Ojo de mosca 316
Desinformación
Martín Bonfil Olivera

Asilus germanicus Clase: Insecta Subclase: Pterygota Filo: Endopterygota Orden: Diptera
Vivimos en la era de la desinformación. Siempre ha habido gente dispuesta a creer en todo tipo de engaños, teorías de la conspiración y embustes. Pero desde el surgimiento de internet, las computadoras, los teléfonos inteligentes y las redes sociales digitales cualquiera puede difundir información falsa, errónea o tendenciosa en forma instantánea y gratuita. Y si ésta se vuelve viral, puede lograr un alcance prácticamente planetario.
Es un fenómeno que nunca antes había existido. Una verdadera revolución. Cierto, siempre se había podido difundir cualquier información a través de conversaciones, pregones, mítines y conferencias, y con instrumentos de difusión como manifiestos, volantes, carteles, boletines, cartas en cadena… aunque de forma limitada y local, sin un gran alcance.
Pero si uno quería hacer llegar un mensaje a un público global sólo podía lograrlo, primero, a través de libros impresos (producto de otra revolución similar detonada por la invención de la imprenta de tipos móviles de Johannes Gutenberg en el siglo xv) y más tarde mediante los medios de comunicación masiva que surgieron gracias a otros avances científicos y técnicos: periódicos y revistas y, ya en el siglo xx, radio y televisión. Aunque hay una diferencia crucial entre estos medios masivos de comunicación y los nuevos medios y redes digitales en internet: los primeros cuentan con editores. No cualquiera puede publicar en ellos y no se puede publicar cualquier cosa. Hay personas o comités encargados de seleccionar a periodistas, expertos y colaboradores calificados que aborden cada tema con conocimiento de causa y de forma responsable. Y supervisan también que la información que se publica esté verificada y bien fundamentada.
Esto proporciona un control de calidad de la información y ayuda a evitar, en cierta medida, la difusión de información falsa. No la elimina por completo: la cantidad de basura informativa que se publicaba antes de las redes sociales era enorme… pero nada comparada con la que se difunde hoy, porque prácticamente no cuentan con ningún mecanismo de verificación de la calidad del contenido.
Y es que esta libertad casi absoluta para publicar contenido en las redes es precisamente una de sus virtudes esenciales. Querer controlar lo que se publica ahí sería un grave atentado a la libertad de expresión.
Sin embargo, la era de desinformación que padecemos está perjudicando gravemente a nuestras sociedades. En salud, las tasas de vacunación caen de forma alarmante en varios países debido al movimiento antivacunas. En derechos humanos, muchas teorías de la conspiración fomentan diversos tipos de discriminación. Y hasta nuestra propia supervivencia peligra, debido al negacionismo del cambio climático.
¿Qué podemos hacer? Educarnos y educar a los más jóvenes, para desarrollar el pensamiento crítico que nos permite distinguir la información confiable de la que no lo es. Volvernos, cada uno de nosotros, más responsables del tipo de información que compartimos. Al final, el control de calidad de las redes debemos ser sus propios usuarios.