25 de abril de 2024 25 / 04 / 2024

¿Quién es? 292

Julieta Fierro Gossman

Gloria Valek

Científica, docente y divulgadora de la ciencia incansable y generosa, en cuyo honor fue bautizada una especie de luciérnaga recién descubierta.

Desde 1975, el 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Sus orígenes, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, “se remontan a los inicios del siglo XIX, en las manifestaciones de las mujeres por el derecho al voto, mejores condiciones de trabajo y la igualdad entre los sexos”. Por ello dedicamos esta sección a una reconocida científica mexicana que es un modelo para las niñas y jóvenes por su perseverancia para seguir su vocación y prepararse, logrando objetivos que eran impensables para muchas mujeres en los años 60 e incluso décadas después.

Julieta Norma Fierro Goss man, nacida en 1948, es astrónoma y una verdadera “estrella de rock” de la divulgación de la ciencia. No pocos recordarán sus recorridos en patines, de vestido largo y con un sombrero picudo adornado con estrellas, por los pasillos de la Feria del Libro Infantil y Juvenil invitando a niñas y niños a las actividades que ahí realizaba el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia. Parecía un hada. Ya entonces, en los años 80, era investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM y empezaba a publicar libros de divulgación con gran éxito. Era también docente en la Facultad de Ciencias de la misma universidad. Poco después fue desarrollando un estilo propio de impartir conferencias de divulgación que las hacen inolvidables. Con enorme gracia, sentido del humor y múltiples objetos con los que hace demostraciones, Julieta cuenta la historia de la astronomía, qué hay en el Universo, cómo es el Sistema Solar... Ha escrito cientos de artículos y 40 libros de divulgación científica. Fue Directora General de Divulgación de la Ciencia en la UNAM y directora del museo Universum.

Entre los reconocimientos que ha recibido destacan varios doctorados honoris causa, el Premio Kalinga de Popularización de la Ciencia, otorgado por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación de la Ciencia y la Cultura) y su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Nuestra charla empieza por su infancia en la Ciudad de México.

Sueños por cumplir
De niña quería ser cirquera, todo lo demás lo he realizado; ahora deseo escribir mi autobiografía, tocar bien el piano y seguir creando con mi nieto piropos científicos.

Libro preferido
La guerra y la paz de León Tolstoi.

Comida favorita
Como de todo, pero sin chile.

Pasatiempos
La música clásica, sobre todo los sonidos contemporáneos. Bailar mambo y salsa y, hasta hace poco, tomar clases de ballet.

Proyectos futuros
Seguir divulgando la ciencia y acudir a donde me inviten. Un libro que se titulará Astronomía para qué y otro para profesores de secundaria.

 

¿Qué recuerdas de tu niñez?

Fui la segunda hija de un médico tradicional y conservador, que se casó con Joan, mi madre, una cálida mujer estadounidense. Ella murió cuando yo tenía 13 años; mi padre se quedó viudo con tres adolescentes y dos bebés. Tuve cuatro hermanos que marcaron mi infancia: Carmen, un año mayor que yo, y los más chicos, Héctor, Rafael y Miguel, este último con síndrome de Down y de quien aprendí a tratar de explicar las cosas de la manera más simple para que él pudiera entenderlas. Realicé mis estudios elementales en el Liceo Franco Mexicano y la preparatoria en la Universidad Motolinía, un internado dirigido por religiosas; de ambas instituciones aprendí mucho, sobre todo el francés casi como lengua materna en la primera y el cuidado de las monjas en la segunda.

¿Te inclinaste por la ciencia desde niña?

Había muchos libros en casa, y aunque de chica no era buena estudiante, me gustaba leer y disfrutaba las matemáticas. Mi papá era cultísimo y supongo que eso infl uyó. Nos llevó a recorrer algunos parques nacionales de Estados Unidos y en México viajábamos a sitios donde la naturaleza era espectacular, como las Lagunas de Montebello. Pero cuando murió mi mamá las cosas se complicaron y mi papá trató de convencernos a mi hermana y a mí de que las mujeres debíamos dedicarnos al hogar porque teníamos un cerebro de menor capacidad que el de los hombres. Hoy está comprobado que, al pensar diferente a los hombres, tenemos otras herramientas para resolver los problemas y eso enriquece el conocimiento.

Con el movimiento estudiantil del 68, los anticonceptivos, nuevos derechos y otros cambios comenzamos a pensar que las mujeres sí podíamos, y mi hermana y yo nos rebelamos: nos fuimos de la casa. Mi hermana quería ser bióloga y, como mi papá no la dejó entrar a la UNAM, estudió letras en la Universidad Iberoamericana. A mí sí me permitió entrar a la carrera de física, porque creyó que no iba a poder con las materias y la carga de trabajo. Y pude, por supuesto que pude, porque para mí la física, y sobre todo las matemáticas, son la base del conocimiento del mundo.

