24 de abril de 2024 24 / 04 / 2024

Las hormonas sexuales y el cerebro

Ignacio Camacho Arroyo

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¿Alguna vez has utilizado expresiones como "se te alborotó la hormona" o "la agarraste en sus días"? En realidad estas expresiones hacen alusión a la influencia de las hormonas sexuales en nuestro estado emocional, que es sólo uno de los muy variados efectos que estos mensajeros químicos tienen en el cerebro.

Si medimos un descubrimiento por su impacto en nuestras vidas, no cabe duda que el de las hormonas sexuales y el papel que éstas desempeñan en nuestro organismo se quedaría con uno de los primeros lugares. Ésta debe ser una de las razones por las cuales varios premios Nobel en medicina y en química han sido otorgados a científicos que han realizado estudios relacionados con estas sustancias. Las hormonas sexuales están en el centro de la llamada "revolución sexual" del siglo XX, que se inició con el desarrollo de la píldora anticonceptiva en los años 60. Esto produjo un cambio enorme en la manera de entender la sexualidad, que a su vez se ha reflejado en otras áreas de la vida social e individual. Pero lo que estas hormonas regulan en nuestro organismo va más allá de la reproducción y la conducta sexual: influyen en nuestro estado de ánimo, la memoria y el sueño.

Las hormonas sexuales están con nosotros durante toda la vida, incluso desde antes del nacimiento. Son sustancias que se producen principalmente en las gónadas (ovarios y testículos) y viajan por la sangre. Químicamente hablando, son moléculas de lípidos (grasas) que pertenecen a un grupo de compuestos denominados esteroides, los cuales se forman a partir del colesterol en las gónadas, la placenta, la glándula adrenal y el sistema nervioso.

Entre los esteroides sexuales más importantes están las típicamente consideradas hormonas femeninas como el estradiol y la progesterona, y la muy masculina testosterona. Cada una de ellas pertenece, respectivamente, a familias de compuestos conocidos como estrógenos, progestinas y andrógenos. Estas hormonas están presentes tanto en hombres como en mujeres, sin embargo sus concentraciones son diferentes en ambos sexos y cambian a lo largo de nuestra vida, particularmente en la mujer durante el ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia (véase tabla). Así, por ejemplo, los hombres en la edad adulta tienen 15 veces más testosterona que las mujeres mientras que el estradiol está de cinco a 10 veces más concentrado en las mujeres que en los hombres. Los niveles de ambas hormonas son más altos en adultos que en niños y ancianos.

¿Siempre estás pensando en sexo?

Quizá respondas que también te gusta el fútbol o argumentes que el sexo no es todo en la vida y que el amor y la comprensión son básicos. Independientemente de tu respuesta, lo que sí es vital es la participación de las hormonas sexuales, a través de su acción en el sistema nervioso central, en nuestra conducta sexual y en la reproducción.

Desde hace varios años se sabe que el estradiol y la progesterona, a través de su acción en sitios específicos del cerebro como el hipotálamo, son fundamentales en la ovulación y la conducta sexual femenina. De hecho, si se alteran los niveles normales de estas hormonas no hay ovulación y por lo tanto tampoco embarazo; éste es justamente el efecto que tienen las píldoras anticonceptivas.

Niveles circulantes de estradiol y progesterona en la mujer

Etapa Estradiol

Progesterona
(picogramos/mililitro)

Ciclo menstrual    
Menstruación 10-30 100-500
Folicular 30-100 100-1000
Ovulatoria 100-400 1000-2000
Lútea 50-200 4000-15000
Embarazo    
Primer trimestre 1500-6000 15000-50000
Tercer trimestre 6000-30000 75000-150000
Posmenopausia 5-20 50-250
1 picogramo = 1 x 1012 gramos    

La conducta sexual femenina es estimulada por el estradiol y la progesterona, por lo que en la etapa ovulatoria, cuando los niveles de ambas hormonas son altos, la mujer es más susceptible a una relación amorosa, es más cariñosa y está más dispuesta a una relación sexual. A diferencia de la mujer, en el hombre adulto no hay fluctuaciones cíclicas en los niveles de testosterona, por lo que su líbido y potencia sexual se rigen además de la testosterona por otros factores tanto biológicos como psicosociales.

¿Qué son las hormonas?

Las hormonas son los mensajeros químicos del sistema neuroinmunoendócrino. En este sistema participan una compleja red de señales químicas que controlan muchas de las respuestas y funciones del cuerpo; unas producen respuestas instantáneas (como las respuestas al miedo), pero otras actúan más lentamente, "diciéndole" a otra parte del cuerpo cuándo y cuánto crecer. Todos los vertebrados cuentan con este sistema para:

  • Mantener el equilibrio interno del cuerpo, es decir, regulan la nutrición, el metabolismo, la excreción, y el balance de sal y agua.
  • Reaccionar a los estímulos externos.
  • Regular el crecimiento, el desarrollo y la reproducción.
  • Producir, usar y guardar la energía.
  • Activar la respuesta inmunológica.

