23 de abril de 2024 23 / 04 / 2024

Ráfagas 140

Martha Duhne

Encuentran la tumba más antigua de Mesoamérica

Emiliano Gallaga, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Bruce Bachand, de la Universidad Brigham Young de Utah, y Lynette Lowe, de la Universidad Nacional Autónoma de México, descubrieron dentro de una pirámide una tumba que podría ser la más antigua de Mesoamérica, en la zona arqueológica de Chiapa de Corzo, en el estado de Chiapas. Los estudios preliminares de la excavación revelan que los entierros tienen una antigüedad aproximada de 2 700 años. El entierro pertenece al grupo cultural zoque, cultura poco conocida que en la época prehispánica ocupó un extenso territorio. "De esa época hay poca evidencia de ocupación en otros sitios. El más importante es La Venta, en Tabasco. Sabemos que los entierros dentro de pirámides eran comunes en las ciudades del clásico maya, pero este hallazgo revela que ya ocurrían entre 1 000 y 1 500 años atrás, un milenio antes de lo que se creía", destacó Lowe.

El hallazgo consiste en una cámara funeraria de 4 x 3 metros, con un anexo, ubicada dentro de una pirámide que debió tener entre seis y siete metros de altura. En el interior se encontraron los restos óseos de dos individuos, un hombre y una mujer, cubiertos de pies a cabeza con un pigmento rojo, rodeados de miles de cuentas de jade talladas en forma de monos, cocodrilos y calabazas, así como perlas, conchas y caracoles provenientes del Golfo de México y del Océano Pacífico. En el interior de la boca, cubierta con piezas de obsidiana del centro de México, los cuerpos tenían adornos de jade y pirita. Estaban rodeados de ofrendas a los dioses: piezas de cerámica, hachas rituales, espejos de pirita y una máscara de estuco pintada de rojo. De acuerdo con los investigadores, sin duda se trata de personas de la nobleza. En la misma tumba se encontraron los huesos de un niño pequeño y un adulto, probablemente sacrificados.

Algunos de los artículos, como la cerámica, son idénticos a los que se han localizado en La Venta, de origen olmeca, una de las civilizaciones más antiguas de América. Pero los esqueletos no tenían los adornos que generalmente se utilizaban en entierros de esa cultura y las paredes de piedra y arcilla, así como el techo de madera, son de estilo zoque. Esta tumba es una ventana que nos ayudará a entender cómo y cuándo esta cultura emergió de la olmeca. Esta investigación se llevó a cabo con respaldo financiero del INAH, la National Geographic Society, el Programa Fulbright-García Robles y donadores privados.

Animales en peligro: productos de exportación

La creciente demanda de animales exóticos, principalmente en Estados Unidos y Europa, provoca en Guatemala un aumento del tráfico ilegal de estas especies, algunas en peligro de extinción.

El lugar más afectado es el Petén, en la frontera con México, área protegida con una superficie de 2.1 millones de hectáreas. Por la falta de recursos para ejercer un control eficaz y la demanda que tienen ciertas especies, la zona se ha convertido en un paraíso de los contrabandistas. El Petén alberga uno de los bosques tropicales más grandes de América, con una gran cantidad de sitios arqueológicos de la cultura maya.

A finales del mes de marzo del presente año, el gobierno guatemalteco canceló la licencia de exportación a la compañía Zooservicios, tras seguir una investigación que tomó varios meses. En diciembre de 2009, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre estadounidense avisó al Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CNAP) de Guatemala de un cargamento dirigido a la empresa Bruce Edelman Reptiles Imports and Exports, con sede en Miami. Al revisar el envío, se descubrió que se trataba de 300 iguanas verdes, tortugas, ranas y tarántulas, todas en peligro de extinción. Las iguanas verdes habían nacido en cautiverio y su exportación es legal, pero la del resto de los animales no. La investigación realizada por el CNAP reveló que entre noviembre de 2008 y abril de 2009 la empresa Zooservicios había importado a Miami 5 112 animales, todos de forma ilegal. Actualmente en Guatemala se encuentran en riesgo de extinción 1 600 especies de flora y 740 de fauna.

