18 de marzo de 2024 18 / 03 / 2024

Ojo de mosca 85

El inútil pensamiento mágico

Martín Bonfil Olivera

Una de las formas más elementales de la magia es aquella que busca simplemente hacer realidad los deseos. Del genio de la botella a la varita mágica de Harry Potter, la posibilidad de lograr lo que siempre se ha anhelado con sólo pedirlo estimula nuestro lado más soñador.

Desgraciadamente, la vida no es así. La experiencia nos demuestra que los deseos no se cumplen por arte de magia, sino sólo como fruto de la planeación, el trabajo, el desarrollo de habilidades y sí, a veces, de una favorable combinación de circunstancias fortuitas. A veces la casualidad nos favorece... pero precisamente por casualidad, no porque lo hayamos deseado.

Sin embargo, el pensamiento cándido y esperanzado que supone que basta desear algo para hacerlo realidad (o para aumentar las posibilidades de que se haga realidad), contra toda la evidencia rigurosa, forma parte de nuestra vida diaria. A veces toma formas inocuas, como tocar madera cuando se menciona algo indeseable, o no hablar de posibles sucesos desagradables, como si mencionarlos pudiera provocarlos.

Pero en ocasiones esta forma de pensamiento se convierte en un obstáculo para el progreso y un peligro para el bienestar. Por ejemplo, cuando se prefiere recurrir a la suerte o a entidades místicas para solucionar un problema urgente de salud o trabajo. También cuando se engaña al público ofreciendo talismanes, conjuros y otros medios para lograr que los deseos se cumplan: se promete que basta con “decretar” que algo sucederá, concentrarse, encender una vela, escribir una fórmula mágica (las variantes son infinitas) para conseguir lo que siempre se ha deseado.

Los angloparlantes tienen una expresión precisa para describir esta agradable pero inútil forma de pensar: wishful thinking. Aunque no puede traducirse, significa algo así como “pensamiento esperanzado” o “deseoso”. Y una de sus consecuencias más curiosas es que, si fuese cierto, sería imposible hacer ciencia: cada vez que un científico hiciera un experimento, ¡el resultado sería el que él deseara! (al menos si lo desea con suficiente intensidad).

Hay quien pretende aprovechar la existencia de algunos fenómenos cuánticos que ocurren a nivel subatómico, en los que el punto de vista del observador parece influir en lo que sucede, para tratar de fundamentar el pensamiento mágico. Pero estos fenómenos no influyen en el nivel macroscópico en que vivimos, además de que ya existen interpretaciones de la mecánica cuántica que no requieren de la influencia del observador para explicar lo observado (como se explica en el artículo “Cháchara cuántica y física cuántica”, en este mismo número).

De modo que puede creerse en la suerte y la magia, pero no resultan métodos recomendables para resolver problemas... ni para hacer ciencia.

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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