29 de marzo de 2024 29 / 03 / 2024

¿Quién es? 295

César Domínguez Pérez Tejada

Gloria Valek

Foto: Arturo Orta

Académico y director general de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, a cuyo cargo se encuentra el Museo de la Luz-Mérida, próximo a inaugurarse

César Domínguez es biólogo y doctor en ecología por la UNAM, con una estancia posdoctoral en el Centro de Ecología de esa institución y en la Estación Biológica de Doñana, España. En 1992 se incorporó como investigador a lo que hoy es el Instituto de Ecología-UNAM y ha sido profesor invitado en instituciones como la Universidad de California-Irvine. Experto en biología evolutiva, se ha concentrado en la evolución de las adaptaciones, el sexo de las plantas y las interacciones bióticas. Le interesan también los modelos de simulación, la experimentación y los estudios empíricos de ecología, genética cuantitativa y poblaciones, así como la filogeografía, que estudia la distribución geográfica de los linajes genealógicos. Se ha involucrado en proyectos sobre el efecto de las especies invasoras en la biodiversidad de México, ha publicado decenas de artículos y capítulos de libros e impartido cursos sobre ecología tropical y evolutiva.

Como funcionario universitario ha sido coordinador académico de varios programas de posgrado y director, entre 2008 y 2016, del Instituto de Ecología, desde donde impulsó el posgrado en sostenibilidad y el Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad. Desde 2017 dirige la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, DGDC, que entre otras cosas tiene a su cargo los museos Universum y de la Luz. En esta ocasión nos concentramos en el Museo de la Luz, que se instalará próximamente en Mérida, Yucatán.

¿Cómo empezó tu vida académica en la UNAM?

Algunos colegas tienden a contar su historia muy ordenada… No es mi caso, pues me inscribí primero en ingeniería y luego me cambié a biología, que me atrapó. Tras estudiar la carrera de biología, la maestría y el doctorado en ecología, dedicarme a la investigación en la unam y hacer dos posdoctorados, regresé al Instituto de Ecología como investigador y en el 2008 se me dio la oportunidad de dirigirlo. ¿Cómo fue el paso de académico a funcionario? Interesante… yo era feliz como investigador y de repente me vi envuelto en un proceso en el que resultaba lógico asumir nuevas responsabilidades. Cuando me pidieron que elaborara el plan de desarrollo fui descubriendo la cantidad de proyectos que podría realizar en esa nueva responsabilidad y me resultó cada vez más palpable la importancia de la ciencia para la sociedad, el papel de los científicos en el desarrollo del país y cómo la sustentabilidad y la ecología podían ayudar a influir en la toma de decisiones.

¿Qué proyectos recuerdas especialmente como director del Instituto de Ecología?

Uno de los que más me enorgullece es el Laboratorio de Sostenibilidad, que se materializó sobre todo en mi segundo periodo como director. Con el apoyo de Conacyt pudo crearse tanto en la Ciudad de México como en La Paz, Baja California, y Mérida. Hoy el Laboratorio es un vínculo entre los académicos, los tomadores de decisiones del sector público y la sociedad que impulsa el desarrollo tecnológico, a través de proyectos interdisciplinarios.

Y ya eras un divulgador…

No me concebía como divulgador, pero iba a las escuelas a hablar de la naturaleza, las riquezas naturales de México y nuestra enorme responsabilidad de cuidarlas. Como ecólogo conozco casi todo el país; he ido a lugares poco visitados y me entristecía mucho regresar a algunos de ellos y ver el descuido, el deterioro, la destrucción. En el Instituto también creamos un posgrado en ciencias de la sostenibilidad que trata precisamente de eso, y en el que había que hacer divulgación de la ciencia —aunque aún no la llamaba así—; allí aprendí de los mejores: José Sarukhán y Rodolfo Dirzo, éste último mi director de doctorado, además de otros académicos generosos.

¿Cuándo fue tu primer acercamiento al Museo de la Luz?

Terminé mi labor en la dirección del Instituto y volví de lleno a mis tareas de investigación y docencia. Como seguí involucrado en el Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad el rector de la unam, el doctor Enrique Graue, me pidió que revisara la propuesta de Mérida, y esto, sin saberlo, ayudaría a definir años más tarde la nueva sede del Museo de la Luz en esa ciudad.

