¿Quién es? 290
Clementina Equihua Zamora
Gloria Valek
Foto: Arturo Orta
El discreto encanto de una botánica y divulgadora de la ciencia.
Con la sonrisa y el entusiasmo que la caraterizan, Clementina Equihua nos recibe en su oficina del Instituto de Ecología de la UNAM, un lugar amplio y luminoso, al lado del Jardín Botánico. Aquí realiza una labor que llena su vida académica y profesional, pues Clementina es bióloga, egresada de la Facultad de Ciencias de esta casa de estudios, con maestría en la Universidad de Florida, Estados Unidos y doctorado en ciencias por la propia UNAM; es también divulgadora de la ciencia y periodista científica. Comenzamos por su niñez al lado de sus cuatro hermanos varones y con los juegos que practicaban juntos.
“Nací en la Ciudad de México y tuve una infancia como la de cualquier niño de mi edad, digo niño porque en casa era igual a mis hermanos, aunque era la pequeña y única niña de la familia.” Su madre era una reconocida economista que se dedicaba a la traducción de textos en una época en la que pocas mujeres tenían una vida profesional. Su padre, también economista, trabajaba toda la semana en una oficina. Lo que distinguió y enriqueció su infancia fue pasar casi todos los fines de semana en familia en un terreno que sus padres compraron en el campo y que marcó buena parte de esos años.
Entre mis grandes recuerdos están los fines de semana que pasábamos en Oaxtepec, Morelos, cerca de la Ciudad de México, donde mis papás nos permitían convivir con la naturaleza prácticamente sin límites. Era muy divertido; jugábamos en los arroyitos y en un terreno en el que antes se cultivaba arroz y, explorando, llegamos a encontrar algunos tesoros, incluso restos prehispánicos. Jugaba también a cocinar con las hierbas que encontraba con las hijas del cuidador. Desde chiquita me gustaban las plantas y pasábamos horas escarbando hormigueros buscando a la reina, a la que nunca encontramos; también andábamos en bicicleta, nadábamos... nos divertíamos mucho jugando bote pateado y persiguiendo luciérnagas. Ahí mi papá se olvidaba de su oficina. Dentro de la economía, mi mamá se había especializado en traducción y era una gran lectora. Con ella pasábamos horas localizando estrellas en el cielo usando como referencia un mapa hecho en cartulina negra y pintura blanca. Mis papás estaban siempre muy presentes.
Te especializaste en musgos y briofitas; ¿cuándo decidiste dedicarte a la biología de las plantas?
En términos generales los musgos y las hepáticas briofitas son plantas primitivas que no tienen raíces ni tejido vascular y aprovechan el agua y los nutrientes que llegan a toda su superficie. Es un grupo de plantas muy interesante, clave para entender su conquista de la Tierra y su evolución. No recuerdo precisamente cuándo decidí estudiar biología, pero en la secundaria ya lo intuía. Siempre disfruté escribir, de ahí posiblemente mi amor por la divulgación de la ciencia. En primaria estuve en una escuela activa, participativa y relajada, donde teníamos incluso una pequeña imprenta; en la secundaria, más tradicional, empecé a leer con mayor frecuencia. Desde que recuerdo me ha gustado la vida en el campo; no me molestan el calor ni los mosquitos, pues siempre he estado convencida de que la vida es así, con algunas incomodidades. En la preparatoria mi hermano Alberto, al que estoy muy unida, entró al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM y yo sentí que era natural acudir al mismo plantel. Disfruté mucho la libertad de esa escuela; era una preparatoria más abierta, con más investigación. En esa etapa ya no jugaba tanto y me convertí en una ávida lectora.
¿Algún maestro que haya influido en ti?
Hubo varios que me dejaron enseñanzas valiosas, pero recuerdo particularmente al maestro de química del CCH, al profesor Toño Lee, cuyas clases eran divertidas y muy estimulantes. No me gustaban mucho ni la física ni las matemáticas, pero gracias a él aprendí a disfrutarlas al lado de la química. Mi hijo mayor es matemático; da clases en secundaria y prepa, y le fascina y es un excelente maestro. Para serlo debes tener vocación y estar consciente de que puedes marcar para siempre el futuro y la vida de tus alumnos. ¿Qué significa para ti la UNAM y qué te ha dado? Toda una vida... Recuerdo que íbamos con mi abuelo materno a la Facultad de Economía, donde era maestro de teoría económica y acabó siendo profesor emérito; en mi casa se hablaba mucho de la UNAM y siempre tuve la ilusión de estudiar aquí.
