17 de abril de 2024 17 / 04 / 2024

Ojo de mosca 94

La ciencia racionalizadora

Martín Bonfil Olivera

Racional es aquello que está conforme a la razón, según el diccionario. En este sentido, puede decirse que la ciencia es racional: usa la razón para obtener conocimiento confiable, o lo más confiable que sea posible, acerca de la naturaleza.

Sin embargo, a veces se la acusa de ser ambiciosa y soberbia, y caer así en el racionalismo, que la Real Academia Española define como la “doctrina filosófica cuya base es la omnipotencia e independencia de la razón humana”. Si se entiende esto como descalificar todo lo que no esté basado en el pensamiento racional, no hay duda de que efectivamente, el racionalismo es un exceso que hay que evitar.

Porque hay asuntos, sobre todo en la esfera de lo humano, en los que la razón no necesariamente tiene la última palabra. Muchas opiniones o decisiones se toman no sólo con base en el pensamiento lógico y racional; también participan el azar, las emociones y los prejuicios, las fuerzas sociales y la cultura misma en que estamos inmersos. En la creación artística, por ejemplo, es indudable que el pensamiento racional es sólo uno de los muchos factores que intervienen.

Pero el que la ciencia no defienda la omnipotencia de la razón no quiere decir que no tenga una profunda vocación racionalizadora: que busca “reducir (las cosas) a normas o conceptos racionales”. El pensamiento científico se basa en la convicción de que cualquier aspecto de la naturaleza (incluyendo la naturaleza humana) puede entenderse de modo racional.

En muchos casos, nuestra incapacidad para entender ciertos problemas o fenómenos se debe a que no contamos con las herramientas para lograrlo (al menos no por el momento). Pero eso no quiere decir que no sea posible llegar a entender, por ejemplo, las emociones o los procesos de la creación artística de modo perfectamente racional. Las neurociencias y los estudios de la conciencia comienzan a hacer que estas metas sean cada vez más plausibles.

Puede sonar ambicioso y soberbio. Pero, ¿cuál sería la alternativa? Hasta ahora no tenemos indicios de que existan misterios incomprensibles. La ciencia no se ha topado con ningún problema dentro de su esfera de acción (el mundo físico, natural) que no haya podido abordar con cierto éxito desde su punto de vista racional.

Sin duda, hay campos, como el de la fe, donde la visión racionalizadora simplemente no es pertinente. Pero no porque no sea posible aplicar la razón, sino porque la fe se define, precisamente, como la creencia en algo sin necesidad de razones.

Podría decirse, paradójicamente, que la ciencia tiene fe en el poder de la razón. Hasta ahora, dicha fe ha resultado más que justificada.

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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