De letras 220
Como Picasso
Ana María Sánchez
Era común en el siglo pasado una gracejada alusiva a los comienzos de año que amenazaban ser si no catastróficos, cuando menos malos. Se hacía la pregunta “¿cómo te pinta el año?”, y se respondía “como Picasso”. La cuestión es que ya nadie, por más impactado que esté con el futuro que se avecina, político, financiero y sus consecuencias para la ciencia nacional, nadie, repito, respondería que el año 2017 pinta como Picasso. Y eso por una razón ineluctable: porque nadie entendería el chiste. Por el lado de la lingüística, ya escasamente se utiliza el verbo pintar fuera de su significado estrecho, en particular como “ser significativo” (mi sueldo no pinta en el Producto Interno Bruto) o “mostrarse”, como en el caso que nos ocupa. Por el lado del arte, no lo entenderían debido a que de Picasso para acá han transcurrido muchos años y notables novedades, y sin duda el rechazo y la falta de comprensión hacia su obra entonces vanguardista han sido reconsiderados a la luz del arte actual. Como dice Gunther Stent en Las paradojas del progreso, la evolución de las artes sigue un proceso que llega a la imposibilidad de crear mensajes con significado dentro de un estilo rígido que se agota. Este argumento haría imposible responder hoy que Picasso pintaba mal o feo.
Sin embargo, Picasso fue entonces el ejemplo más utilizado de lo que la pintura fea puede ser, y sólo referido a su periodo cubista, el más conocido popularmente. Según el vocero artístico del Frente de Trabajadores de la Energía (FTE), tomado al azar de Internet, “En el cubismo, los objetos no se representan como son sino como parecieran ser, de acuerdo a múltiples puntos de vista, del pintor o los observadores” (sic). La cita misma es un ejemplo de cubismo porque, debido a su mala puntuación, es posible leerla de varias maneras. Pero vayamos al asunto. Se ha querido ver en el cubismo una definitoria influencia de la ciencia de su época, es decir, principios del siglo XX. El mismo FTE expresa: “El concepto de cubismo se relaciona con el conocimiento limitado de la naturaleza. Un objeto no puede ser observado de la misma manera en todo momento. De acuerdo al Principio de Incertidumbre, no se puede medir al mismo tiempo la posición y la velocidad de un objeto. Cuando surgió el cubismo, la ciencia estaba en un momento crucial con la teoría cuántica y la relatividad”.
El lector se queda muy conforme, aunque en el fondo no entiende qué tiene que ver la velocidad del... ¿cuadro?... ¿modelo?... ¿pintor? Para qué invocar la relatividad y la cuántica si ya la abuelita de cualquiera de nosotros lo tenía bien concluido junto con Ramón de Campoamor: todo es según el color del cristal con que se mira, o cualquier otro refrán alusivo.
Pero no todo es cuántica y relatividad, no. Otra página en Wikipedia nos aclara que la desaparición de la perspectiva tradicional es la marca de la vanguardia llamada cubismo, y que “la aparición del cubismo se ha relacionado, además, con otros tres hechos acontecidos en esas décadas [principios del siglo XX] que revelan que las cosas pueden ser diferentes a como aparentan ser: el psicoanálisis [perdón, así dice], al evidenciar que pueden existir motivaciones más profundas para los actos y pensamientos humanos; el interés por la cuarta dimensión, fruto de la revolución acaecida en la geometría del siglo XIX; y la teoría de la relatividad, que revela que el mundo no es exactamente, en su estructura profunda, como lo presentaba la geometría euclidiana”. En esta interpretación desaparece la cuántica, continúa la relatividad y aparece el psicoanálisis. Sin embargo, no le encuentro relación con el cubismo excepto a nivel blablablá.
Pablo Picasso escribió, en cambio: “El cubismo se ha mantenido dentro de los límites y las limitaciones de la pintura, sin pretender jamás ir más allá. El cubismo comprende y utiliza el dibujo, la composición y el color con el mismo espíritu y de la misma manera que todas las demás escuelas. Nuestros temas quizá son diferentes, ya que hemos introducido en la pintura objetos y formas que antes ignoraba. Nosotros hemos mantenido los ojos (y el cerebro) abiertos hacia nuestro entorno”. No parece el cubista tener motivaciones científicas, sino más bien artístico-técnicas.
Quedémonos pues con algo que dijo el propio Picasso: “Después de Altamira, todo parece decadente”.
Vuelvo a lo del año que comenzó. Si uno atiende a los precios que han alcanzado las obras del pintor español (Les femmes d’Alger se vendió en 2015 por 160 millones de euros), querría sin duda que 2017 pinte —y sea próspero— como Picasso.