20 de abril de 2024 20 / 04 / 2024

Los retos de la lectura en la era de Internet

Guillermo Cárdenas Guzmán

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Shutterstock

El auge de plataformas digitales y la abundancia de información están transformando radicalmente esta experiencia. ¿Qué nuevas habilidades y conocimientos requieren los lectores del siglo XXI?

El 23 de abril es el Día Internacional del Libro, fecha en la cual los amantes de la lectura, libreros, editores, bibliotecarios y profesores celebran el gusto por esta actividad y nos invitan a disfrutar sus beneficios. Sin embargo, con una oferta de lectura abrumadora y en continuo crecimiento, en papel o formato digital, es difícil decidir por dónde empezar. Para facilitar la selección una organización global denominada Escuela de la Vida, con sede en Londres, recientemente estableció un novedoso servicio de biblioterapia. A la manera de una consulta médica o psicológica, el servicio incluye desde una cita con el interesado para explorar su perfil y preferencias de lectura, hasta la prescripción de las obras más adecuadas para él. “Nuestros biblioterapeutas se especializan en obras de ficción, pero también recetan obras selectas de filosofía, poesía y otros trabajos de no ficción”, se lee en el portal de School of life, organización que pretende convertir a la lectura en un medio de bienestar y salud mental.

Más allá de estrategias mercadotécnicas y recetas de consultorio que suenan exageradas, escritores, filósofos, educadores e historiadores de todos los tiempos han argumentado sobre los beneficios de leer. Sin embargo, el creciente cúmulo de datos y las tecnologías digitales de información y comunicación plantean nuevos y grandes retos a quienes en forma recreativa o con fines académicos deciden sumergirse en esta actividad.

Del papel al e-reading

Las nuevas tecnologías de información y comunicación están transformando la manera en que archivamos y leemos documentos. Hoy más del 93 % de los contenidos que se generan en el mundo están en formato digital, lo cual ha detonado la llamada lectura electrónica, e-reading o ciberlectura. Esta nueva forma de lectura ya no lineal, sino con múltiples ventanas con recursos en audio, video e imágenes en movimiento, plantea grandes ventajas pero también serios inconvenientes, según expone Ariel Gutiérrez Valencia, profesor-investigador de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, especialista en fomento a la lectura.

Entre las ventajas el doctor en bibliotecología y estudios de la información por la UNAM menciona una mayor interactividad, pues el ciberlector puede desestructurar y reestructurar conjuntos de texto originales, editarlos, copiarlos o reescribirlos, además de localizarlos y consultarlos desde cualquier lugar donde haya una conexión a internet. Como desventaja, la ciberlectura requiere nuevas habilidades y estrategias para no extraviarse en el mar de información digital. Hay que saber usar bases de datos y motores de búsqueda, así como ser capaz de asociar y conectar elementos desde diversas perspectivas para encontrar de forma eficaz lo que se desea.

Elsa Margarita Ramírez Leyva, directora general de bibliotecas de la UNAM, coincide en que la lectura plantea grandes retos intelectuales no sólo por su complejidad intrínseca y por el vasto volumen de textos en soporte digital que hoy circulan, sino por la proliferación de objetos, medios e imágenes que también se consideran susceptibles de leerse. “Si nos ponemos a leer, por ejemplo, los sellos adheridos a una maleta de viajero, nos pueden revelar mucha información acerca de la personalidad del propietario, los sitios que ha visitado o el trabajo que realiza”, dice la experta del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI) de la UNAM.

Hacia la multialfabetización

Hoy existe una diversificación tan grande en los materiales de lectura —y las plataformas digitales han extendido tanto el rango de posibilidades— que muchos especialistas ya no hablan de alfabetización, sino que utilizan el concepto más extenso de multialfabetización para abarcar las nuevas necesidades. En el caso de los textos digitales, añade Elsa Ramírez, la lectura ya no se hace de manera lineal de principio a fin, como regularmente sucede con los libros tradicionales, que nos trazan la ruta (aunque hay casos excepcionales, como la novela Rayuela, de Julio Cortázar, que se puede leer en desorden). En cambio en un hipertexto el lector tiene que controlar las secuencias y vincular intelectualmente los contenidos. Pero además de relacionar diferentes lenguajes y contextos y construir un mapa mental para ordenar los contenidos, el lector digital se enfrenta al reto de manejar diferentes programas informáticos.

Gutiérrez Valencia menciona que diversos estudios, primero bibliotecológicos y luego lingüísticos, neurológicos y sociológicos han dado cuenta de estos nuevos requerimientos para ser un buen lector en fuentes digitales. Uno de los primeros fue publicado por la investigadora estadunidense Julie Coiro en 2003 con el título “Lectura de comprensión en Internet”. Más recientemente, Giovani Sartori propuso la tesis de que la comunicación por medios audiovisuales está propiciando un nuevo tipo de ser humano (Homo videns) en cuya formación resulta más importante la imagen que la representación simbólica mediante palabras. Esto, según el politólogo italiano fallecido en 2017, afectaría la capacidad de abstracción y entendimiento.

