29 de marzo de 2024 29 / 03 / 2024

Ráfagas 111

Martha Duhne

Añejo gusto por el chocolate

Los habitantes de mesoamérica aprovechaban las semillas del cacao para crear una bebida parecida al chocolate desde el año 1100 a. C., 500 años antes de lo que se suponía, según investigaciones recientes.

John Henderson, arqueólogo de la Universidad Cornell, trabaja en el norte de Honduras desde hace más de 25 años. Henderson sospechaba que el cacao había desempeñado un papel importante en la vida de los habitantes de esta región centroamericana, pero no había podido encontrar residuos de la planta para confirmar su hipótesis. Entre 1995 y 2000 el investigador y su equipo encontraron restos de cerámica cerca de Puerto Escondido, Honduras. Los hallazgos incluían cuencos poco profundos y jarras parecidas a botellas fabricados entre 1100 y 900 a. C. según los estudios de datación. Las cerámicas estaban decorada con incisiones y pinturas geométricas y fueron encontradas en edificios lujosos. El investigador concluyó que las vasijas probablemente se usaban para servir alguna bebida con cacao en rituales y en ocasiones especiales como nacimientos o matrimonios, pero no encontraron residuos para demostrarlo. Henderson escribió un artículo en la revista Arts and Science de su universidad.

El arqueoquímico Patrick McGovern leyó el artículo y le pidió a Henderson que enviara las cerámicas de Honduras a su laboratorio en la Universidad de Pensilvania para examinarlas. Aunque no quedaba ningún residuo de cacao en la superficie de las vasijas, McGovern pudo extraerlo de partes internas de la cerámica y determinó que 11 de las 13 piezas analizadas alguna vez contuvieron cacao.

Los investigadores piensan que los indígenas de América Central descubrieron el chocolate accidentalmente, cuando elaboraban una bebida alcohólica fermentando la pulpa de las semillas del cacao. Con el paso de los siglos, este accidente dio al mundo uno de sus placeres más populares. Los resultados de esta investigación se publicaron en la edición electrónica de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Pesticidas de seres humanos

Un estudio realizado por investigadores del Departamento de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, en colaboración con la Escuela Andaluza de Salud Pública, ambas de España, mostró que todas las personas que participaron en el mismo tenían en el organismo al menos un tipo de compuestos orgánicos persistentes (COP), sustancias consideradas potencialmente peligrosas para la salud y que entran en el cuerpo humano a través de los alimentos, el agua o el aire.

El objetivo del trabajo, dirigido por Juan Arrebola Moreno, fue determinar las concentraciones de COP en una muestra de personas provenientes de una zona urbana, Granada, y una semirural, Motril. Reclutaron a 387 hombres y mujeres que iban a ser operados en los hospitales San Cecilio, de Granada, y Santa Ana, de Motril. Los participantes respondieron un cuestionario con preguntas sobre su lugar de residencia, su estilo de vida, sus hábitos alimenticios y sus ocupaciones a lo largo de su vida. Posteriormente, durante las cirugías, los investigadores les tomaron muestras de tejido adiposo. El equipo analizó las muestras y midió los niveles de seis COP contenidos en insecticidas, plaguicidas y fungicidas, así como sustancias que se liberan en procesos industriales. Todos los participantes tenían en el organismo alguna de estas sustancias tóxicas. Las mujeres presentaron niveles superiores a los hombres, y los sujetos de mayor edad superaron a los más jóvenes. Arrebola Moreno explicó que esto último puede deberse al llamado “efecto cohorte”, que “consiste en que los sujetos que nacieron en una época en la que existía mayor contaminación por estos compuestos parten de una carga corporal superior a los que nacieron en épocas posteriores, en las que existían las restricciones vigentes”.

La investigación también concluye que la dieta desempeña un papel determinante en las concentraciones de COP porque el consumo de algunos alimentos, en especial los de origen animal y con alto contenido de grasa, tuvo una relación directa con mayor presencia de estas sustancias en el organismo.

Chamela abre sus puertas a pobladores locales

El pasado 1º de diciembre la Estación de Biología Chamela de la UNAM, ubicada en la costa central de Jalisco, invitó a la población local a visitarla y conocer los trabajos de investigación que ahí se realizan. La visita ocurrió durante la Semana Nacional de la Conservación, promovida por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (SEMARNAT).

La Estación de Biología Chamela se creó en 1971, cuando un propietario particular donó un terreno de poco más de 3 000 hectáreas a la UNAM. Su finalidad principal es proteger el sitio e impulsar la investigación de los ambientes presentes, principalmente lo que se conoce como selva seca o bosque tropical caducifolio (véase “Al rescate de la selva seca”, ¿Cómo ves?, No. 110). Desde 1993 los terrenos de la estación forman parte de la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala, junto con unas 10 000 hectáreas pertenecientes a un propietario particular.