En este país centroamericano, las especies más solicitadas son las iguanas verdes y las del desierto, las ranas de ojos rojos y verdes, además de serpientes, tarántulas y tortugas. A nivel mundial, el tráfico de especies silvestres constituye el tercero en importancia, después del de drogas y el de armas.

Las personas que compran animales silvestres no son conscientes del daño al ambiente que implica su captura y transporte desde sus lugares de origen, el maltrato de que son objeto y los altos índices de mortalidad (por ejemplo, la única manera de atrapar a una cría de mono es matando a su madre) en cada cargamento.

Tres nuevas reservas de la biosfera en México

El Consejo Internacional de Coordinación del Programa del Hombre y la Biosfera de la UNESCO añadió 13 nuevos sitios y cinco extensiones en 15 países a la Red Mundial de Reservas de la Biosfera, que ahora suman 564 sitios en 109 países. De éstos, tres son mexicanos: Nahá-Metzabok, en Chiapas, Islas Marías, frente a las costas de Nayarit, y Los Volcanes, que comparten los estados de México, Puebla, Tlaxcala y Morelos.

Nahá-Metzabok se ubica en la Selva Lacandona, considerada la región de mayor importancia biológica de toda Norteamérica. Esta reserva alberga ecosistemas muy diversos, que van de bosques de pino y pantanos, hasta selvas altas perennifolias. Se estima que en esta región, que representa sólo el 0.4% del territorio nacional, habita el 48% de las especies de aves, el 33% de murciélagos, el 11% de reptiles y el 25% de los mamíferos con los que cuenta el país. Nahá-Metzabok se considera de importancia internacional porque es hogar de especies vulnerables, en peligro o en peligro crítico, entre otros el mono aullador y el mono araña, el oso hormiguero, felinos como el ocelote, el jaguar y el tigrillo, la iguana común, la boa y el cocodrilo, así como varias especies de aves. Preservar el lugar es importante también porque las etnias lacandonas que ahí habitan están catalogadas entre las más amenazadas del país.

Las Islas Marías, el segundo sitio aprobado como reserva de la biosfera, es un archipiélago de cuatro islas: María Madre, María Magdalena, María Cleofas y el Islote San Juanito. En ellas se encuentran numerosas especies endémicas de flora y fauna y ecosistemas terrestres y marinos con una elevada riqueza biológica y en buen estado de conservación. Ahí se han identificado 430 especies vegetales y tres de anfibios, tres de tortugas (dos marinas y una terrestre), cinco de lagartijas, 14 serpientes, 15 de mamíferos y 169 de aves.

La reserva de Los Volcanes incluye dos de las montañas más altas y conocidas de México, el Iztaccíhuatl (de 5 280 metros de altitud) y el Popocatépetl (de 5 542 metros). La zona es área natural protegida desde 1935, una de las primeras de México. La vegetación de sus bosques se compone de pinos, oyameles, zacatones y flores diversas. La fauna la integran conejos, el zacatuche o teporingo (endémico de la zona), zorrillos, ardillas, tuzas, la zorra gris, el gato montés, coyotes, el venado de cola blanca y 29 especies de aves. Además, esta zona provee importantes servicios ambientales, como suministrar agua a la región más poblada del país.

Las reservas de la biosfera son áreas que funcionan como laboratorios para la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sustentable. Con las nuevas incorporaciones, México cuenta ya con 40 reservas en esta red mundial, lo que coloca al país en el tercer lugar, junto con España.

Cultivos transgénicos producen plagas nuevas

En un estudio que tomó más de 10 años, Kongming Wu, de la Academia de Ciencias Agronómicas de China, demostró que los cultivos de algodón modificados genéticamente para envenenar a su plaga principal pueden inducir la proliferación de otras.

A principio de los años 90, los brotes de oruga de la col, o gusano cogollero (Helicoverpa armigera), plaga que ataca al algodón, causaron pérdidas millonarias. Los plaguicidas que se usaron para controlar la plaga provocaron graves problemas ambientales y muertes por envenenamiento.