El escritor Nicholas G. Carr, primero en un artículo de revista publicado en 2008 (“¿Internet nos está haciendo más tontos?”) y después en su libro Superficial, lo que Internet les está haciendo a nuestros cerebros, generó enorme controversia al plantear un argumento igualmente crítico hacia las nuevas plataformas digitales. Carr alega que los formatos de lectura impuestos por estas tecnologías, en las que predominan los multimedios y el multi-tasking (múltiples actividades a la vez) están afectando la capacidad de concentración y entendimiento que antes exigía un texto impreso, y con ello minando los cimientos de la cultura que durante siglos se construyó a partir de la invención de Gutenberg.

“No es tan fácil leer en formato digital, pues se trata de una lectura no lineal que lleva de un texto a otro. Por ello corremos el riesgo de perder la brújula ante este gran volumen de información”, reconoce el profesor Ariel Gutiérrez. “El reto, más que la dificultad, está entonces en que los ciudadanos comiencen a trabajar para desarrollar estas capacidades”, afirma el también director del Centro de Información Académica de la Universidad Olmeca.

¿Cuánto se lee en México?

Elsa Ramírez, directora general de bibliotecas de la UNAM, explica que hay dos tipos de estudios sobre lectura: los cuantitativos, como las encuestas (para indagar quién lee, cuánto y dónde) y los cualitativos, como el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico cada tres años.

En el reporte de 2015 de dicha prueba —que evalúa el desempeño académico en ciencia, matemáticas y lectura— los estudiantes mexicanos salieron mal librados, pues su calificación en el último rubro (423 puntos) los colocó debajo del promedio de los países evaluados (493 puntos) y en un nivel similar al de Bulgaria, Colombia y Trinidad y Tobago. En las tres áreas evaluadas, menos del 1 % alcanzaron niveles de excelencia.

La Encuesta Nacional de Lectura 2015, que realizó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (hoy Secretaría de Cultura) en personas mayores de 12 años encontró que los mexicanos leemos en promedio 5.3 libros al año. De ese total, 3.5 % son leídos por gusto (lectura recreativa) y 1.8 % por requerimiento laboral o escolar.

Registros diferentes

Otro gran reto para los lectores en formato digital es la comprensión y la construcción de memoria a largo plazo, pues diversos estudios psicológicos y neurológicos han concluido que resulta más fácil evocar el contenido de un texto cuando se lee en papel, afirma María del Carmen Castro González. “Como el registro que hace el cerebro es diferente en ambos formatos, cuesta más trabajo la comprensión de lectura en pantallas digitales en comparación a cuando se hace en un soporte físico”, precisa la colaboradora de investigación del Laboratorio de Sueño de la Facultad de Psicología de la UNAM.

Las primeras descripciones de las regiones cerebrales involucradas en el procesamiento del lenguaje se remontan a los estudios anatómicos del médico y antropólogo francés Paul Pierre Broca y el neuropsiquiatra alemán Carl Wernicke a finales del siglo XIX. Sin embargo, los primeros enfocados en evaluar la comprensión de lectura fueron desarrollados por psicólogos educativos como Edmund Burkle en el siglo pasado. En las décadas más recientes, las tecnologías para visualizar el cerebro en vivo han hecho posible identificar qué áreas de ese órgano se activan durante la lectura e incluso hay autores que a partir de estas observaciones postulan que hay un circuito neuronal especializado en leer, según refiere María del Carmen Castro.

Por ejemplo, los estudios neurológicos realizados en 2011 por Raymond Mar en la Universidad York (Toronto, Canadá) con apoyo en equipos de resonancia magnética funcional detectaron varias áreas y estructuras cerebrales que se activan en forma bilateral (en ambos hemisferios) durante la lectura. Estas abarcan desde regiones frontales y temporales localizadas en la corteza cerebral hasta otras más profundas involucradas con el procesamiento de emociones.

La especialista de la Facultad de Psicología explica que si bien se han observado funciones especializadas en los hemisferios cerebrales, en el caso de la lectura no existe tal lateralización: al ejercitarla participan zonas de todo el cerebro.

“La lectura es un proceso bilateral. El hemisferio izquierdo está especializado en el lenguaje y permite manejar la lógica y la sintaxis, pero en el derecho residen las zonas que procesan la prosodia, la acentuación y el ritmo con el que leemos un texto”, dice la maestra Castro González.

Activación cerebral

En un estudio apoyado con equipos de resonancia magnética funcional para escanear el cerebro de voluntarios al momento de leer, el investigador Raymond A. Mar, de la Universidad de York (Toronto), encontró que se activan diversas regiones en ambos hemisferios cerebrales (izquierdo y derecho), tanto de la corteza cerebral como del sistema límbico. Es decir, la lectura constituye una experiencia integral que incluye capacidades lógico-analíticas y detona respuestas emocionales.

Los retos de la lectura en la era de Internet

Experiencia placentera

Independientemente de la plataforma, las evidencias corroboran lo que desde hace siglos sostienen escritores, educadores y promotores: leer es una experiencia completa, compleja y en muchas ocasiones —sobre todo cuando se practica con fines estéticos— altamente placentera.