Durante más de tres décadas, los investigadores de esta institución han realizado estudios biológicos y ecológicos, así como del efecto de los cambios de uso del suelo sobre los ecosistemas. En años recientes, asimismo, se han realizado trabajos sobre cómo perciben los habitantes de la región los ecosistemas, el deterioro y la conservación ambiental. Estos trabajos muestran que los habitantes de las comunidades rurales de la región desconocen la existencia y funciones de la estación de biología y la reserva de la biosfera.

Para remediarlo —y porque uno de los objetivos de las estaciones de investigación de la UNAM es divulgar los conocimientos que generan—, la Estación de Biología Chamela recibió a los pobladores de la región por primera vez en sus más de 35 años de existencia. Los invitados fueron principalmente ejidatarios y sus familias, porque más del 70% del territorio del municipio donde se encuentra la estación pertenece a ejidos.

Llegaron 70 visitantes y los anfitriones los llevaron a recorrer las instalaciones: los laboratorios de investigación, la biblioteca, los dormitorios y el comedor. En la biblioteca se exhibió un diaporama de fotos de animales de la región y se montaron microscopios para ver insectos y parásitos de mamíferos que se relacionan con ciertas enfermedades humanas. Varios investigadores del Instituto de Biología dieron las explicaciones. En una de las explanadas de la estación había carteles que se referían al proyecto sobre gestión de bosques tropicales que realiza el Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco) de la UNAM. Los carteles contenían información sobre las parcelas de toma de datos, así como sobre las aves, los murciélagos y las plantas útiles de la región. El Instituto de Biología organizó una mesa sobre reptiles y otra sobre aves, con ejemplares, libros para la identificación de especies y equipos para su estudio. Los visitantes disfrutaron la oportunidad de ver cómo funcionan los aparatos de radiotelemetría, que permiten seguir las trayectorias de aves y mamíferos.

Para terminar, los anfitriones invitaron a los interesados a recorrer el sendero interpretativo de la estación y a visitar la zona de trabajo de un proyecto de investigación ecológica donde durante más de 20 años se han tomado datos de la lluvia, el escurrimiento del agua, los procesos de caída de hojas y la descomposición de la hojarasca para formar suelo.

La estación imprimió 2 000 calendarios con información sobre el bosque tropical seco y las actividades e importancia de la estación y la reserva. Éstos se han repartido en las tienditas, escuelas, casas ejidales, delegaciones municipales y en la mayor cantidad de hogares posibles. Cada año se organizará un día de visita, además de continuar promoviendo una interacción fructífera entre los investigadores y los habitantes de la región.

Alicia Castillo. Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM

Las matemáticas y el SIDA.

Los hombres que se someten al tratamiento farmacológico contra el sida presentan, antes de éste, concentraciones del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, notablemente superiores a las de las mujeres, según un estudio realizado por el Instituto de Física de la UNAM en colaboración con el Centro Médico Nacional La Raza. Esta disparidad es mayor en cierta etapa del desarrollo del síndrome, cuando la concentración de linfocitos en la sangre baja a entre 200 y 350 células por milímetro cúbico, y desaparece entre los que llevan más de seis meses en tratamiento. “Ellos pueden tener tres veces la concentración de ellas, y sin embargo se enferman igual”, aseguró Carlos Villarreal Luján, investigador del Instituto de Física de la UNAM.

Villarreal Luján y Germinal Cocho Gil, también del Instituto de Física, han trabajado durante años desarrollando modelos matemáticos para entender mejor la dinámica del virus. En su modelo se introducen diversas variables, como las cantidades medidas de virus libre en la sangre y los ganglios, de células infectadas o no por el VIH, así como los procesos fisiológicos que tienden a incrementar o disminuir su número en el organismo. El resultado final de estas ecuaciones permite reproducir las curvas de decaimiento viral y celular, además de predecir en qué condiciones funcionará mejor el tratamiento.

Los investigadores trabajaron con información de más de 6 000 pacientes del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional La Raza. Unos no habían empezado el tratamiento y otros sí. Villarreal y Cocho integraron una base de datos y al aplicarla a su modelo descubrieron que antes de la terapia existe entre hombres y mujeres una diferencia de carga viral estadísticamente significativa.

El criterio principal para iniciar el tratamiento médico contra el sida es la cuenta de linfocitos; en muchos casos se mide también la carga viral. Si ésta es alta, se empiezan a administrar los fármacos. De acuerdo con los resultados de este estudio, es importante tomar en cuenta las diferencias de género: si en una mujer la carga viral es baja, eso no indica que esté menos enferma. Un reporte preliminar de este trabajo con enfoque de género ya fue dado a conocer en las memorias de investigación en física médica publicadas por el American Institute of Physics.

 

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