26 de abril de 2024 26 / 04 / 2024

Ojo de mosca 123

¡Feliz cumpleaños, Darwin!

Martín Bonfil Olivera

A diferencia de algunos científicos famosos que tuvieron vidas emocionantes y hasta heroicas, Charles Darwin, cuyo nacimiento hace 200 años celebramos este 12 de febrero, fue un tipo más bien aburrido.

Nació en una familia acomodada —su padre era médico—, así que nunca tuvo necesidad de trabajar. Su infancia y adolescencia pasaron sin ningún acontecimiento especial, y más bien el joven Charles parecía destinado a ser un bueno para nada.

Pero tenía algunas cualidades que más tarde le serían de utilidad. En primer lugar, era curioso: le interesaban muchas cosas y sentía placer al entenderlas. En segundo, era metódico y observador. Esto le permitió convertirse en un buen coleccionista: de piedras, timbres, monedas, conchas, mariposas, escarabajos… Y en tercer lugar, el joven Charles era un gran aficionado a la lectura. Acumuló así una amplia cultura en diversos temas.

El padre de Charles había planeado que su hijo fuera médico, pero como él no mostraba mucho interés por esta profesión, le aconsejó hacerse clérigo de la iglesia anglicana, para lo cual asistió a la prestigiosa universidad de Cambridge. Sin embargo, pasaba la mayor parte del tiempo cazando —otra de sus aficiones— y montando a caballo.

En 1831 John Henslow, su profesor de botánica y amigo, lo recomendó para participar como “naturalista voluntario” sin sueldo en una expedición marítima alrededor del mundo que el capitán Robert Fitz-Roy estaba organizando a bordo del velero Beagle.

Y fue en este largo viaje, que duró cinco años y en el cual Darwin visitó toda la costa de Sudamérica, las islas Galápagos, en el Pacífico, y varios puntos de Australia y África, donde el joven naturalista aprovechó sus dotes para reunir una cantidad inmensa de especímenes y observaciones acerca de los seres vivos que conoció.

Comenzó así a cuestionarse las explicaciones entonces en boga acerca de la distribución de los seres vivos y su historia. Se convenció de que las especies habían cambiado a lo largo de los siglos, y concibió la idea que finalmente lo haría famoso: la evolución de las especies por medio de la selección natural.

Darwin no volvió a viajar: se casó y prácticamente no volvió a salir de su finca en el campo. Pero su trabajo —que plasmó en numerosos libros sobre diversos temas biológicos, entre los que destaca su obra maestra El origen de las especies, cuyo bicentenario celebraremos en noviembre próximo— lo convirtió en un personaje central en la historia de la ciencia.

La vida de Darwin ejemplifica que un gran científico no siempre fue un niño brillante, ni tiene que vivir una vida de aventuras.

comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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