De entrada 36

Estrella Burgos

En 1877 Thomas Alva Edison inventó el fonógrafo. Se cuenta que para dar los toques finales a lo que sería el primer aparato de grabación de la historia, Edison trabajó sin descanso cinco días con sus noches, haciendo honor a una de sus célebres frases: “La genialidad es uno por ciento inspiración y 99 por ciento transpiración”. En vista de su formidable trayectoria, hemos de creerle. A lo largo de su vida Edison patentó más de mil inventos —entre ellos el foco y el cinetoscopio— y perfeccionó muchos otros, como el telégrafo y las baterías. Para algunos la aportación más importante de este inventor no fueron aparatos, sino la concepción de lo que se ha llamado “laboratorio de investigación y desarrollo”, basado en la labor de equipo de personas con ideas creativas. Edison la llevó a la práctica en West Orange, New Jersey; construyó un laboratorio que en sus mejores tiempos empleaba a 10 mil personas e incluía, en cinco edificios, una planta de energía, almacenes, cuartos de máquinas y de experimentación en física, química y metalurgia. Alrededor del laboratorio había fábricas para la manufactura de los inventos. Esta forma de trabajo fue adoptada por varias compañías y es un antecedente de los centros de desarrollo tecnológico que tenemos hoy en día.

En West Orange se realizaban varios proyectos al mismo tiempo, pero durante toda su vida Edison siguió haciendo mejoras al fonógrafo, su primer gran invento y su favorito: lo llamaba “mi bebé”. Fabricó muchos de estos aparatos y discos, y con ello fundó la industria de grabación. En 1967 —90 años después del invento del fonógrafo— surgió el sonido digital, que nos permite actualmente disfrutar de grabaciones de gran calidad y es el tema de portada de la presente edición. Edison, que jamás escatimó su reconocimiento al talento de otros, muy posiblemente habría apreciado este enorme avance, producto de una historia que él mismo inició.