando, y así como el SARS-CoV-2 sigue cambiando, surgirán también virus nuevos. Es el orden del mundo biológico.

Nuestras mejores herramientas para enfrentarlos seguirán siendo la ciencia, junto con la tecnología, para el desarrollo de vacunas y medicamentos; los mecanismos mundiales de vigilancia epidemiológica, y la responsabilidad de cada uno de nosotros para cuidar nuestra salud.

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