10 de diciembre de 2024 10 / 12 / 2024

¿Quién es? 140

Víctor Manuel Cruz Atienza

Concepción Salcedo Meza

Foto: Ernesto Navarrete

Un bicho raro ante “animales diferentes”

“Cuando ocurre un terremoto, se despierta en mí algo instintivo, algo animal. Me enfrento a la disyuntiva de no moverme para experimentar el fenómeno y la necesidad de desplazarme para ponerme a salvo. Quiero entender cómo y por qué ocurren los terremotos, por medio de modelos matemáticos. Estos modelos permiten generar escenarios sísmicos verosímiles para evaluar el peligro en zonas urbanas vulnerables”.

Víctor Manuel Cruz Atienza, que a sus 35 años es especialista en física de sismos, nos recibe en el Instituto de Geofísica de la UNAM, donde desde 2007 es investigador del Departamento de Sismología.

Se autodefine como un bicho raro afectuoso, independiente, contestatario, que disfruta bailar. Sus cuatro abuelos fueron exiliados de la guerra civil española. “Mi padre, Aurelio Cruz Valverde, es ingeniero de la UNAM y mi abuelo materno fue comisario de Madrid durante la guerra. Mi bisabuela, Rocío González, fue una de las primeras toreras españolas. Por cierto, mi apellido Cruz es prestado, ya que al llegar a México mis abuelos cambiaron de apellido en honor al padrastro de mi abuelo, Litri Cruz, también torero”.

Han pasado 17 años desde que realizaba experimentos en la Feria de Ciencias y Humanidades de la preparatoria. “Cuando exponía mis experimentos, ya fuera sobre el equilibrio estático o la trayectoria curva de un balón en vuelo, trataba de develar las leyes ocultas del comportamiento de la materia”. Hoy sus preguntas científicas atienden a la física de los terremotos: las leyes que determinan su dimensión y sus efectos, así como el efecto de las propiedades del suelo en la propagación de las ondas sísmicas. “Cada terremoto es un animal diferente”, dice Víctor Manuel.

Para responder a estas incógnitas se ha preparado teórica, intelectual y emocionalmente. “Se necesita una gran serenidad para hacer ciencia”, considera Cruz Atienza. En 2000 el investigador terminó la carrera de geofísica en la UNAM y obtuvo la Medalla Gabino Barrera. Después de entrar al Centro de Investigación Sísmica, hizo la maestría en el Instituto de Geofísica de la UNAM, donde continuó su acercamiento a la sismología con los doctores Javier Pacheco Alvarado y Shri Krishna Singh. Posteriormente hizo el doctorado en geofísica y ciencias del Universo en la Universidad de Niza-Sophia Antipolis. “En Francia, mi guía fue el doctor Jean Virieux, quien me enseñó el rigor y la paciencia, pero sobre todo a soñar y aspirar en la ciencia a lo que parece inalcanzable”.

A Cruz Atienza le ha tocado vivir, en el ámbito de la sismología, una revolución científica iniciada por el grupo de investigación francés con el que actualmente colabora. Durante mucho tiempo el ruido sísmico ambiental se consideró inútil. Hoy, éste resulta esencial para determinar la estructura interna del planeta y cuantificar las variaciones de las propiedades mecánicas de la corteza terrestre después de un terremoto o en el interior de un volcán.

En su corta pero fructífera trayectoria de investigación, Víctor Manuel ha realizado aportaciones significativas: ha establecido técnicas sismológicas para cuantificar la fricción en las fallas geológicas y, en California, escenarios sísmicos para evaluar el peligro en caso de que ocurra un sismo importante en la Falla de San Andrés. Construir escenarios sísmicos es uno de los avances más significativos de los últimos años en la sismología mundial, y Víctor Manuel considera que podrán aplicarse al Valle de México este año.

Otro avance logrado por el joven investigador es explorar la estructura interna de la Tierra en varias regiones del país. Esto ha permitido hacer estimaciones más confiables de la forma en que se propagan las ondas sísmicas en México. “Una de las mayores virtudes de la sismología es su capacidad de revelarnos la estructura interna del planeta”, observa. Recientemente, Víctor Manuel ha podido determinar la geometría de la transición entre la corteza terrestre y el manto superior (la región del interior de la Tierra que se encuentra bajo la corteza) a unos 42 kilómetros de profundidad bajo la Ciudad de México. El investigador determinó, junto con colegas, que esta interfaz tiene una inclinación hacia el este en dirección al volcán Popocatépetl, donde la corteza es más profunda. Paralelamente ha propuesto, a partir del análisis de las ondas sísmicas generadas por las explosiones de ese volcán, una escala universal de magnitud para erupciones volcánicas de ese tipo, análoga a la de Richter, que se usa para clasificar terremotos.

“Hoy mi ilusión es ejercer libertad de pensamiento y realizar trabajos de calidad, entendiendo los fenómenos”, concluye este investigador que representa a la nueva generación de sismólogos.

Personalmente

Me gusta: Tocar guitarra clásica, leer y bailar salsa y música electrónica.

Odio: La hipocresía y la violación del sentido común.

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