25 de abril de 2024 25 / 04 / 2024

Fentanilo: adictivo y letal

Guillermo Cárdenas Guzmán

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Imagen: Flickr/DEA

Utilizado ilegalmente como aditivo de otras sustancias como cocaína, heroína o cristal para potenciar sus efectos psicoactivos, este opiáceo sintético constituye una grave amenaza para la salud y la vida de los consumidores. Conoce los riesgos de esta droga cada vez más presente en nuestro país.

El 21 de abril de 2016 el famoso músico y cantante Prince Rogers Nelson, mejor conocido como Prince, fue hallado inconsciente en un elevador del edificio donde se alojaba su casa y estudio de grabación en Paisley Park, Chanhassen, Minnesota. Pese a los esfuerzos de los paramédicos, que le aplicaron maniobras de emergencia para reanimarlo, el artista estadounidense de 57 años falleció a los pocos minutos.

Dos años después del incidente, Mark Metz, un fiscal del estado de Minnesota encargado de investigar penalmente el caso, reveló que el también compositor y productor murió tras ingerir una sobredosis de una sustancia que él creyó que era Vicodin —un medicamento que contiene un opiáceo llamado hidrocodona, que le habían recetado como tratamiento contra el dolor— pero que en realidad era otra cosa: un analgésico falsificado mezclado con fentanilo. Lo mismo le ocurrió hace apenas cuatro meses a Melanie Ramos, de 15 años y estudiante de secundaria en California, al ingerir en un baño de su escuela parte de una pastilla que ella y una amiga creían que era Percocet, medicamento que contiene el opiáceo oxicodona y también se vende ilegalmente como droga. La pastilla que compartieron Melanie y su amiga, quien sobrevivió, estaba falsificada y mezclada con fentanilo.

En Estados Unidos estos casos de sobredosis letal con fentanilo y otros opiáceos sintéticos van en aumento: los Centros de Prevención y Control de Enfermedades (cdc) estiman que más de 105 000 personas murieron así entre 2020 y 2021. Esta epidemia de consumo ha propiciado que la Agencia Antidrogas (DEA) considere estas sustancias una seria amenaza a la salud y la seguridad pública en ese país.

Con el tráfico legal e ilegal de personas y mercancías entre Estados Unidos y México no resulta extraño que en varias zonas de la línea fronteriza y también en nuestro país haya comenzado a registrarse una tendencia similar en el uso y abuso de esta droga “de moda”, situación que pone en gran riesgo a poblaciones de por sí vulnerables y que ha llevado a numerosos expertos en salud pública y adicciones a lanzar un llamado de alerta.

Fentanilo: adictivo y letalShutterstock/Darwin Brandis

Opioides

Los opiáceos naturales y sintéticos en conjunto se denominan “opioides”. Estas sustancias actúan sobre el sistema nervioso central y el cerebro. Sus efectos son variados: analgesia, anestesia, sedación, euforia, disminución de la tos y de la movilidad del tracto gastrointestinal. A dosis altas causan insuficiencia respiratoria.

Los opioides tienen efectos similares a unas sustancias presentes en nuestro cerebro denominadas endorfinas, que intervienen en los procesos de señalización en nuestras neuronas y mitigan el dolor y desencadenan las sensaciones de euforia, felicidad y tranquilidad asociadas con actividades como el ejercicio físico intenso, la meditación, la risa o el masaje (véase ¿Cómo ves?, núm. 29). El uso de drogas opiodes va disminuyendo la producción de endorfinas en el cerebro, con lo cual quien las consume queda desprotegido frente al dolor y necesita cada vez más cantidad de droga, ya no para sentir euforia sino para dejar de sufrir.

Fentanilo: adictivo y letalReceptores de opioides en el cerebro y opioides endógenos, es decir producidos naturalmente por nuestro cuerpo. Hay al menos tres grupos de opioides endógenos: endorfinas, encefalinas y dinorfinas. Shutterstock/Juan Gaertner.

