26 de abril de 2024 26 / 04 / 2024

Ojo de mosca 111

¿Es intolerante la ciencia?

Martín Bonfil Olivera

A la ciencia se la acusa, entre otras muchas cosas, de ser intolerante.

La ciencia trata, se dice, de imponer una visión única del mundo, y descalifica cualquier otra. No tolera que existan maneras distintas de entenderlo, y las tacha de simples "creencias" o supersticiones sin mayor fundamento.

Si esto fuera cierto, sería grave. De hecho, alguien que sostenga un punto de vista así de radical ("no hay más verdad que la de la ciencia"), caería en el fanatismo científico, o "cientificismo".

Quien piense así no es un científico, sino un fanático. Porque en realidad, la ciencia es quizá la forma de pensar más abierta a nuevas ideas que existe. Tiene que serlo, por su propia naturaleza: su función es generar teorías acerca del mundo y luego someterlas a prueba, de manera honesta, para averiguar si coinciden con lo que existe en ese mundo.

En esta búsqueda constante de ideas nuevas y cada vez más poderosas para explicar los fenómenos de la naturaleza, esta interminable lucha por la supervivencia de las teorías más aptas —y la más apta de hoy puede ser la teoría olvidada de mañana—, nada sería más contraproducente que estar cerrado ante las nuevas ideas.

Pero estar abierto no quiere decir aceptar incondicionalmente. Para que una nueva idea sea aceptada, tiene que ser capaz de pasar las pruebas a que la someten los científicos. Si ha de sobrevivir, debe demostrar que las explicaciones y predicciones que ofrece coinciden con la realidad.

Quizá se acusa de intolerante a la ciencia porque constantemente rechaza ideas que proponen las cosas más diversas: que se puede fabricar una máquina de movimiento perpetuo; que existen los fantasmas; que extraterrestres inteligentes nos visitan; que se pueden curar enfermedades recurriendo a técnicas espirituales, y un larguísimo etcétera. Lo cierto es que nunca ha habido pruebas convincentes —y sí muchos argumentos sólidos en contra— de la existencia de estos fenómenos.

También puede que la apariencia de intolerancia que tiene la ciencia se deba a otra de sus características. La ciencia explica el mundo natural por medio de explicaciones naturales. Las cosas que no pertenecen al dominio de lo natural —y las explicaciones que recurren a fenómenos sobrenaturales— salen de su campo, y por tanto la ciencia no puede tomarlas en cuenta. No por intolerancia, sino por método.

Quien busque explicaciones de tipo religioso, mágico, místico o espiritual, tiene todo el derecho a hacerlo. Pero no puede exigir el apoyo de la ciencia, ni tiene derecho a llamar "científica" a su búsqueda.

Habrá quien, a pesar de todo, califique esto de intolerancia. Los científicos prefieren llamarlo "control de calidad".

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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