El sistema neuroinmunoendócrino consta de: las estructuras productoras y liberadoras de hormonas como las glándulas; las hormonas, que son los mensajeros que viajan a través de la sangre hasta llegar a un órgano o tejido específico, y las células de éstos, que cuentan con los receptores necesarios para recibir la señal o mensaje y llevar a cabo la instrucción indicada por la hormona.

Las hormonas se producen en el hipotálamo, la glándula pineal, la pituitaria o hipófisis, la tiroides, la paratiroides, el timo, las glándulas adrenales, el páncreas, los testículos y los ovarios, entre otros órganos.

Ella y él

Los hombres y las mujeres pensamos, sentimos y actuamos diferente, pero ¿por qué? Se sabe, aunque no siempre lo comprendemos en nuestra vida diaria, que el cerebro de una mujer es distinto al de un hombre. Así, por ejemplo, en el hipotálamo (zona del cerebro que regula una gran cantidad de procesos fisiológicos, entre otros, el control de la temperatura y el del ciclo sueño-vigilia), hay regiones que participan en la conducta sexual cuyo tamaño, cantidad de células o las sinapsis (estructuras de comunicación entre dos neuronas) que establecen son diferentes en individuos de un sexo o de otro, lo cual repercute en la vida de todos nosotros.

Estas diferencias se basan en un fenómeno muy interesante, conocido como diferenciación sexual del cerebro, en el que la participación de las hormonas sexuales es fundamental. Cabe mencionar que este fenómeno es parte de un proceso más amplio e incluye la formación de órganos sexuales bien definidos y la generación en la adolescencia de características sexuales secundarias, como son en las mujeres el crecimiento de los senos y la acumulación de grasa en las caderas, y en los hombres el engrosamiento de las cuerdas vocales que lleva al cambio de voz, la aparición y el crecimiento de la barba y el bigote.

Los cambios en la organización del cerebro (volumen de algunas regiones cerebrales y establecimiento de diferentes sinapsis) producidos por las hormonas sexuales en etapas tempranas del desarrollo embrionario, son permanentes, por lo que establecen de por vida las conductas sexuales asociadas a la reproducción. Hay datos interesantes para el caso de animales de experimentación como las ratas. En ellas los cambios en la organización del cerebro producidos por las hormonas no ocurren durante el desarrollo embrionario, sino poco después del nacimiento. Se ha observado que ratas hembras expuestas a testosterona durante los primeros días del desarrollo posnatal no presentan la conducta sexual típica de su sexo en la edad adulta sino que, por el contrario, pueden presentar una conducta sexual masculina. Sin embargo, hasta ahora no se ha determinado si las preferencias sexuales en el ser humano dependen de diferencias en la exposición a las hormonas sexuales en etapas tempranas del desarrollo.

Las diferencias en la organización del cerebro que causan las hormonas sexuales permiten explicarnos, en cierta medida, por qué los hombres y las mujeres presentamos una conducta sexual diferente, no apreciamos de la misma manera las situaciones que se presentan en nuestras vidas y poseemos distintas habilidades mentales. Por ejemplo, por lo general las mujeres tienen mayor fluidez verbal, mejor coordinación motora fina y mayor velocidad en la percepción e identificación de objetos que los hombres, mientras que éstos presentan un mayor razonamiento matemático y una mejor comprensión de relaciones espaciales y de navegación a través de una ruta. Si llegáramos a entender que hombres y mujeres tenemos un cerebro diferente quizá nos comprenderíamos mejor y tendríamos menos problemas.

Mucho más que sexo

Además del papel fundamental que tienen las hormonas sexuales en la regulación de la reproducción, éstas influyen en nuestro comportamiento y estado de ánimo.

Los cambios tan impactantes en la conducta de los adolescentes se deben en gran parte a los cambios hormonales que experimentan a partir del inicio de la pubertad y duran varios años. Estos cambios producen la aparición de las características sexuales secundarias y el establecimiento de la fertilidad en ambos sexos, el aumento en los niveles de testosterona en el hombre y la regularización en la periodicidad del ciclo menstrual en las mujeres.

En distintas especies de mamíferos la mayor agresividad que se observa en los machos respecto a las hembras —que es muy importante en términos reproductivos, de defensa de territorio y de la manada— se ha asociado a los mayores niveles de testosterona presentes en los machos. La asociación entre niveles altos de testosterona y mayor agresividad en el hombre sigue siendo controvertida.

El estado de ánimo de la mujer adulta está muy relacionado con los niveles de estradiol y progesterona. La ansiedad e irritabilidad que se presentan en muchas mujeres al final de la última fase del ciclo menstrual, la llamada fase lútea, se ha asociado con la disminución en los niveles de progesterona y de los productos derivados de su procesamiento, al no haber ocurrido embarazo.

Se ha sugerido también que los cambios emocionales de las mujeres embarazadas y la disminución en la sensación de dolor, se debe al aumento en los niveles sanguíneos de progesterona y de sus derivados. Estos últimos tienen efectos tranquilizantes, relajantes, anestésicos y ansiolíticos (disminuyen la ansiedad).

Otros cambios emocionales importantes en las mujeres son los que generalmente se presentan durante la menopausia, como nerviosismo, ansiedad, irritabilidad y depresión, y se han asociado a la disminución en los niveles de estradiol y progesterona propios de esta etapa.

