19 de abril de 2024 19 / 04 / 2024

Ojo de mosca 262

Las mentiras de la pandemia

Martín Bonfil

Foto: Jordan Lye/Shutterstock

Junto a la pandemia de coronavirus que ha tenido al mundo semiparalizado durante meses y ha cobrado cientos de miles de vidas, la humanidad está siendo víctima de una pandemia de información falsa que se difunde viralmente. Una infodemia que pone en peligro la salud de la población.

La información falsa siempre ha existido, pero la aparición de internet y las redes sociales permitió que se convirtiera en un problema grave. Y más en momentos de crisis como los actuales. Veamos tres ejemplos de desinformación sobre el nuevo coronavirus:

1. “El virus fue creado en un laboratorio”. Aunque quienes propagan esta teoría de conspiración presentan datos que podrían sonar plausibles (como que en Wuhan, China, donde comenzó el brote, existe un instituto de investigación sobre virus), se trata sólo de ciencia ficción. Los estudios de la estructura genética del SARS-CoV-2 y de sus parientes cercanos demuestran tajantemente que no pudo haber sido producido artificialmente; y además nos muestran con detalle su evolución natural.

2. “Usar cubrebocas es inútil o peligroso”. Este mito parte del desconocimiento inicial sobre el mecanismo de transmisión del coronavirus (aunque los países asiáticos lo recomendaron desde un principio). Pero rápidamente quedó claro que su uso generalizado y constante por la mayoría de la población reduce la dispersión de microgotas de saliva que pueden contener el virus. Y aunque se ha demostrado que este también se difunde como aerosol (no solo en microgotas), estudios más recientes comprueban fehacientemente que si bien los cubrebocas no previenen totalmente la entrada de virus a las vías respiratorias, su uso correcto no solo evita la dispersión del virus desde los portadores, sino que protege en buena medida a quien aún no se ha infectado. Conclusión: el uso masivo de cubrebocas puede reducir notablemente la tasa de infección en una población; oponerse a ello, con argumentos como su “incomodidad”, el “derecho” a no usarlo o con falsedades como que “produce acumulación de dióxido de carbono” es absurdo. Y negarse a recomendarlo es irresponsable.

3. “El dióxido de cloro es una cura milagrosa para el coronavirus”. Esta mentira, preocupantemente extendida, se basa en la ignorancia deliberada, porque es un compuesto corrosivo, y su ingestión puede causar daños graves al cuerpo humano, incluso en dosis pequeñas. Y en la deshonestidad, porque quienes promueven su uso (disfrazados de médicos o científicos) son precisamente los charlatanes que lo venden, anunciándolo como “solución mineral milagrosa” y otros nombres ridículos, para hacerse ricos a costa de la credulidad —y la salud— de otros.

La pandemia de COVID-19 es algo que nunca habíamos vivido, y es natural que cause angustia e inseguridad. Pero no hay que dejarnos seducir por la conspiranoia o los estafadores. Si algo suena demasiado bueno para ser cierto, es porque no lo es. Lo mejor es practicar un saludable escepticismo y recurrir siempre a fuentes confiables de información científica. Y seguirnos cuidando.

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