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Calidad de vida

Mariel Almaguer- Azpeitia

Ilustración: Carla García

Hasta hace poco, asociaba la palabra rata con características negativas; no lo sabía, pero la ciencia las ve de otra manera. Y esa forma de verlas, desde la evidencia, es capaz de cambiar la calidad de vida de esos animales y también cambió la mía.

Hace cinco años entré al Laboratorio de Cognición Comparada de la Facultad de Psicología de la UNAM, lugar en donde supe que iba a vivir grandes experiencias, aunque lo que menos esperaba era que una de las más significativas estuviera relacionada con animales que me parecían desagradables. En el laboratorio había ratas, y conforme pasó el tiempo me familiaricé con ellas. Ahí fui descubriendo un mundo desconocido donde las ratas no solo son inteligentes y limpias sino que experimentan estados afectivos que expresán por medio de vocalizaciones muy agudas. Disfrutan que les hagamos ¡cosquillas! (técnica que desarrolló un científico hace poco más de 20 años) y pude atestiguar sus “risas”. Descubrí que les gusta jugar a las escondidillas y que son animales empáticos que pueden presentar conductas que ayuden a sus congéneres. Encontré un mundo en el que estudiar a las ratas es interesante porque ellas lo son. También entendí que la mayoría de la gente no lo sabe, por lo que asumí la responsabilidad de divulgar este conocimiento, con la esperanza de cambiar la percepción negativa que hay sobre ellas y así mejorar su calidad de vida. La ciencia me ha permitido no solo cambiar mi percepción sobre las ratas, sino también de otros animales. Pero esa es otra historia.