La UNAM me ha dado muchas cosas. Lo que soy, estudio y pienso tiene mucho que ver primero con mi formación familiar y después con mi formación académica y profesional en esta universidad, donde siempre he apreciado la libertad de pensamiento, la tolerancia a la diversidad, las diferentes formas de ver las cosas, la vida, la ciencia. Y hoy, años después, aquí estoy en esta institución que me permite seguir aprendiendo y trabajando en lo que me gusta y con la enorme libertad de abordar todos los temas posibles: desde investigar temas ecológicos y hacer divulgación y periodismo científico hasta dedicarme a publicaciones digitales, editar revistas y abordar problemas ambientales con perspectiva biológica pero también social.
¿Y el posgrado?
Primero quería estudiar en Inglaterra, pero mi esposo y yo nos decidimos por la Universidad de Florida, Estados Unidos, porque ahí había interesantes programas académicos para ambos. Yo estudié ecología de briofitas en el Departamento de Botánica, y él, conservación de mamíferos. Fue una gran experiencia; tuvimos estupendos profesores, con los que apreciamos otra forma de hacer las cosas.
Desde 2013 coordinas la Unidad de Divulgación y Difusión del Instituto de Ecología. ¿Cuál es tu labor?
Me encargo de difundir los proyectos y líneas de investigación del Instituto, el manejo de sus redes sociales, las noticias de su página web, el programa de radio Habitare y diversos proyectos más de divulgación de la ciencia que involucran a los investigadores que están aquí.
Y has seguido preparándote...
Nunca acabas y vas necesitando incursionar en áreas que antes no contemplabas como, en mi caso, procesos editoriales, publicaciones digitales, periodismo científico, diversidad tropical y temas de biología y ecología que forman parte ya de nuestra vida cotidiana. Mi hija terminó una maestría en periodismo visual en Cardiff, Gales, y me ha inspirado su manera de abordar los nuevos medios digitales. Por ejemplo, el uso de esas herramientas para alertar sobre la actual crisis ambiental, la importancia crucial de los polinizadores en los diferentes ecosistemas, el papel de la divulgación de la ciencia para informar de manera oportuna y rigurosa sobre problemas como la pandemia de COVID-19 o cómo revalorar nuestra relación con la naturaleza. Hay muchos temas fascinantes que urge difundir, como la importancia de apreciar no solo, por ejemplo, a las cochinillas, sino también el papel ecológico de los murciélagos o los efectos de la contaminación acústica en animales marinos, precisamente mi artículo más reciente en ¿Cómo ves?, en coautoría con Italia Tamez.
También escribes en otros medios y haces trabajo editorial.
Sí, mi primer artículo de divulgación de la ciencia, “El discreto encanto de las cochinillas”, se publicó en 2007 en ¿Cómo ves? y significó un gran reto como divulgadora; desde entonces me dedico a esa línea de trabajo. También he colaborado en la Revista de la Universidad de México y en Nexos, soy asistente editorial de la revista Oikos= del Instituto de Ecología; en Radio UNAM llevo la sección “Biosfera en equilibrio” del programa Primer Movimiento y, con Mariana Vega, conduzco el programa Habitare: Agenda ambiental inaplazable.
Participaste en el proyecto “Naturaleza en tus manos” de los nuevos billetes de México.
Sí, fue un proyecto del Banco de México que divulga la riqueza cultural y natural de nuestro país, que duró ocho años e involucró a varias entidades. Como bióloga y divulgadora del Instituto elaboré una propuesta general basada en ideas de expertos sobre la riqueza de nuestros ecosistemas. Al final de un cuidadoso proceso se decidió ilustrar en el anverso de los billetes importantes hechos históricos y en el reverso, los seis principales ecosistemas de México (matorrales y desiertos, bosques templados y nublados, selvas secas, selvas húmedas, ríos y lagos y costas, mares e islas) haciendo énfasis en detalles de su flora y fauna. Contribuí como asesora científica y vínculo para revisar los bocetos artísticos y asegurar la fidelidad del contenido, y en la producción de materiales promocionales a través de YouTube. Este gran proyecto se materializó gracias al trabajo de la Dirección General de Emisión del Banco de México, de importantes académicos y de reconocidos ilustradores.
Eres profesora en las carreras de biología y periodismo. ¿Qué recomiendas a tus alumnos, qué enseñas a los jóvenes?
Hago hincapié en que, al seleccionar una carrera, piensen primero en lo que les gusta, porque si les apasiona seguramente lo harán bien. Les recomiendo moverse al interior de la república y, si es posible, viajar al extranjero a hacer posgrados, investigación; las partes sociales y económicas resultan atractivas pues las cosas se mueven de manera distinta y se aprende mucho de otras culturas.