¿Te marcó algo en la primaria?

En esa época yo sacaba muchos ceros, aunque me salvaban las matemáticas. En sexto de primaria recuerdo a una maestra que me apoyó y todo mejoró para mí. Por eso creo en los profesores apasionados, que enseñan la ciencia en forma divertida; de otra manera, se vuelve aburrida, tediosa (para mí aprender la tabla periódica de los elementos me parece irrelevante, lo importante es entenderla).

¿Crees que la divulgación de la ciencia apoya a la educación formal?

Los profesores de primaria, secundaria y preparatoria tienen que enfrentar muchos problemas con respecto al proceso de enseñanza-aprendizaje y de motivación. Podrían apoyarse más en los divulgadores de la ciencia, pues generalmente sabemos cómo llegar a nuestros públicos con pláticas sabrosas, vincular los temas con la vida diaria y hacerlo en forma divertida.

¿Cómo ha sido pertenecer a la UNAM?

Emocionante. La UNAM me ha dado todo: educación, trabajo, amigos, amor. Me gustó y cursé feliz la licenciatura en física, después la maestría en astrofísica y aquí sigo. Desde que entré me fascinaban las imágenes astronómicas y quería entenderlas, por lo que me fui acercando a profesores. Manuel Peimbert fue uno de mis grandes mentores, pues me enviaba en su lugar a programas de radio y televisión, a dar charlas y discursos. También fue interesante estudiar en la UNAM en los años 70, ¡era el momento! Las mujeres teníamos mayor libertad y pensábamos que todos tendríamos oportunidades.

Has hecho importantes trabajos de investigación, pero ahora se te conoce más como divulgadora. ¿Sigues investigando?

Ya no hago investigación formal, ahora me dedico de lleno a la divulgación de la ciencia en todos los medios y lugares adonde me invitan; me encanta y lo disfruto enormemente.

Colaboraste en la creación de un museo de ciencias en Puerto Rico y de los observatorios Mc Donald, en Estados Unidos, y el Planetario Sutherland en Sudáfrica. Te han otorgado múltiples reconocimientos, ¿hay alguno especial?

Todos los reconocimientos son importantes y siempre los agradezco. La Medalla Mario Molina y algunos como el Kalinga de la UNESCO, la medalla Primo Rovis del Centro de Astrofísica de Trieste y el Kumple Roberts de la Sociedad Astronómica del Pacífico han sido especiales, pero también hay otros muy divertidos como que me nombraran Señora L´Oreal en fotos gigantescas exhibidas en el Paseo de la Reforma, el del Instituto de Biología de la UNAM, donde le pusieron mi nombre a una nueva especie de luciérnaga (Pyropyga julietafierroae) o el doctorado honoris causa que me otorgaron en Oaxaca, tierra de mi bisabuelo paterno.

¿Qué significa para ti ser la rockstar de la divulgación o haber sido electa para ocupar la silla XXV de la Academia Mexicana de la Lengua?

Que me llamaran rockstar de la divulgación ha sido divertido, sobre todo al principio, cuando firmaba libros y daba autógrafos. Lo de la Academia de la Lengua es más serio; tomé posesión en el 2004 en una ceremonia muy formal con un discurso titulado Imaginemos un caracol que me respondió Ruy Pérez Tamayo. Es una gran satisfacción; aprendo mucho, pues está integrada por reconocidos intelectuales y resulta interesante reunirnos y escucharnos.

Eres madre de dos hijos.

Sí, y tengo un nieto. Mis dos hijos viven en Estados Unidos: el mayor es filósofo y se dedica a construir metalenguajes lógicos para que las computadoras no entren en contradicción; vive en Boston. El menor es economista y se dedica a la economía estratégica en Chicago; ambos son mi orgullo. Mi nieto es uno de mis grandes maestros de vida: me ha mostrado cómo enseñar ciencia a niños pequeños, pues a los chiquitos les agradan las actividades físicas y diversas .

Cuéntanos del proyecto de la UNESCO sobre educación de por vida en el que participas.

Es un proyecto iniciado en Alemania donde se ve el acceso a la educación híbrida (presencial y a distancia) como un derecho humano que pone énfasis en la licenciatura y en la actualización. La idea es que las universidades suban a Internet sus cursos básicos en forma gratuita y a disposición de todos… ¡Es maravilloso!

¿Qué te ha faltado decir en tus entrevistas?

Recalcar que las mujeres podemos ser estupendas científicas, pero necesitamos aprender a pedir ayuda y lograr condiciones favorables para la maternidad. Se debe reestructurar el sistema educativo para aprovechar la creatividad e inteligencia femeninas.

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