En la frontera de la ilegalidad

A diferencia de sustancias como la morfina, la codeína y la heroína, que se obtienen a partir del opio extraído de la cápsula de la amapola o adormidera, el fentanilo puede fabricarse en un laboratorio sin necesidad de la planta, mediante procedimientos químicos relativamente simples. Por esta razón está clasificado —con otros fármacos análogos— como un opiáceo sintético. Un fármaco o una droga análogos son aquellos que tienen una estructura o forma de acción muy semejante a los originales, aunque su origen es diferente.

Al igual que la morfina o la heroína, el fentanilo tiene efectos analgésicos. La industria farmacéutica lo produce legalmente con distintas denominaciones comerciales, y se utiliza en la práctica clínica para anestesiar y tratar el dolor agudo, sobre todo después de una cirugía, aunque llega a usarse también contra el dolor crónico.

Sin embargo, aun en cantidades ínfimas esta sustancia puede tener efectos adversos graves. Apenas 2 miligramos (algo así como la vigésima parte de un grano de sal) pueden resultar letales. Este riesgo viene por partida doble: ya sea debido al abuso de este y otros opiáceos cuando son administrados con fines médicos (véase ¿Cómo ves?, núm. 125) o bien por su consumo ilegal con fines recreativos.

El panorama se complica porque los productores y traficantes de drogas ilegales están utilizando el fentanilo como aditivo de otras sustancias, entre ellas heroína, cocaína y metanfetaminas. Añadir fentanilo a otras drogas potencia sus efectos eufóricos y adictivos, al tiempo que disminuye costos a los productores, que requieren menores cantidades para preparar las dosis.

“Los opiáceos se han utilizado desde hace muchos años, sobre todo en cirugía, en el tratamiento de traumatismos, en los cuidados paliativos y en la atención del cáncer. Por lo general son medicamentos seguros cuando se toman por cortos periodos y siguiendo las indicaciones del médico”, comenta Alfredo Camhaji Samra, integrante del Seminario de Estudios sobre Globalidad de la unam.

Como además de su efecto analgésico generan euforia, muchas veces los opiáceos se usan en forma inapropiada, a dosis mayores que las indicadas por el médico o sin receta, dice Camhaji. Y en el caso del fentanilo, cuando se mezcla con otras drogas las vuelve más potentes, más eficaces y de acción más rápida, “por eso es tan popular y de ahí la gran demanda que se ha observado en los últimos años”.

Al no existir control sobre las cantidades de fentanilo añadidas a las drogas base —y con frecuencia sin que el propio consumidor sepa que está ingiriendo este aditivo— los casos de muertes repentinas por sobredosis son cada vez más comunes.

Buena parte de los fallecimientos por sobredosis que se registran cada año en Estados Unidos ocurre debido a esta sustancia, según el Instituto Nacional para el Abuso de Drogas.

En México hay poca información sobre la prevalencia del uso del fentanilo. Tampoco existen datos epidemiológicos sobre muertes relacionadas con este, a pesar de que en los últimos años el país —junto con China, de donde provienen los precursores químicos— se ha convertido en una de las principales fuentes de abastecimiento de esa droga para Estados Unidos. No obstante, diversas organizaciones civiles, investigadores y autoridades sanitarias han encontrado, mediante distintos estudios, que en varias ciudades de las zonas fronterizas del norte se concentran los mayores niveles de demanda y consumo abusivo.

Derivados fentanílicos

De acuerdo con la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (dea) el carfentanilo es una sustancia 10 000 veces más potente que la morfina y 100 veces más que el fentanilo. Es un opiáceo sintético que se utiliza en veterinaria para sedar elefantes y se ha llegado a mezclar ilegalmente con cocaína y heroína.