En 1997 el gobierno chino aprobó el cultivo de algodón modificado genéticamente para producir una toxina de la bacteria Bacillus thuringiensis, que ataca a la oruga. En China se cultivan más de 4 000 000 de hectáreas de algodón transgénico. Desde entonces, un equipo de científicos dirigidos por Wu han estudiado las poblaciones de plagas en 38 zonas del norte de China, realizando muestras en 3 000 000 de hectáreas de algodón y 26 000 000 de hectáreas de otros cultivos. El equipo descubrió que las poblaciones de varias especies de la familia Miridae, pequeñas chinches de menos de un centímetro que se alimentan principalmente de la savia de las plantas —y que antes de la introducción de los transgénicos no representaban un peligro grave para los cultivos de esta región— han aumentado 12 veces desde 1997. Hoy en día son la plaga más importante de la región. Según Wu, su proliferación está asociada directamente con el aumento de los cultivos transgénicos. En efecto, éstos reducen la cantidad de plaguicida que se requiere para controlar la plaga, pero la toxina que producen no afecta a los míridos.

Esta plaga ataca también al frijol, a los cereales y algunos frutos. Esto ha orillado a los campesinos a volver a usar plaguicidas en proporción de cerca del 70% de lo que se usaba antes de los transgénicos. Wu supone que la proporción no tardará en volver al 100%, lo que ocurrirá cuando los míridos desarrollen resistencia a los plaguicidas.

Los resultados de esta investigación fueron publicados en la revista Science en el mes de mayo y "son un recordatorio de que los transgénicos no son una varita mágica para eliminar las plagas", de acuerdo con David Andow, de la Universidad de Minnesota. Cuando se ataca una sola plaga, otras tomarán su lugar.

Venus: importante descubrimiento

Una nueva hipótesis intenta explicar uno de los grandes misterios del Sistema Solar: por qué la capa exterior de la atmósfera de Venus gira a una velocidad mucho mayor que la superficie del planeta. Venus es el planeta más cercano a la Tierra y el más parecido por su tamaño, masa, densidad y volumen. Pero es diferente por su densa atmósfera que provoca un efecto invernadero que eleva la temperatura hasta los 480 ºC. Venus completa una órbita alrededor del Sol en 224.7 días terrestres, y el periodo de rotación sobre su eje es de 243 días, lo que significa que el día venusino es más largo que su año. La atmósfera de Venus está compuesta básicamente de dióxido de carbono y tiene un espesor de unos 80 kilómetros desde la superficie del planeta. En esta envoltura nebulosa se distinguen tres capas: las dos primeras se mueven lentamente y giran con la rotación del planeta, pero en la más externa se encuentra una zona de nubes que dan la vuelta a Venus cada cuatro días terrestres, a una velocidad cercana a los 200 metros por segundo, fenómeno conocido como superrotación. Hasta hoy se especulaba que la diferencia de temperaturas entre el lado oscuro y el lado iluminado del planeta era lo que impulsaba estos vientos. Pero hay un problema con esta hipótesis: la atmósfera de Venus tiene cierta viscosidad y por sí misma debería disipar la energía y frenar las nubes. Algo más debe estar inyectando energía en el sistema. ¿Qué será?

Héctor Javier Durand-Manterola y sus colegas de la Universidad Nacional Autónoma de México piensan que pueden haber resuelto el misterio. Señalan que además de los vientos atmosféricos comunes, hay otro flujo mucho más rápido encima del planeta. Se trata de los vientos de la ionosfera, que se localizan entre 150 y 800 km sobre la superficie, y que detectó por primera vez la sonda Pioneer Venus a principios de la década de 1980. Conocidos como flujo transterminador, estos vientos viajan a velocidades de varios kilómetros por segundo, probablemente impulsados por la interacción del planeta con el viento solar. Los investigadores proponen que cuando los vientos supersónicos interactúan con la atmósfera de Venus, se generan turbulencias, y que la disipación de esta turbulencia crea ondas de sonido con las que se inyecta una cantidad importante de energía en la atmósfera. Esta energía debe rebasar con mucho la energía perdida por fricción. De hecho, los investigadores predicen que las ondas sonoras creadas por el proceso de inyección de energía tienen una intensidad tal, que debería poder medirse en el futuro.

El satélite Akatsuki, lanzado a fines de mayo desde el Centro Espacial Tanegashima, en Japón, llegará a Venus en diciembre y comenzará a enviar datos meteorológicos que ayudarán a poner a prueba esta hipótesis.

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