28 de marzo de 2024 28 / 03 / 2024

Ojo de mosca 20

Arte y ciencia

Martín Bonfil Olivera

Hay quien presenta al arte y la ciencia como disciplinas ajenas, incluso opuestas. Se destaca la sensibilidad del artista y la racionalidad del científico, y se subrayan las diferencias entre ambas áreas. Muchos artistas y científicos, sin embargo, están convencidos de que hay algo esencial que ambas actividades comparten en el fondo. Aunque no siempre resulta fácil definirlo.

Una primera aproximación es buscar “lo artístico de la ciencia”: la belleza que puede encontrarse en la naturaleza. Por ejemplo, la que hay en una estructura (la disposición de los estambres de una flor, la espiral de un caracol), un mecanismo (la regulación de un gen, las relaciones en un ecosistema), una demostración matemática, y hasta en una máquina (para no dejar fuera a la tecnología; basta recordar la belleza de un regulador de Watt, por poner un ejemplo). Sin embargo, no es claro si la belleza natural puede realmente ser considerada “arte”, pues no es producto humano ni fue creada con el fin de producir una emoción estética.

Otra vertiente para conectar arte y ciencia es buscar “la ciencia que hay en el arte”. Muchas herramientas del artista son producto del avance técnico y científico: pigmentos químicos para crear pinturas, el desarrollo de la perspectiva, la aplicación de tecnologías modernas como la computación y las telecomunicaciones. Por otro lado, lo científico ha servido de inspiración para poemas (recordemos la “Oda al átomo” de Neruda), novelas “científicas”, obras de teatro y hasta sinfonías. Sin embargo, la relación arte-ciencia es más profunda: hacer novelas científicas, o colgar cuadros de arte en un museo de ciencia, es sólo una forma superficial de ponerlas una junto a la otra, quizá mezclarlas, pero sin llegar a tocar “eso” que hay de común en el fondo de ambas disciplinas.

¿De qué se trata entonces? De algo más profundo: ambas son actividades de creación pero no sólo eso. Los productos de la ciencia —los conocimientos que revela— pueden producir una emoción equivalente a la experiencia estética que nos causan las obras de arte. Es esa experiencia científica la que, en el fondo, motiva a los científicos y al público no científico que disfruta de la ciencia.

Ciencia y arte nos permiten ver el mundo y gozarlo más amplia y profundamente. Sólo que el gozo de la ciencia pasa por la comprensión. La belleza de la ciencia es producto del asombro y del goce de entender.

Comentarios: mbonfil@unam.mx

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