En 2002 en un teatro de Moscú, Rusia, terroristas chechenos tomaron como rehenes a 850 personas. Las fuerzas especiales que acudieron al teatro introdujeron en el sistema de ventilación un aerosol que contenía carfentanilo y remifentanilo, otro derivado del fentanilo que se emplea como anestésico. Como resultado más de 600 personas tuvieron que ser hospitalizadas y 127 fallecieron. En febrero de 2022 en Argentina murieron 24 personas por consumir cocaína adulterada con carfentanilo.

Fentanilo: adictivo y letalShutterstock/Badon Hill Studio

Daño exponencial

Silvia Lorenia Cruz Martín del Campo, especialista en neurobiología de las adicciones del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), explica que el mayor riesgo asociado con el consumo de fentanilo no estriba tanto en que su pureza sea alterada en los procesos de fabricación clandestina sino en su potencia: una dosis de fentanilo tiene los efectos de una cantidad diez veces mayor de heroína y 100 veces mayor de morfina.

A esto se suma el hecho de que el consumo regular de opiáceos puede generar tolerancia y dependencia y conducir a la adicción, ya que estas sustancias actúan sobre los centros cerebrales que regulan el dolor y las emociones, razón por la cual los usuarios buscan ingerirlos una y otra vez para experimentar nuevamente sensaciones placenteras.

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De acuerdo con Cruz Martín del Campo, además de ocasionar la muerte con dosis ínfimas, el fentanilo puede matar en forma inmediata; en algunos casos los usuarios fallecen con la jeringa en la mano al momento de inyectarse el coctel explosivo que contiene mezclada esta sustancia.

Es complicado saber si una sobredosis fue provocada por fentanilo u otras drogas mezcladas, pero sabemos que con el fentanilo la respiración puede ralentizarse o detenerse, lo que disminuye la cantidad de oxígeno que llega al cerebro. Esta condición, conocida como hipoxia, a su vez puede producir un estado de coma, daño cerebral permanente y la muerte. Una vez introducido al torrente sanguíneo, el fentanilo atraviesa la barrera hematoencefálica —la red de vasos sanguíneos que permite o impide que ciertas sustancias pasen de la sangre al cerebro— y alcanza el tallo cerebral, una región que regula entre otras cosas la respiración. “Las neuronas que detectan la presencia de dióxido de carbono dejan de funcionar, se quedan ‘adormecidas’, la gente deja de respirar y muere al instante”, subraya la especialista en farmacología conductual.

En el Hospital General de Massachusetts, de la Escuela Médica de la Universidad Harvard, se hizo un estudio sobre los efectos del fentanilo en el cerebro con 25 pacientes anestesiados que estaban en cirugía. Durante el procedimiento se registró la actividad eléctrica del cerebro de los pacientes y se encontró que el fentanilo deja en el electroencefalograma una huella distinta a la de cualquier otro anestésico. Además se halló que esta droga actúa a concentraciones cerca de 2 000 veces menores que las de otros anestésicos y empieza a afectar la respiración minutos antes de que haya alguna señal de alarma. “Detiene la respiración antes de que la gente se dé cuenta de que algo está pasando… por eso es tan mortal”, dijo Patrick L. Purdon, uno de los autores del estudio, realizado este año y publicado en la revista científica PNAS Nexus.

Fentanilo: adictivo y letalShutterstock/Thomas Andre Fure

La punta del iceberg

Aunque muchos países —incluido México— han establecido controles locales para prohibir el fentanilo y sus derivados, en la práctica se siguen fabricando nuevos análogos. La producción a bajo costo también favorece la introducción de distintas variedades de fentanilo, como explicó Gady Zabicky, titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones durante un foro celebrado en 2022 en la Cámara de Senadores: “no es nada más uno, es una familia de sustancias (psicoactivas) afines que son muy adictivas, capaces de generar sobredosis, que son muy baratas y que están altamente disponibles”.

