28 de marzo de 2024 28 / 03 / 2024

¿Quién es? 53

Daniel Piñero Dalmau

Concepción Salcedo

Foto: Dante Bucio

El corazón de la biología

¿Cómo se comportan los genes de la herencia?, ¿ cómo evoluciona el virus del sida?, ¿qué mantiene la variación genética en plantas, animales y humanos?, ¿cómo detener la extinción de las especies? Éstas son algunas de las interrogantes que busca resolver la genética de poblaciones, una disciplina a la que se dedica desde hace dos décadas el doctor Daniel Piñero Dalmau, en particular a la genética de plantas y árboles, labor que desarrolla en el Instituto de Ecología de la UNAM, el cual dirigió hasta el año 2001.

Nació en el Distrito Federal, hace medio siglo, de padres españoles. “Creo que fui un niño feliz, aunque un poco tímido. Mi mamá era nieta de un ingeniero agrónomo y yo decidí heredar la pasión por el mundo vegetal”. En los años sesenta se fue a vivir a España, donde cursó la preparatoria. Esa etapa marcó su vida: “Mis maestros me llegaron al corazón, sobre todo mis maestras de humanidades. Ellas motivaron la búsqueda de mí mismo y de la parte humana de la ciencia, de allí que ahora no sólo enseñe genética, sino también filosofía e historia de la biología”. Y agrega: “En la década de los sesenta avanzó mucho la biología molecular, avanzó el desciframiento del código genético y se conoció el lenguaje del ADN. En la preparatoria el maestro Sos —un español antifranquista muy simpático— nos aclaraba todas las dudas acerca de estos fenómenos y sembró en mí la idea de continuar en ese camino”.

A su regreso de España en 1970, ingresa a la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde cursa la carrera de biología. Después estudia la maestría en ciencias biomédicas. Entonces su guía intelectual fue el maestro Rafael Palacios, “De él aprendí que en el laboratorio se descubre la realidad”. Empero, Piñero deseaba incorporar la perspectiva genética a la ecología y a la evolución en general, por ello dejó las ciencias biomédicas y se fue a estudiar ecología de poblaciones con el doctor José Sarukhán. “Él es mi gran maestro, me enseñó la observación darwiniana de la naturaleza, la parte más comparativa de la biología”.

En 1979 va a la Universidad de California, en Davis, Estados Unidos, para estudiar el doctorado en genética de poblaciones y evolución, donde tiene como profesores a destacados especialistas, entre ellos John Gillespie, Michael Turelli y Robert Allard.

Las aportaciones científicas del doctor Piñero son muy diversas. Sus investigaciones sobre el proceso de domesticación de plantas como el frijol, el agave y el coco, han permitido mejorarlas genéticamente. También estudia las causas de la variación genética en poblaciones de plantas y árboles, particularmente los pinos mexicanos. Esta línea de investigación produce información genética que permite elaborar estrategias de conservación de las coníferas de México.

Piñero se da el tiempo de reflexionar sobre su quehacer científico: “Para mí el hombre es una especie más y por tanto mi idea de conservar los ecosistemas, no es porque los árboles sean bonitos sino porque no tenemos ninguna razón, ni justificación, para destruir las especies que tomaron el mismo tiempo para su evolución”.

La genética de poblaciones tiene apenas dos décadas de impulso en México, por lo tanto requiere de nuevos investigadores; los jóvenes interesados, señala Piñero, pueden estudiar las carreras de física, biología, matemáticas o ingeniería y en el posgrado ingresar a ciencias biomédicas, ciencias biológicas o ciencias físicas y después doctorarse en la especialidad mencionada.

¿Cuáles son las aptitudes que debe tener un joven interesado en dedicarse a la genética de poblaciones? Piñero responde sin titubear, ya que él ha sido maestro de varias generaciones: “Deben tener mente sintética, integrar evidencias de muchas áreas del conocimiento, gustar de las matemáticas, tener disciplina y amar su búsqueda científica para aguantar las largas jornadas en el laboratorio y el campo”. ¿La recompensa? Ser parte de una disciplina que Piñero Dalmau considera “el corazón de la biología actual”. Nada menos.

Personalmente

Autorretrato: Soy positivo, pero demasiado autocrítico. Soy enojón, impredecible, divertido y alegre.

La vida: Es algo pasajero que hay que aprovechar y vivir lo mejor posible.

Valores: He abrazado los valores de la ciencia como forma de vida: la ética, la honestidad, la justicia, la verdad y el respeto.

Pasiones: Mis hijos Alejandra y Pablo, y mi mujer Ana.

Anécdota favorita: Cuando salí de ciencias biomédicas, decían mis compañeros que yo me fui porque le aposté al Doctor Rafael Palacios mi maestría contra su oficina; quien purificara primero una proteína ganaba. Pero no ocurrió así. En realidad yo me fui con el doctor Sarukhán para tener una visión más evolucionista.

Arte: El teatro, la música clásica, el cine de arte, sobre todo el de Fellini, y el rock, especialmente el de Bob Dylan.

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