Aquí estamos 223

Todos estamos invitados

Fernando Morales

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Crecí pensando que el conocimiento científico era sagrado, aburrido e incuestionable. Muchos centros del saber que conocí de niño, como las bibliotecas, compartían ese silencio de los templos religiosos que me parecía incomprensible y opresor. Por el contrario, cuando una feria llegaba al barrio me emocionaban los juegos mecánicos, la lotería, la música, las luces y los antojitos; el bullicio y el jolgorio de un evento así contrastaban con la solemnidad de una biblioteca o un templo. Quizá por eso la idea de presentar a la ciencia como un festejo me parezca aún hoy un acto de rebeldía pero también de enorme creatividad.

Por azares de la vida, desde hace nueve años me toca organizar —con ayuda de unos colegas que comparten la idea de que la ciencia debe celebrarse— la Feria de Ciencias de la Universidad Tecnológica del Valle de Chalco, en el área metropolitana de la Ciudad de México. Lo más emocionante de esta experiencia ha sido ver cómo un acercamiento lúdico al conocimiento científico arranca sonrisas y siembra vocaciones. También nos alienta constatar un aumento en el interés de nuestra comunidad por la feria, que comenzó con una asistencia de apenas 300 visitantes pero que en sus ediciones más recientes ha tenido más de 16 000 visitantes de todas las edades y profesiones. Esta feria ha logrado sumar a su causa a diversas empresas, organizaciones y voluntarios, pero aún falta mucho por hacer, por ejemplo aumentar la participación de científicos y divulgadores que estén dispuestos a enriquecerla pues finalmente, como a toda gran fiesta en México, todos estamos invitados.