Los productores y traficantes ilegales introducen fentanilo y sus derivados con estrategias de promoción que los hacen parecer inocuos y atractivos, por ejemplo al fabricarlos con formas de caramelo o pastillas de colores, como hacen ahora con el llamado fentanilo “arcoíris”.

Otra gran preocupación acerca de estos opiáceos sintéticos es que se comercializan no solo a través de los canales que regularmente utilizan los traficantes de drogas, sino también mediante empresas de paquetería o sistemas de comercio electrónico en la red oscura (dark web).

Fentanilo: adictivo y letalFlickr/DEA, domino público

Contener la amenaza

Clara Fleiz Bautista, investigadora del Instituto Nacional de Psiquiatría Juan Ramón de la Fuente, es coautora del libro Cuqueando la chiva, contextos del consumo de heroína en la frontera norte de México (2019). Esta investigación, que analizó muestras y entrevistó a mil usuarios de drogas en las ciudades de Tijuana, San Luis Río Colorado y Ciudad Juárez, documenta cómo se combinan con el fentanilo sustancias como la heroína y el cristal, principalmente.

“En el último estudio que hicimos en la frontera encontramos que en México ya no solo se vende la droga conocida como China white (fentanilo y heroína en polvo), sino que están circulando unas pastillas llamadas M30 que igualmente contienen fentanilo.” Ya se han reportado sobredosis en niños y jóvenes por el consumo de estas pastillas M30 en Tijuana, dice Fleiz. “Y me preocupa mucho el poco eco que está teniendo entre las autoridades de salud la forma en que se va expandiendo este problema, que denunciamos desde 2019 y no ha pasado nada.”

Ante este peligro, muchos expertos en salud mental han propuesto medidas como aplicar sistemas de vigilancia epidemiológica temprana para detectar nuevas drogas psicoactivas, además de regularizar el uso de la naloxona —un medicamento no disponible en México— que contrarresta los efectos de la sobredosis por opiáceos, incluidos la heroína, el fentanilo y otros análogos.

En forma paralela, es necesario erradicar la estigmatización que sufren los consumidores de estas drogas, no solo la social sino muchas veces también la médica en los centros de atención y los hospitales, que llegan a darle prioridad a otros pacientes sobre las personas que, alegan, son adictas “por su propia voluntad”, denuncia la investigadora Claudia Rafful Loera, de la Facultad de Psicología de la unam.

En esas condiciones, “buscar ayuda puede ser muy complejo, porque la persona se siente devaluada y generalmente ha tenido experiencias complicadas en los servicios de salud”.

Rafful señala que para atajar este problema resulta vital no sólo considerar la mortalidad asociada con dichas sustancias opiáceas sino todos los daños que se derivan de su consumo: alta prevalencia de enfermedades como hepatitis C o infección con vih —virus causante del sida— por el uso de jeringas compartidas, conflictos sociales, desintegración familiar y baja o nula productividad laboral.

En la parte económica, comenta Alfredo Camhaji, “quizá es momento de aplicar un cambio de estrategia que ya no se centre tanto en el combate a la producción de drogas y la estigmatización de los usuarios, sino en el control de las redes de lavado de dinero que permiten florecer a este negocio ilícito”.

Fleiz, por su parte, advierte que con este tipo de drogas no hay margen para experimentar en la búsqueda de nuevas sensaciones placenteras, como hacen muchos jóvenes al acudir a un festival de música, a un antro o una reunión: “Mi mensaje para ellos sería rotundo: con el fentanilo no pueden buscar estas sensaciones, porque se pueden encontrar con la muerte.”

Guillermo Cárdenas Guzmán es periodista especializado en temas de ciencia, tecnología y salud. Ha laborado en diversos medios de comunicación electrónicos e impresos, como los diarios Reforma y El Universal. Recibió el Premio Jorge Flores Valdés al mejor artículo o reportaje de ciencia publicado en 2021. Actualmente es colaborador de ¿Cómo ves?

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