18 de mayo de 2024 18 / 05 / 2024

¿Quién es? 303

Jorge Manuel Herrera Tovar

Gloria Valek

Retrato: Arturo Orta

Descubrí a Jorge Manuel en mi propia casa, el Museo Universum, durante la Fiesta de las Ciencias y las Humanidades, evento anual que convoca a gente de todos los rincones de la unam. Pero no lo conocí en persona, sino en un video que lo presentaba como un entusiasta investigador apasionado por la arqueología marítima. Pronto me llevé una sorpresa al enterarme de que estudió arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), pero también Lengua y Literatura Hispánicas en la unam, y después se doctoró en arqueología marítima en la Universidad de Southampton, Inglaterra. Los proyectos que más le apasionan son los naufragios de los siglos xvi al xix en el Golfo de México, el Caribe y las costas de Florida, California, Uruguay y las patagonias chilena y argentina. Es miembro de la Sociedad de Arqueología Náutica del Reino Unido, Newton Advanced Fellow de la Academia Británica, investigador visitante del Centro de Arqueología Marítima de la Universidad de Southampton e investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la unam. Comenzar esta entrevista fue fácil por la calidez y humildad que lo caracterizan.

¿Cómo empezaste esta fascinante carrera?

En la prepa me gustaban tanto las humanidades como las ciencias; de las humanidades, pintura y literatura, y de las ciencias, arqueología y astronomía. En algún momento me di cuenta de que podía seguir gozando de las primeras y convertirme en un profesional de las segundas. Finalmente me decidí por arqueología por accidente, pues en el último año de prepa sufrí un fuerte golpe en la cabeza que me hizo perder parcialmente la memoria. Tenía 17 años y sabía que para estudiar astronomía debía ser bueno en matemáticas; como el accidente me las borró del cerebro, al terminar la prepa tuve que reaprender muchas cosas y me decidí por arqueología.

Pero en arqueología también necesitas una sólida formación científica…

Sí, la arqueología es la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades. Es una disciplina en la que se conjugan los dos lados: tratar de entender lo que somos como sociedad a través de comprender la naturaleza humana mediante estrictos protocolos de investigación de epistemología y filosofía de la ciencia. Nos hacemos preguntas para descubrir y comprender el pasado y las respondemos con herramientas que utilizamos desde ciencias muy diferentes, incluso desde la física aplicada.

Estudiaste la licenciatura en lengua y literatura hispánicas. ¿Cómo pasaste de ahí a la arqueología?

Afortunadamente no tuve que escoger o pasar de una a otra. He tratado de mantenerme vigente en la literatura. Aunque trabajé en ella e hice creación literaria, no la ejerzo como profesión, pero complementa mi trabajo arqueológico porque enriquece mi conocimiento sobre la condición humana en las épocas que estudio como arqueólogo. Me muevo sobre todo entre los siglos xvi y xix, y recurro a la literatura de la época —sobre todo la literatura marítima, que es riquísima— para entender el contexto arqueológico de lo que estudio.

Muchos hemos crecido con esa literatura, con las grandes novelas de viajes, aventuras…

Sí. Al leer a esos escritores, muchos de los cuales fueron navegantes, aprendes sobre biología, política, racismo y religión, y logras entender y vivir casi en carne propia los naufragios, las batallas navales… Desde la arqueología entiendes cosas gracias a los objetos y dónde los encuentras, pero si te apoyas en la literatura náutica se enriquece el contexto arqueológico. La literatura ayuda a comprender no sólo la angustia de las batallas, sino también las tensiones jerárquicas a bordo, los castigos, los estados de ánimo tras días de tormenta o meses tranquilos en altamar.

Supongo que en tus proyectos navegas con comodidades e instrumentos modernos… ¿Has experimentado alguna vez el peligro?
He navegado mucho, no siempre con comodidades, y sí he experimentado el peligro. Me han tocado tormentas en distintas circunstancias: en grandes barcos donde te sientes muy seguro, pero también en pequeñas embarcaciones. He vivido experiencias con tsunamis en situaciones críticas, en mares violentos. Viajé al Pacífico Sur, donde desde Australia hasta Chile nada detiene la fuerza del mar; esa experiencia la vives con angustia.

Los sitios arqueológicos en los que trabajas parecen de película. ¿Los seleccionas tú? ¿Cuál es tu especialidad dentro de la arqueología marítima?
En algunas ocasiones colegas o instituciones que conocen mi trabajo me han invitado a participar en sus proyectos y en otras la decisión ha sido mía. Mi especialidad es la aplicación de métodos y técnicas de geofísica marina para cartografiar el fondo del mar en busca de sitios arqueológicos. Asimismo, realizo arqueología del paisaje marítimo y del conflicto, no sólo con respecto a las embarcaciones sino también a los grupos humanos que conformaban su tripulación, y estudio cómo se desarrollan los conflictos y las guerras en el mar…

Diriges un proyecto sobre un naufragio en el Golfo de México que me pareció fascinante.

