16 de abril de 2024 16 / 04 / 2024

Ojo de mosca 77

Metáforas

Martín Bonfil Olivera

Como sabe cualquiera que haya visto la entrañable película El cartero de Neruda, una metáfora consiste en comparar una cosa con otra distinta, con el matiz de que una comparación estricta consiste, digamos, en decirle a una mujer que sus ojos son como dos luceros, mientras que la metáfora sería decirle que sus ojos son dos luceros.

Cuando la ciencia se divulga para un público general, como ocurre en nuestra revista ¿Cómo ves?, se usan metáforas y comparaciones para tratar de hacer accesibles conceptos científicos que muchas veces son muy abstractos.

Por ejemplo, en vez de presentar las complicadas ecuaciones cuánticas que explican el movimiento de los electrones −esos híbridos de partículas y ondas− alrededor del núcleo de un átomo, en niveles de energía que se describen como “nubes de probabilidad”, se dice que los electrones se mueven en “órbitas” en forma similar a como lo hacen los planetas alrededor del sol.

El problema con estas metáforas, como muchas veces lo señalan los expertos, es que se da una imagen “distorsionada”, “menos precisa”, del concepto científico. Ni los electrones son pelotitas microscópicas ni el átomo es un sistema solar en miniatura.

Y sin embargo, ¿quién puede tirar la primera piedra? Para ser estrictos, tendríamos que aceptar que tampoco las “nubes de probabilidad” son realmente nubes: se trata, nuevamente, de metáforas que tratan de describir gráficamente lo que sólo puede representarse rigurosamente mediante ecuaciones y gráficas complejas que únicamente los expertos entienden.

Pero incluso esas ecuaciones, así como todas las otras formas en que la ciencia trata de representar, explicar y reproducir el comportamiento de la naturaleza (descripciones, modelos, simulaciones en computadora…), son sólo objetos que pertenecen a la misma familia que las metáforas. No son la naturaleza, sino cosas que se parecen, en mayor o menor grado, a ella, y que nos pueden ayudar a entenderla y predecir su comportamiento.

Muchos conceptos que hoy son centrales en ciencia fueron en un comienzo —y lo siguen siendo, sólo que ya no lo notamos— esencialmente metafóricos. ¿Existen realmente la energía, los genes, las especies, los enlaces químicos...?

La ciencia es, también, fundamentalmente una tarea de construir metáforas. Al igual que lo hace el poeta (o el divulgador científico), el investigador trata de fabricar representaciones que le permitan darle sentido a ese universo que está ahí, fuera de su cabeza. Quizá sea injusto, entonces, despreciar la labor de traducción y re-creación que hacen los divulgadores para comunicar esas metáforas al público. Después de todo, no todo mundo puede leer los poemas en su idioma original, pero todo mundo debería tener derecho a deleitarse con ellos.

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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