En 2017 me pidió que asumiera la dirección de la dgdc y empecé a empaparme de esta enorme responsabilidad, en particular con sus museos Universum y de la Luz. Una de las primeras cosas que hice fue ir al centro histórico de la Ciudad de México y visitar de incógnito el Museo de la Luz. Me gustó mucho el edificio y me impactó su historia, pero vi claramente que, pese a su belleza y enormes logros, no era el lugar idóneo para el museo: sufría deterioro, mantenerlo era caro y, al tratarse de un edificio histórico, requeriría de un trabajo de recuperación complejo y minucioso.

Un espacio innovador donde la ciencia y el arte fomentan el descubrimiento gozoso de los fenómenos lumínicos a través de recursos interactivos

El Museo de la Luz de la Ciudad de México es un proyecto único. ¿Por qué se muda a Mérida?

El museo explicaba el fenómeno luminoso de manera científica y artística: su naturaleza, su relación con los colores y la biosfera, la visión —con un gabinete de oculista atendido por jóvenes oftalmólogos— y muchos otros aspectos. Su concepto era muy claro, pero sus instalaciones fueron requeridas por instancias gubernamentales y debía moverse. No es la primera vez que el museo cambia de sede. Desde su inauguración en 1996 estuvo alojado en distintos edificios legendarios, siempre del centro histórico, pero ninguno idóneo para albergar sus aparatos, instrumentos, esculturas, instalaciones y juegos, casi todos diseñados y fabricados en la unam.

Exploramos posibilidades fuera de Ciudad Universitaria y la zona metropolitana y pensamos en Mérida, una ciudad que se está desarrollando rápidamente y nos da la oportunidad de cumplir con uno de los objetivos de la unam y de la propia dgdc: fomentar la cultura científica en todo el país. Además de una sólida y reconocida masa crítica de científicos, Mérida posee una fuerte clase media e importantes comunidades rurales herederas de la cultura maya, que como sabemos estuvo ligada a la astronomía, la cosmogonía, la luz… Además, el gobierno de Yucatán se interesó en el proyecto, y nuestra participación quedó muy clara: la unam pondría los contenidos y la mitad de los recursos y el gobierno del estado el terreno y otros apoyos. Primero nos ofrecieron un lugar en su Parque Científico y Tecnológico, fuera de Mérida, pero finalmente se nos otorgó La Plancha, un sitio estupendo en el centro de la ciudad, sede de la antigua estación de ferrocarril.

Luego acudieron al Conacyt y convocaron a un concurso de diseño del edificio.

Concebimos un guion conceptual y temático que refuerza la misión, la visión, los conceptos clave y los objetivos de la sede Mérida, el público meta y los grandes temas (Universo, física, visión y salud, vida, ambiente y sociedad y energía), así como su relación con la ciencia, la tecnología, la innovación, la cultura y la vida cotidiana. Convocamos a un concurso para el diseño del edifi cio; no queríamos tantas paredes sino un lugar más amplio y con un discurso más fl uido.

El proyecto está causando gran expectativa...

Sí, y tendrá que cumplir con sus objetivos para ser un museo atractivo, con una combinación armoniosa entre educación y diversión que conserve la rica experiencia del museo de la Ciudad de México, pero sumándole aspectos innovadores. También queremos seguir la tendencia actual de los centros de ciencia: exponer sólo una colección permanente relativamente pequeña, que siente las bases del fenómenos de la luz y transmita su enorme importancia en la vida cotidiana, y que lo demás esté compuesto por espacios abiertos que cambien continuamente con actividades científi cas, tecnológicas, artísticas y talleres para mantener la atención del público.

¿Cómo piensan cumplir la misión del museo: fomentar el pensamiento creativo y crítico?

Haremos uso de todos los recursos del museo de la Ciudad de México, pero tomando en cuenta las particularidades de Mérida, e iremos cambiando exhibiciones y equipamientos para los distintos públicos nacionales y extranjeros. Para las comunidades locales hemos pensado en una especie de Prometeo, un autobús que puede llevarles conocimiento, libros, espectáculos, talleres…

Queremos que los visitantes se apropien del gran tema del Museo, la luz, la principal fuente de información para explorarlo todo, pero también de subtemas como el origen y la evolución del Universo, pues a través de la luz podemos identifi car la composición química, la velocidad y la temperatura de las estrellas; la luz ha infl uido en la formación y composición de la atmósfera y en la regulación de la temperatura del planeta; también ha sido esencial para la vida y el desarrollo humano, y clave en la historia y la cultura. ¡Es simplemente un tema fascinante!

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