Se llama Arqueología Marítima de la Guerra de Intervención 1846-1848, y es el primero en su tipo en la unam. En la universidad tenemos libertad de cátedra y de investigación, y ese tema me pareció importante porque me permite hacer crecer la arqueología marítima en la unam y el país. Siempre me ha parecido que tenemos una visión incompleta de nuestra historia, llena de vacíos y de medias verdades, y como científico social mi responsabilidad es tratar de rectificar eso. Por ejemplo, creo que en México nos sentimos el producto de una serie de derrotas y, aunque los mexicas perdieron a manos de los españoles, ellos realmente no nos conquistaron, pues Cortés sólo aprovechó la tensión que existía entre todos los pueblos nativos. Se trató de una revolución social más que de una conquista.

En el conflicto con Estados Unidos fuimos derrotados, pero no fue simplemente una guerra: fue una invasión. Es un evento poco estudiado en ambos países, pues ellos saben que se trató de una intromisión injustificada y a nosotros nos avergüenza la derrota. Me parecía que eso merecía investigarse a fondo, no sólo con la documentación histórica sino también con la evidencia arqueológica: ¿qué ocurre en los escenarios náuticos?, ¿qué pensaban políticos, capitanes, soldados y marineros? Quiero contar esa historia porque murió mucha gente defendiendo lo que creyó correcto para su país, aunque el desenlace no puede cambiarse.

¿Cómo es tu proceso de trabajo: primero haces investigación documental y luego recabas evidencias en los sitios…?

Lo hago en paralelo: consulto archivos históricos, bibliografía, mapas y literatura, al mismo tiempo que cartografío, determino qué áreas del teatro náutico sirven para responder mis preguntas de investigación y estudio cómo la poderosa flota estadounidense y la pequeña flota mexicana usaron el paisaje marítimo. A partir de ahí defino las posibles zonas de combate, voy al mar, a los ríos por donde navegaron y busco evidencias arqueológicas (restos de barcos de ambos bandos y combates en fortificaciones como las de Veracruz) que me generan nuevas preguntas.

¿Alguna comprobación tuya podría cambiar la historia?

Saber que México ganó varias batallas náuticas poco conocidas y que los oficiales mexicanos fueron astutos cambia la percepción de nosotros mismos. Los mexicanos resguardaron sus embarcaciones en ríos a los que no podían entrar los grandes barcos estadounidenses, y con esa estrategia usaron el paisaje a su favor.

¿Qué otro proyecto te ha marcado?

Un colega chileno me invitó a buscar los restos de un barco inglés del siglo xviii que atacaría la ciudad de Valdivia para apoderarse del sur de Chile. Pero después de cruzar el Estrecho de Magallanes el barco encalló y ocurrió un motín. El capitán tomó dos botes y remó a una isla cercana; los amotinados se quedaron en el barco y sabiéndose perdidos se bebieron todo el licor y se vistieron de gala para morir. Lo curioso es que, mientras buscábamos ese naufragio, una avioneta nos arrojó un mensaje alertándonos de la llegada a Chile de un gran tsunami proveniente de Japón. Siglos después del naufragio inglés nosotros tampoco teníamos alternativa, pues un barco de la Armada Chilena nos había dejado en una pequeña isla a 200 km de la costa. Alarmados, tomamos provisiones y los instrumentos más importantes y subimos al punto más alto de la isla. Fue interesante la respuesta similar a la de los amotinados británicos, pues muchos de los miembros del proyecto se emborracharon esperando la muerte. Al final el tsunami no tuvo mayores consecuencias y al día siguiente seguimos trabajando… ¡La naturaleza humana no cambia!

¿Qué esperas del futuro?

Ahora mismo no me cambio por nadie… Estoy con el equipo de trabajo que quiero y en el lugar donde deseo estar. Gozo mi vida como arqueólogo marítimo, esgrimista y navegante de la unam. La arqueología marítima mexicana necesita estudiantes y tengo un excelente grupo de ellos, muy entusiasta y comprometido; la mayoría son mujeres y sí, son mejores para trabajar varios problemas al mismo tiempo [sonríe].

En corto

Proyecto soñado
Excavar un naufragio del Siglo de Oro en aguas mexicanas.

Científicos admirados
Kepler y los arqueólogos mexicanos Linda Manzanilla y Manuel Gándara.

País a visitar
Regresaría a Grecia, maravillosa geográfica y culturalmente, por su influencia, su literatura y su poesía contemporánea.

Comida preferida
Asado rioplatense uruguayo o argentino. Para el diario, comida mexicana.

Pasatiempos
Esgrima, deporte que me apasiona y acerca a mis alumnos.

Escritores preferidos
Álvaro Mutis, Ricardo Garibay y Julio Cortázar.

Música
Clásica y rock argentino, el mejor del planeta.

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