24 de abril de 2024 24 / 04 / 2024

Ojo de mosca 270

¿Método científico?

Martín Bonfil

Si la tecnología de los teléfonos “inteligentes”, computadoras, internet, redes sociales, sondas enviadas a explorar Marte y demás maravillas no bastara para dejar clara la tremenda importancia que tiene el conocimiento científico y sus aplicaciones para el bienestar humano, hay otros miles de avances que han transformado nuestras vidas: antibióticos, vacunas, transportes, telecomunicaciones...

Pero la pandemia de COVID-19 ha puesto de relieve, más que nunca y para toda la humanidad, que la ciencia y sus aplicaciones son absolutamente indispensables no solo para mejorar nuestro nivel de vida, sino para sobrevivir. En palabras del filósofo español Fernando Savater en reciente entrevista radiofónica, “la base de la ciencia es salvarnos de la muerte, salvarnos de las enfermedades”.

¿Cómo logra la ciencia estas hazañas? Gracias a su método: la forma en que aborda los problemas, las preguntas que tenemos para entender la naturaleza y las posibles formas en que podemos hallar respuestas a ellas.

Desgraciadamente, en escuelas y libros de texto seguimos enseñando el llamado “método científico” como si fuera único, y peor: como si se tratara de una simple receta compuesta de pasos que si se siguen en el orden especificado darán siempre la respuesta deseada. “Observación, hipótesis, experimentación, análisis, comprobación, teoría, ley”, repiten incansablemente los profesores ante sus alumnos, sin saber que lo que dicen es más bien un mito.

En realidad, el método científico no es un procedimiento detallado, sino una forma de abordar los problemas. Parte, fundamentalmente, del sentido común: observar con atención, reflexionar de manera racional para encontrar relaciones y explicaciones que nos permitan explicar lo observado, y quizá predecir lo que sucederá después. Pero el sentido común está sujeto a múltiples sesgos y desviaciones, provenientes no solo de los errores que como individuos estamos todos sujetos a cometer, sino de nuestras creencias, prejuicios, expectativas y emociones, que pueden distorsionar la forma como percibimos e interpretamos la realidad.

Es por eso que la humanidad ha ido desarrollando herramientas de pensamiento crítico cada vez más refinadas, culminando con lo que hoy llamamos “método científico”. Ambos se basan no solo en la observación minuciosa, la medición y la experimentación, sino —crucialmente— en la comunicación de sus resultados (y los métodos usados para conseguirlos) y su discusión colectiva y abierta.

Es este análisis colectivo, dentro de una comunidad de especialistas, lo que garantiza la calidad y confiabilidad de un hallazgo científico. Al utilizar varios cerebros en vez de uno para evaluar el trabajo de investigación, la ciencia logra detectar y corregir errores, sesgos, falacias, deformaciones... y hasta ocasionales intentos de engaño. Esta “revisión por pares”, o colegas, es el verdadero control de calidad de la ciencia y lo que garantiza su confiabilidad y efectividad.

La ciencia es, esencialmente, una empresa colectiva.

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