28 de marzo de 2024 28 / 03 / 2024

Mensajes a las estrellas

Miguel Ángel Herrera

Imagen de Mensajes a las estrellas

Ilustración: Rapi Diego

¿Qué está haciendo la astronomía para tratar de establecer contacto con seres de otros mundos?

La ciencia en general, y la astronomía, en particular, se han cansado de enseñarnos que no somos nada especial en el Universo. Cuando se pensaba que la Tierra era su centro –lógicamente, por cierto, pues todos los hechos con que entonces se contaba así lo señalaban– apareció Nicolás Copérnico y la puso en su lugar, como uno más de los planetas que giran en torno al Sol. Más tarde, ya a principios de este siglo, se creía que el Sol ocupaba el centro del Universo (una vez más, no por capricho, sino porque así lo indicaban los hechos observacionales), pero en 1920 Harlow Shapley, del Observatorio de Monte Wilson, se encargó de demostrar que tampoco esto era cierto, sino que el Sol, junto con sus planetas, está más bien alejado del centro del sistema de estrellas (la galaxia) al que pertenece. Por último, a fines de la década de los años veinte, cuando las observaciones revelaron que prácticamente todas las galaxias se alejan de la nuestra, hecho que podría tomarse nuevamente como evidencia de que somos el centro del Universo, Edwin Hubble entró al quite y nos mostró que ello no significa que nuestra galaxia sea algo especial sino, más bien, que el Universo está en expansión y que nuestra galaxia es común y corriente. Y si nuestra galaxia y nuestro Sol no son nada especial, es claro que no tenemos motivos para pensar que nosotros lo somos. Por eso, muchos científicos creen que es muy probable que exista vida inteligente en el Universo, aparte de la nuestra, y que vale la pena hacer esfuerzos por contactarla.

¿La humanidad en una placa?

El asunto no es tan sencillo. Aunque haya extraterrestres, ¿cómo localizarlos, si no tenemos ni idea de dónde viven?; ¿cómo dirigirnos a ellos, si no sabemos cómo se comunican entre sí, menos aún qué idioma hablan?; ¿qué les decimos, si no sabemos cuáles son sus intereses? Ante tantas dudas, y ante nuestra imposibilidad de viajar a través del espacio, lo que hemos hecho ha sido intentar establecer contacto por medios indirectos. Les hemos enviado“cartas”: discos con imágenes y sonidos grabados y mensajes de radio, con la esperanza de que los reciban y nos contesten, y también los hemos tratado de localizar buscando en el cielo señales provenientes de ellos.

La primera "carta" que enviamos va a bordo de la sonda Pionero 10, una sonda lanzada por la Agencia Espacial Estadounidense (NASA), en 1972, con el propósito de estudiar al planeta Júpiter. Cuando faltaban sólo tres meses para su lanzamiento, el famoso astrónomo Carl Sagan se dio cuenta de que, después de pasar por Júpiter, la sonda iba a abandonar el Sistema Solar, convirtiéndose así en el primer objeto hecho por el hombre en viajar a las estrellas. Aunque la probabilidad de que sea detectada y capturada por alguna civilización es extremadamente pequeña, dada la inmensidad del espacio, Sagan no quiso desperdiciar esta maravillosa oportunidad de colocar a bordo un mensaje, por si cae en manos de "alguien". A toda prisa, él y otro astrónomo, Frank Drake, diseñaron una placa que indicara el lugar y el instante en que fue lanzada, así como algunos datos científicos, para mostrar a quienes la capturen que procede de una civilización inteligente (¡la nuestra, para que no haya duda!). Por supuesto, esta información no está escrita en ningún idioma terrestre, sino en símbolos científicos que, suponemos, serán descifrables para cualquier ser inteligente que tenga una ciencia avanzada. La placa lleva, además, algunos dibujos que representan a nuestro sistema planetario y a dos seres humanos (un hombre y una mujer, supuestamente con rasgos de todas las razas para que sean representativos de toda la humanidad). Mide 15 x 23 centímetros, está hecha de aluminio, con un recubrimiento de oro, para que resista sin degradarse el mayor tiempo posible, y fue elaborada en la práctica por la artista Linda Salzman, que en aquel entonces era esposa de Sagan. Tan a gusto quedaron Sagan y su equipo con esta placa que, cuando se supo que la sonda Pionero 11, lanzada unos meses más tarde (1973) a estudiar Júpiter y Saturno, también iba a abandonar el Sistema Solar, se le colocó a bordo una placa idéntica, con fines también idénticos.

