25 de abril de 2024 25 / 04 / 2024

Ojo de mosca 102

Los límites de la vida

Martín Bonfil Olivera

La ciencia moderna lo revela una y otra vez: cuando las analizamos detenidamente, las cosas casi nunca son tan claras ni bien definidas como parecen.

Pensemos en el concepto de vida, central para la biología. ¿Qué tan bien definida está: cuándo comienza, cuándo termina? La respuesta no es obvia si miramos con detenimiento. Los límites de la vida se pueden buscar al menos en dos dimensiones: el tiempo y el espacio.

Toda vida tiene inicio y final: el nacimiento y la muerte. ¿Es posible definir con precisión ambos momentos?

Podríamos tratar de marcar el momento de la muerte de una persona mediante parámetros sencillos: la suspensión de la respiración, el latido cardiaco o la actividad cerebral. Pero —por ejemplo al discutir sobre eutanasia— hay quien argumenta que una persona no ha muerto aún cuando no tenga actividad cerebral y necesite máquinas cardiorrespiratorias, y que retirarlas sería un asesinato.

Por otra parte, cuando un organismo muere no todas sus células, tejidos y órganos mueren simultáneamente. El cabello y las uñas de un cadáver siguen creciendo durante un tiempo.

El inicio de la vida no es menos borroso. Aunque en la vida diaria consideramos al parto como el principio de una nueva existencia humana, al discutir sobre la despenalización del aborto se argumenta que es más bien la unión de óvulo y espermatozoide la que define el comienzo de la vida.

E indudablemente, el óvulo fecundado está vivo… aunque no se le pueda considerar todavía un ser humano. Pero los gametos estaban ya vivos antes de unirse. Estrictamente no dan origen a una vida nueva, sino a una nueva combinación de genes que define a un individuo distinto a sus progenitores. La fecundación no es tanto un inicio, sino una vuelta más en el ciclo incesante de la vida.

Los organismos asexuales, como las bacterias, muestran todavía más claramente que, en cierto sentido, la vida no tiene principio ni fin. Excepto por accidente, las bacterias son inmortales. No nacen ni mueren: sólo se dividen para dar origen a dos nuevas células, idénticas a la original.

En la dimensión espacial, podemos ver que están vivos los organismos, así como los órganos, tejidos y células que los constituyen. Pero ¿lo están los organelos subcelulares, las biomoléculas y los átomos de los que está formada toda célula viva? ¿Dónde, en esta jerarquía de niveles de complejidad biológica, comienza lo vivo?

Tanto si estudiamos la vida con un microscopio como si lo hacemos con un calendario, definir sus límites resulta tan difícil como determinar, con una lupa, dónde termina una playa y comienza el mar.

Comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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