El hecho de que al leer se estimulen tantas áreas cerebrales —entre ellas las que participan en las respuestas emocionales, como el hipocampo y la amígdala— conduce a experiencias que trascienden la mera decodificación e interpretación de las líneas de un texto, sostiene María del Carmen Castro. También explica la profunda conexión emocional que muchos lectores logran establecer con los personajes o situaciones de un relato.

“Así como sucede con la música, que es una experiencia integral detonadora de estados anímicos y múltiples evocaciones, la lectura también puede llevarnos a saborear, oler, oír e imaginar cosas, de acuerdo con las descripciones del texto que tenemos en las manos”, dice la especialista. Mientras más abundantes sean los detalles del texto, mayor es el estímulo. Esto sucede porque las áreas motrices del cerebro se activan al leer descripciones de acciones aunque no las ejecutemos realmente, algo que también se ha observado en los cerebros de los músicos al solo imaginar que tocan su instrumento.

Este goce estético no se limita a las grandes obras clásicas de la literatura universal ni tampoco se restringe sólo al libro, como lo expresó el editor y promotor de lectura Juan Domingo Argüelles durante una conferencia que impartió en el IIBI en febrero pasado: “Cuando hablamos del placer de la lectura, éste no es exclusivo de las obras de ficción o de la creación literaria, aunque abusivamente la literatura se lo haya apropiado. El placer de la lectura incluye preferentemente el goce del conocimiento y la satisfacción del aprendizaje, que también se adquiere por medio de la emoción y la imaginación”.

Nuevas habilidades

Más allá de los beneficios que aporta en el plano comunicativo y cultural (ampliación del léxico, capacidad de concentración, dominio del lenguaje, adquisición de conocimientos) leer habitualmente favorece la memoria a largo plazo, estimula una mayor plasticidad neuronal y en algunos casos contribuye a reducir el deterioro cognitivo asociado con el envejecimiento.

Por todas estas razones, María del Carmen Castro no duda al afirmar que el ejercicio físico es al cuerpo lo que la lectura al cerebro. “Esta actividad va a favorecer no únicamente nuestro cerebro a nivel biológico, sino que también nos va a facilitar establecer relaciones en el contexto social”.

Pero, ¿cómo forjar nuevos lectores ante los retos mencionados y en el contexto de un país como México, en el que hay tantas carencias en este rubro? Elsa Ramírez Leyva propone no menospreciar la lectura recreativa así como fortalecer la labor que ya realizan las bibliotecas apoyando al usuario para que desarrolle habilidades que le permitan identificar qué materiales necesita y lograr una comprensión adecuada.

Ariel Gutiérrez Valencia considera que “no es suficiente con comprarle una tableta o celular al joven, ya que por sí solo no logrará aprovechar todo el potencial de las tecnologías digitales”. Es preciso que los padres en casa y los maestros en las escuelas lo conduzcan hacia una buena distribución de su tiempo entre actividades recreativas y lecturas académicas.

El investigador de la Universidad de Tabasco basa estas propuestas en un estudio que hizo con más de 5 000 estudiantes de universidades públicas y privadas en dicha entidad, en el cual los participantes contestaron una encuesta para autoevaluar qué tan preparados estaban en el aprovechamiento de las tecnologías digitales para mejorar sus capacidades académicas. El 90 % de los alumnos respondió que es diferente usar las tecnologías digitales para entrar a las redes sociales que para resolver trabajos académicos. Este mismo porcentaje reconoció la necesidad de tener programas y estrategias, así como el acompañamiento de los profesores para aprender a aprovechar dichas herramientas.

Ariel Gutiérrez recuerda que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha solicitado que los gobiernos de los países miembro adopten antes de 2030 políticas públicas y medidas para que las sociedades puedan formar buenos lectores. Según la Unesco los educadores deben trabajar en cuatro grandes áreas: para desarrollar competencias tecnológicas (saber usar una computadora); competencias informáticas (manejo de programas); competencias informativas (para distinguir información fidedigna de la falsa) y competencias éticas (manejo de citas y autores). “Tenemos que trabajar en el desarrollo de estas nuevas habilidades, ya que nadie tiene aún el dominio completo de las tecnologías digitales. Todos seguimos en el proceso de aprendizaje”, resume el profesor Gutiérrez Valencia.

Más información

  • Coiro, Julie, Comprensión de lectura en Internet: ampliando lo que entendemos por comprensión de lectura para incluir las nuevas competencias, Eduteka:
    http://eduteka.icesi.edu.co
  • “Observatorio de la lectura”, Secretaría de Cultura, México: https://observatorio.librosmexico.mx
  • “Alfabetización digital un reto de todos”, Organización de Estados Iberoamericanos: www.oei.es
  • Gutiérrez Valencia, Ariel, Las prácticas de lectura de los estudiantes universitarios, Editorial Académica Española, 2017.

Guillermo Cárdenas Guzmán es periodista especializado en temas de ciencia, tecnología y salud. Ha laborado en diversos medios de comunicación electrónicos e impresos, como los diarios Reforma y El Universal. Actualmente es reportero de ¿Cómo ves?

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