23 de abril de 2024 23 / 04 / 2024

¿Quién es? 61

Georges Dreyfus

Penélope Esparza

Foto: Adrián Bodek

El hombre de ninguna parte que llegó a donde quiso

Flagelo bacteriano no es un grupo de rock. Aunque éste pudo ser un nombre llamativo para la agrupación musical de la que fue vocalista a los 17 años. el flagelo bacteriano es, actualmente, el objeto de estudio del doctor Georges Dreyfus Cortés, investigador del Departamento de Genética Molecular del Instituto de Geofísica Celular en la UNAM.

La banda se llamaba Nowheremen (hombres de ninguna parte) y el flagelo bacteriano es un organelo que permite a las bacterias —microorganismos unicelulares carentes de núcleo—, moverse libremente en su ambiente natural. Es un motor compuesto de proteínas, muy semejante a uno eléctrico creado por un ser humano. Sobre esto, el doctor Dreyfus explica: “En el laboratorio estamos interesados en el estudio de los genes y las proteínas que conforman el flagelo. En los últimos 12 años hemos descrito un gran número de genes flagelares y su organización en la bacteria fotosintética Rhodobacter sphaeroides, microorganismo altamente adaptable que posee un solo flagelo. Recientemente hemos incursionado en los mecanismos de regulación de la expresión de los genes flagelares y en la caracterización de las proteínas encargadas de la modulación de la rotación del flagelo.”

Autodefinido como inconforme e inquisitivo, Georges Dreyfus ve la vida a partir de preguntas, cuyas respuestas generan otras preguntas y, en el proceso, se va logrando conocimiento. “Desde niño cuestionaba, me interesaba saber por qué las cosas suceden o son así, ¿por qué hay Sol?, ¿por qué existe la Tierra? La muerte de mi padre cuando yo tenía ocho años fue un evento capital en mi vida, que me llevó a plantearme cuestiones más complejas.”

Su instinto de investigación afloró desde temprana edad. Exploraba el jardín de su casa y recolectaba toda clase de animales. “Recuerdo que había una viboritas que me gustaba guardar. A los 10 años hice mi colección de mariposas y escarabajos”. Ya desde entonces, veía su entorno con otra pespectiva: él sabía que había otros seres, millones de ellos, que estaban allí, aunque no eran visibles. “Esto lo supe cuando, a los cuatro años aproximademente, enfermé de polio leve. Un día no pude moverme porque las piernas no me respondieron. Fui atendido y el problema se resolvió sin dejar secuelas, pero en ese proceso oí mencionar por primera vez la existencia de virus, organismos vivos muy pequeños, a los que yo quería conocer. Me resultaron muy interesantes porque, a pesar de su tamaño, no me dejaban mover. Desde entonces, fui un niño que quería estudiar los microbios, eso que no se ve.”

Se graduó como médico cirujano y posteriormente, en esta misma institución, realizó la maestría en Ciencias y el doctorado en Bioquímica. De 1993 a 2001 fue el director del Instituto de Fisiología Celular. El otrora “hombre de ninguna parte” encontró su lugar en el alma mater.

Hoy en día es feliz porque alcanzó su sueño infantil de investigar a los microorganismos; su espíritu curioso se siente satisfecho con una actividad que le permite “entender sistemas biológicos y moleculares, y con ello entender un poco de la vida”; su trabajo en la Universidad le proporciona “refugio de tranquilidad, armonía, civilidad y productividad, en un país casi bárbaro. La UNAM es lo que me ha permitido mantenerme cuerdo, si no existiera yo no estaría en México”.

Fuera del ámbito académico, el doctor Dreyfus gusta de escuchar jazz y música clásica y aún disfruta de los animales. En su casa —que comparte con sus hijos Diego, de 23 años, y Gaëlle, de 21— habitan dos tortugas pequeñas y una boa de nueve años de edad, que “son parte de la familia”.

Numeralia: 54 años de edad; 3 grados académicos; 2 lenguas extranjeras; 5 sociedades científicas de las cuales es miembro; 23 reconocimientos; 12 proyectos de investigación; 31 años de trabajo en la UNAM; 3 libros publicados; 47 artículos en libros y revistas; 98 participaciones en congresos; 32 conferencias impartidas; 14 tesis dirigidas en licenciatura, maestría y doctorado; la Beca John Simon Guggenheim en 1990.

¿Qué se necesita para ser investigador? Personalidad inquisitiva, dudar siempre, preguntarse constantemente. No dar nada por hecho. Estar dispuesto a estudiar toda la vida, asumir de entrada que hay que estar en formación permanente. Ser honesto al dar a conocer los hallazgos. Tener ambición con alto grado de modestia.

Tres cosas desagradables: El fútbol que jugué de niño. Mis clases de natación en el Deportivo Chapultepec. No haber entrado a la UNAM en el primer intento.

Expectativas: Que mis hijos sean buenos ciudadanos y personas respetables. Que la UNAM se mantenga en el tiempo. Que los hombres y mujeres que pasan por mi laboratorio logren una vida profesional y un trabajo dignos. Si uno en la vida logra dar un buen ejemplo, puede darse por bien servido.

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