18 de abril de 2024 18 / 04 / 2024

¿Quién es? 33

Manuel Peimbert

Jimena Camacho

Foto: Dante Bucio

Los hijos de Urania

“No hace falta ser un genio para ser científico, lo que sí se necesita es mucho gusto por la ciencia y si es una pasión, mejor. Se debe estar dispuesto a dedicarle tiempo completo” dice el doctor Manuel Peimbert quien, en 1971, a los treinta años, recibió el Premio de la Academia Mexicana de Ciencias. “Siempre he tenido mucha suerte, el premio lo gané el día de mi cumpleaños. Pienso que lo más importante es acercarse lo más tempranamente posible a la investigación, acercarse a un investigador”.

Así lo hizo él. Un día los adolescentes Gerardo Bátiz y Manuel Peimbert, fueron al Observatorio Astronómico Nacional en Tonantzintla, Puebla. “Llegamos, al medio día a preguntar en qué les ayudábamos. El doctor Guillermo Haro —uno de los astrónomos mexicanos más destacados y recordados— nos preguntó qué hacíamos ahí. Le contestamos que habíamos ido a ayudar, por lo que nos llevó al cuarto de microscopios. Nos mostró miles de placas fotográficas y nos pidió que buscáramos nebulosas planetarias” (objetos que se forman cuando estrellas semejantes al Sol están llegando al final de su vida y se expanden, arrojando gases que forman anillos alrededor del núcleo estelar). “A eso nos dedicamos durante un año todos los fines de semana. Eso despertó mi interés y vocación por la astronomía. Encontramos 10 objetos que nadie más había visto, y escribimos una pequeña nota al respecto y ahora esas nebulosas tienen nuestros nombres: se llaman Peimbert- Bátiz; se encuentran en los catálogos mundiales, se estudian en todo el mundo y eso nos produjo gran alegría. Al año siguiente seguí trabajando en esa área con mi amigo Rafael Costero, y encontramos otras 14 nebulosas planetarias, esas se llaman Peimbert-Costero”. Fue este descubrimiento, aunado a otros trabajos, el que le valió el Premio de la Academia de Ciencias y ha recibido, entre otros, el Premio Universidad Nacional en Ciencias Exactas y uno que no tiene que ver con la ciencia pero que lo mismo aprecia: lo ganó en baile. “No sé bailar todo, pero me gusta bailar de todo. No lo hago como Nureyev, brincos diera, pero sí lo intento”.

Al doctor Peimbert le preocupan la educación y el desarrollo del país porque “sólo una sociedad que se puede estudiar a sí misma puede aspirar a una justicia social, a la democracia, y el que todos tengan cultura y educación es uno de los requisitos. Sólo la educación de calidad puede darnos real independencia, soberanía, el respeto de otros países. Necesitamos poetas, cantantes, filósofos, actores, físicos, matemáticos, gente dedicada a todo lo que hace el ser humano. Vale la pena dedicarse a la astronomía, y vale la pena dedicarse a cualquier cosa, porque necesitamos crear conocimiento, que los jóvenes puedan desempeñarse en cualquier actividad creativa, que no digan, la vida sucede en otro lugar, en México no se puede hacer esto. La astronomía es una opción para ellos y produce mucho placer, es parte de la cultura, tenemos incluso una musa: Urania.” Y como prueba del gozo que le produce esta ciencia recuerda el momento en que observó una nebulosa planetaria en directo: “Se veía como una gran esmeralda, del mismo color, con muchas facetas, eso me produjo una gran emoción”. Debió ser así porque cuando lo narra su rostro, siempre sonriente, se ilumina más.

“Un científico es como cualquier persona, la única diferencia está en su preparación y el interés por su profesión. Los científicos tienen además una gran ventaja y es que la mayoría investiga cosas que los apasionan y hay libertad para hacerlo. Hay grandes satisfacciones al encontrar cosas, al dar resultados nuevos, al descubrir algo nuevo que permita entender mejor la naturaleza. En México y otros países los científicos tenemos un salario digno, decoroso, al margen de que tenemos la misma cuota de pasiones, celos, envidias, deseos y sueños, somos iguales a todas las personas. No es cierto que vivamos en la Luna, estemos medio locos o que no nos demos cuenta de quién es la actriz de moda, esos son puros cuentos, los científicos y las científicas son igualitos a todo el mundo”. Él, por ejemplo, lee todo tipo de libros, periódicos y todo lo que cae en sus manos, ve mucha televisión, va al cine, al teatro, acude a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de la UNAM.

“De la Tierra me maravilla la gente, que exista esta variedad de personas. Cada persona es un universo; ésta es una frase trillada, pero me fascina la posibilidad de interaccionar, de escuchar sus sueños, sus vivencias...”

Y de él deslumbra su buen humor:

—Ella es Greta Garbo ¿verdad? —pregunté acerca de una fotografía que tiene en su oficina.

—¡Sí, claro! —se detiene frente a ella y la mira complacido— es de cuando estaba enamorada de mí, pero después se le pasó.

Las cosas que hacen completo un día en su vida:

Cuando le aceptan a uno un artículo para publicar y llega el reporte del árbitro diciendo este artículo es sensacional, lo que en realidad no sucede —ríe—; terminar una investigación, verla publicada, realizar algo bien, contestar cartas atrasadas, dar una buena conferencia, pero también decir no, zafarse de algo que no se puede o no se quiere hacer.

 
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