¿Exhibicionismo espacial?

Hasta aquí, todo suena bien; pero hay un problema que, por cierto, es el principal siempre que se habla de contactar a extraterrestres. El problema es el tiempo. En su momento, la Pionero 10 era el objeto más veloz construido por el ser humano. Su velocidad, al abandonar las cercanías de Júpiter e iniciar su viaje a las estrellas, era de unos 13 kilómetros por segundo; es decir, unos 40 000 kilómetros por hora. Si hubiera estado dirigida exactamente hacia la estrella más cercana –Alfa Centauri-, que está a 4.3 años luz de nosotros, habría tardado ¡unos 80 000 años en llegar! Pero no va hacia allá, sino a una región en el límite entre las constelaciones Tauro y Orión, donde las estrellas más cercanas están tan lejos que tardará unos 2 millones de años en llegar. En otras palabras, aunque tengamos la increíble suerte de que sea detectada por extraterrestres y recuperada, para que el mensaje llegue a su destino, ello ocurrirá al menos dentro de ¡2 millones de años! ¡No se puede decir que será un contacto muy prolífico, al menos para quienes vivimos ahora en la Tierra! De hecho, si descifran el mensaje y lo contestan, ¿quién sabe quién o qué habitará la Tierra para entonces?

No son éstos los únicos problemas planteados por el mensaje. Aquí mismo, en la Tierra, cuando se hizo público, empezaron a llover cartas a la NASA y a los medios masivos a favor o en contra de él. Entre las críticas más curiosas está una carta, enviada al diario Times, de Los Ángeles, que dice, entre otras joyas: “...me sentí sumamente escandalizado por la tremenda exhibición de los órganos sexuales masculinos y femeninos... ¿No es ya suficiente que tengamos que soportar el bombardeo de pornografía con que nos abruman películas y revistas gráficas... que nuestros propios funcionarios de las organizaciones espaciales hayan considerado necesario extender esta suciedad incluso más allá de nuestro sistema Solar?” A lo que otro lector respondió, por supuesto en son de broma: “...estoy de acuerdo con todas aquellas personas que protestan por el envío de esos sucios dibujos al espacio. Creo que se debían haber suprimido los órganos de reproducción del hombre y de la mujer. Junto a ellos, debía haberse dibujado una cigüena con un pequeño paquete colgando del pico y descendiendo del cielo...”. Desde luego, la idea de presentar con relativa exactitud los cuerpos del hombre y la mujer no era la de exportar pornografía al espacio sino, simplemente, mostrar a los extraterrestres cómo somos, que es algo que debe interesarles mucho más que cómo vestimos o qué diseños estaban de moda en la Tierra en 1972.

Sin embargo, algunas de estas críticas no cayeron en saco roto. Las figuras desnudas, por ejemplo, tienen un gran defecto del cual, en sus prisas, no se percataron los científicos: pueden confundir a los extraterrestres, evitando con ello que descifren correctamente el mensaje. Las razones son dos. Primera, son dibujos, y no símbolos matemáticos, como el resto del mensaje (excepto el dibujo del Sistema Solar). Si tratan de interpretarlas de la misma manera quién sabe qué locuras concluirán. Y, segunda, ¡no tenemos ni idea de cómo son ellos! A lo mejor no tienen ojos y, en consecuencia, ni siquiera pueden verlas. Por ello se decidió suprimirlas si se presentaba una nueva oportunidad de enviar un mensaje al espacio.