En lo que se refiere a los hombres adultos, todavía existe controversia sobre si presentan un fenómeno similar a la menopausia, al que se ha llamado andropausia. Lo que sí existe en los ancianos, además de la disminución en los niveles de testosterona, es una caída en la producción de espermatozoides y en la función sexual, lo que se acompaña en muchas ocasiones de cambios en el estado anímico.

Hormonas y deportes

En la actualidad ya contamos con andrógenos sintéticos que se utilizan con fines terapéuticos. Estos fármacos producen un aumento de peso y de masa muscular, por lo que se han vuelto muy populares entre varios tipos de atletas como ciclistas, futbolistas o levantadores de pesas. Es común que estos atletas ingieran dosis 100 veces mayores que las recomendadas por los médicos para tratar algún padecimiento. Ese uso de los andrógenos sintéticos, también llamados esteroides anabólicos, es ilícito y además de que quienes los emplean en eventos deportivos corren el riesgo de ser descalificados, producen una serie de efectos secundarios, entre otros acné, disminución del deseo sexual y cambios en el tamaño de los testículos y en la cantidad de espermatozoides.

Sueño y memoria

¿Alguna vez has pensado que las hormonas pudieran ser las responsables de que tengas tanto sueño? Pues resulta que la progesterona y sus derivados tienen propiedades hipnogénicas, esto es, que inducen el sueño. El aumento en el sueño durante el embarazo se debe en buena parte a los altos niveles de progesterona en las mujeres embarazadas y también se ha observado que la administración de progesterona induce el sueño en los varones. Se ha encontrado, además, que esta hormona y sus derivados tienen efectos anticonvulsivos en animales de experimentación, por lo que se estudia la posibilidad de utilizarlos en la terapia de la epilepsia, una de las enfermedades neurológicas más comunes en todo el mundo.

En investigaciones recientes se ha encontrado que las hormonas sexuales influyen en la memoria. En el caso de animales de experimentación, uno de los ejemplos más ilustrativos es el hecho de que el estradiol aumenta el número de sinapsis en el hipocampo (estructura cerebral fundamental en los procesos de memoria y aprendizaje), lo cual brinda mayores posibilidades de procesamiento de información. Por otro lado, en varios estudios clínicos se ha demostrado que la terapia con estrógenos aplicada a mujeres menopáusicas reduce el riesgo de presentar la enfermedad de Alzheimer y también retarda su aparición. Esta enfermedad es mortal y se caracteriza por una pérdida gradual y muy dramática de la memoria que llega a incapacitar totalmente a quien la padece.

Protección de las neuronas

Las neuronas son imprescindibles para todas las actividades cerebrales, por lo que cualquier daño en ellas repercute en el funcionamiento de nuestro cerebro. A través de diferentes experimentos realizados en animales y en cultivos de neuronas se ha demostrado que tanto el estradiol como la progesterona protegen a las neuronas de daños producidos por la falta de irrigación sanguínea, la carencia de oxígeno, el trauma cerebral por golpes, contusiones en la médula espinal y agentes tóxicos diversos que alteran el metabolismo y la función neuronal.

Se ha observado también que tanto la progesterona como la testosterona participan en la regeneración de los axones, prolongaciones de las neuronas que llevan información y establecen sinapsis, después de una lesión en el sistema nervioso. Estos hallazgos han llevado a varios investigadores a proponer el uso de las hormonas sexuales no sólo en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como la de Alzheimer, sino también en la recuperación de los pacientes que han sufrido daño cerebral.

Para pensar en la hormona

Uno de los aspectos más fascinantes de la relación que hay entre las hormonas sexuales y el cerebro es de qué manera una misma sustancia como el estradiol o la progesterona puede regular procesos tan distintos como la diferenciación sexual del cerebro, la memoria o el estado de ánimo. Todo esto es posible gracias a que las hormonas sexuales tienen diferentes mecanismos de acción que involucran muchos cambios en la actividad de diversos genes, aumento en la permeabilidad de la membrana celular para algunas sustancias y activación de diferentes proteínas en el interior celular.

Las hormonas sexuales además se comunican, a través de diferentes mecanismos celulares, con otros mensajeros químicos como los neurotransmisores, los factores de crecimiento y otras hormonas, lo que permite que todos ellos regulen de manera conjunta una función cerebral en particular de manera muy fina y muy precisa.

Finalmente es necesario recalcar que dado el gran espectro de funciones que tienen las hormonas sexuales en nuestro cerebro, hay muchos grupos de investigación en todo el mundo (por supuesto también en México) dedicados a esta área, con el fin de entender no sólo por qué pensamos, sentimos y actuamos de manera distinta los hombres y las mujeres a lo largo de nuestra vida, sino también para utilizar a dichas hormonas o a fármacos que tengan una acción similar (o contraria) a ellas para prevenir y tratar diversas enfermedades que afectan a nuestro cerebro.

El doctor Ignacio Camacho Arroyo es investigador de la Facultad de Química de la UNAM en áreas de neurobiología, biología de la reproducción y hormonas esteroides.

 
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