29 de marzo de 2024 29 / 03 / 2024

Ojo de mosca 204

Virus tecnológicos

Martín Bonfil Olivera

Toda tecnología puede ser mal usada. Hasta un simple lápiz puede emplearse para herir e incluso matar.

Esto se debe a que toda tecnología tiene puntos débiles, limitaciones estructurales que hacen imposible impedir que alguien, alguna vez, la use para causar daño. El caso de los virus de computadora es un ejemplo fascinante.

Las primeras computadoras, grandes como habitaciones, corrían programas simples que buscaban solucionar problemas individuales. Pero en los años 60, con el surgimiento de los sistemas operativos—programas que corren otros programas dentro de la misma computadora y que controlan la forma en que la propia computadora funciona, simplificando la manera de introducir la información y optimizando la manera de procesarla— se hizo posible pervertir la función de estas máquinas.

En 1971 el programador estadounidense Robert Thomas escribió un código capaz de copiarse a sí mismo y transmitirse a través de la red militar Arpanet (precursora del moderno internet). Lo llamó “Creeper”. Fue el primer virus de computadora, concepto derivado de la idea que el experto en computación John Von Neumann tuvo en 1949 de programas de cómputo capaces de autorreplicarse, de la misma manera que lo hacen los virus biológicos.

En 1982 apareció el primero de muchos virus que infectaban las entonces novedosas “computadoras personales”. Inicialmente estaban diseñados sólo para hacer bromas o molestar: mostraban mensajes humorísticos o hacían aparecer puntos (“pelotitas”) que danzaban por la pantalla. Pero pronto hubo quien aprovechó esta tecnología para causar daño, y los primeros virus que borraban el disco duro de las computadoras o hacían imposible usarlas al sabotear el teclado o la pantalla se hicieron cada vez más comunes.

Lo curioso es que, como en esos tiempos muy poca gente en el mundo tenía acceso a computadoras conectadas en red, estos primeros virus se contagiaban de una máquina a otra a través de los disquetes: un artefacto que hoy las generaciones jóvenes sólo conocen por los relatos de sus mayores. El usuario tenía que servir como “vector” al virus para que éste pudiera esparcirse. Todavía hoy existen muchos “programas maliciosos” que requieren que el usuario abra un archivo o haga clic en un botón para infectar su computadora.

Rápidamente surgieron programas antivirus, sin los cuales hoy no podemos vivir. Actualmente la creación ilegal de virus, y la venta legal de programas para combatirlos, es toda una industria. ¿No habría manera de librarnos de una vez por toda de los molestos virus?

La respuesta, tristemente, es no. Toda tecnología es, por su propia naturaleza, susceptible de ser mal usada. Corresponde a la sociedad promover que los ciudadanos la comprendan, y puedan así responsabilizarse de su buen o mal uso.

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