Corregida y aumentada

Otra crítica que se tomó en consideración fue que la información que lleva la placa es puramente científica, y el ser humano es algo más que pura ciencia. Una buena parte de nosotros es arte y sensibilidad, y eso también habría que expresarlo de alguna manera.

Todo esto se tomó en cuenta cuando, en efecto, se presentó una segunda oportunidad de enviar un mensaje al espacio. Esa oportunidad la brindaron las sondas Viajero 1 y 2, enviadas a estudiar Júpiter y Saturno, la Viajero 1, y Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, la Viajero 2. Cuando fueron lanzadas, ambas en 1977, llevaban a bordo mensajes, basados en la placa original, pero corregidos y aumentados. La gran novedad, aparte de que ya no parecen portadas de Playboy, es que llevan ¡un disco! La primera parte genera imágenes y la segunda sonidos. Las primeras imágenes explican el significado de nuestros números y de nuestras unidades físicas, con el propósito de que los extraterrestres entiendan el significado de “un metro”, “238 segundos”, etc. y puedan así apreciar las dimensiones y condiciones de nuestro planeta y de los objetos y seres que lo pueblan. Las siguientes, hasta completar un total de 118, muestran paisajes, plantas, animales y, desde luego, seres humanos, solos o en grupo y en diferentes condiciones. Una vez concluidas las imágenes, se inician los sonidos. Hay breves saludos en unos 200 idiomas o dialectos (“hola, ¿cómo están?”, “reciban un saludo”, y cosas por el estilo) seguidos por discursos un poco más extensos de personalidades de la Tierra, explicando que somos pacíficos (?), que tenemos buena voluntad, que buscamos convivir con ellos, etc. A continuación, se escuchan sonidos característicos de nuestro planeta: cantos de ballenas, chillidos de delfines, la brisa entre las hojas de los árboles, ¡un beso!... Y, finalmente, viene lo bueno: el Hit Parade de la Tierra, es decir, la mejor música del planeta, en opinión de Sagan y colaboradores. Son 90 minutos de música, en los cuales se incluyen desde piezas folklóricas africanas y de los indios navajo hasta obras o fragmentos de obras de Bach y Beethoven (de México va el son de mariachi “El cascabel”).

Por supuesto, el problema vuelve a ser ¿cuándo se recibirán estos mensajes? Según los cálculos, las sondas Viajero se acercarán a alguna estrella, en los próximos 100 000 años, a poco más de ¡un año luz! Y a esa distancia, los extraterrestres tendrían que estar inimaginablemente más avanzados que nosotros para distinguir una oscura navecita de unos cuantos metros de longitud. En comparación, sería muchísimo más fácil detectar desde la Tierra un grano de arena en la Luna. En síntesis, lo más probable es que los mensajes no sean recobrados jamás o, lo que es lo mismo, las "cartas" son un pésimo medio de comunicación en el Universo.

¿Cómo son los extraterrestres?

Uno de los defectos más notorios que tienen las descripciones de extraterrestres que dan quienes dicen haberlos contactado, es que siempre los pintan muy semejantes a los humanos: con dos ojos, dos brazos, dos piernas, etc. Desde luego, esto podría ser cierto, pero lo más probable es que sean completamente distintos a nosotros. Una razón es que nuestra morfología es el resultado de al menos cientos de miles de años de evolución, una evolución ciega, dictada por condiciones azarosas fuera de nuestro control. Sólo aquéllos seres que tuvieron la fortuna de sobrevivir hasta la madurez sexual en un mundo lleno de peligros naturales dejaron descendencia, y nosotros somos sus descendientes. No sabemos cuántos de nuestros posibles antepasados no llegaron a reproducirse porque fueron alimento de otros animales, porque cayeron bajo las patas de algún bicho de mayor tamaño (que ni se enteró de que estaba truncando una cadena evolutiva), ni cuántos fueron fulminados por algún rayo. Y, así, sucesivamente. Sería verdaderamente milagroso que una cadena idéntica a la que "culminó" en nosotros se repitiera en otro lugar del Universo.

