29 de marzo de 2024 29 / 03 / 2024

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Hacia una genética de la longevidad

Basta observar diferentes especies para comprobar que unas viven más que otras. Por ejemplo, las personas viven más que los perros y las tortugas más que los ratones.

Los genes ejercen un papel importante en la longevidad. Hoy en día sabemos manipular genéticamente algunos organismos para que vivan más tiempo. Trabajando con moscas de la fruta (Drosophila melanogaster), se ha podido multiplicar por dos el promedio de vida de esta especie. El verdadero problema radica en encontrar el interruptor de la longevidad entre los 23 pares de cromosomas y 100 000 genes del ADN de una especie como la nuestra.

En la actualidad se conocen los genes que acortan la vida de los humanos, e incluso se ha confirmado que la telomerasa es una enzima clave en el envejecimiento celular, pero no se conoce ningún gen que extienda la vida indefinidamente.

Algunos investigadores afirman que no hay un interruptor molecular que se apague, ni un reloj de cromosomas que indique cuándo vence el plazo, ni un momento somático para terminar de vivir. No hay genes de la muerte que terminen la vida en la misma forma en que otros genes controlan el desarrollo, el metabolismo y la reproducción. El envejecimiento de las células se puede estudiar desde diversos puntos de vista; el genético es para mí el más interesante y representa un gran desafío.

Hebert Jair Barrales Cureño
Maestro en ciencias en genética
Colegio de Postgraduados, Chapingo

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