Una segunda razón, muy evidente, es la enorme variedad de la vida en la Tierra. Aunque todos los seres vivos del planeta procedemos de los mismos antepasados, según muestra el hecho de que todos tenemos el mismo material genético (el famoso ADN), las diferencias entre nosotros son gigantescas. Basta comparar las medusas con los elefantes, los camarones con arañas y serpientes, o los nopales con Demi Moore, para darse cuenta de lo difícil que es que la evolución produzca seres parecidos, aún entre "hermanos" genéticos. En conclusión, si alguien afirma haber contactado a un extraterrestre y lo describe con forma humanoide, puedes estar seguro de que está mintiendo.

¿Cómo comunicarnos con los extraterrestres?

La mejor respuesta que hemos encontrado es: utilizar las señales que más rápido viajan, y esas son las ondas electromagnéticas. Las que nos resultan más familiares son las ondas de luz, pero las hay de muchos tipos: ondas de radio, de televisión, rayos X y otras más. Todas ellas viajan a través del espacio vacío a la máxima velocidad posible en el Universo: la velocidad de la luz (300 000 km por segundo). En consecuencia, constituyen la forma más veloz y, por lo tanto, la más eficiente de comunicarnos a grandes distancias.

La luz misma no es muy útil para comunicaciones con extraterrestres porque es absorbida por la materia que encuentra en su camino con tal facilidad que no llega a distancias muy grandes. Las ondas que se utilizan para tratar de establecer contacto son las de radio, que tienen la ventaja de que las conocemos muy bien: sabemos cómo generarlas de manera simple y barata, pues las usamos continuamente para nuestras comunicaciones internas, y contamos con numerosos dispositivos para detectarlas y analizarlas. Entre los instrumentos que las generan y las perciben se encuentran los radiotelescopios.

Obviamente, tenemos dos posibilidades: enviar mensajes o tratar de captarlos, y hemos hecho las dos cosas. En 1960, el astrónomo Frank Drake apuntó un radiotelescopio a dos estrellas semejantes al Sol, relativamente cercanas a nosotros, con la esperanza de captar alguna señal inteligente proveniente de ellas. Las estrellas fueron Tau Ceti y Epsilon Eridani. Desafortunadamente, tras una semana de esfuerzos no se captó nada, pero se había hecho el primer intento serio por establecer contacto.

Años más tarde, en 1974, el mismo Drake cambió de táctica. Esta vez, él envió un mensaje al espacio. Con el fin de aumentar la probabilidad de que sea captado (y respondido), apuntó su radiotelescopio a un grupo de unos 300 000 estrellas llamado cúmulo globular (por su forma esférica) M 13. En estos momentos, el mensaje aún va viajando y, según los cálculos, debe llegar a M 13 en el año 26174, pues este cúmulo globular está a 25 000 años luz de la Tierra. Si es recibido y respondido, la respuesta nos llegará en el año 51974. Así que hay que estar atentos.

Desde entonces no se ha vuelto a enviar ningún mensaje, pero sí se han llevado a cabo unos 70 intentos por captar (siempre por medio de radiotelescopios) alguna señal que parezca inteligente. Hasta ahora, todos los resultados han sido negativos, pero hoy mismo hay una decena de radiotelescopios que están escudriñando el cielo en busca de alguna señal extraterrestre inteligente. Y ¿quién sabe?, cualquier día podríamos despertarnos con la noticia de que el deseado contacto finalmente se ha logrado.

Miguel Ángel Herrera es astrónomo; investigador en el Instituto de Astronomía de la UNAM, y autor de varios libros de divulgación de la ciencia. doctor en física, especializado en astrofísica, por la Facultad de Ciencias de la UNAM, y autor de 15 libros de divulgación de la ciencia.

 
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