23 de abril de 2024 23 / 04 / 2024

Ojo de mosca 129

Alcohol

Martín Bonfil Olivera

Es una molécula sencilla, formada por sólo nueve átomos: dos de carbono, uno de oxígeno y seis de hidrógeno. Pero es capaz de provocar cambios importantes en la conducta humana, y eso la ha convertido en un componente importantísimo de nuestra cultura, de la que forma parte desde la era neolítica, hace unos 9 000 años.

El alcohol se produce a partir de azúcares naturales (de uvas, para producir vino; de cebada, para la cerveza; de arroz, para el sake; de agave, para el pulque y el tequila, e incluso de leche). Mediante el proceso de fermentación, estos azúcares se convierten, gracias a la acción de microorganismos —en especial levaduras, hongos microscópicos— en alcohol, que puede luego beberse para lograr sus conocidos efectos.

En realidad, el alcohol que bebemos es sólo uno de los muchos que existen. Su nombre químico es etanol y su estructura le confiere propiedades importantísimas. Cuando es consumido, pasa del intestino a la sangre y de ahí al cerebro, donde interfiere con la transmisión de los impulsos nerviosos de una neurona a otra. Una neurona emite una molécula llamada neurotransmisor, y éste se une a moléculas receptoras en la superficie de la neurona siguiente. Así, el impulso nervioso continúa su camino.

El etanol se une a algunos de estos receptores y al hacerlo produce un efecto depresor sobre el sistema nervioso central, que en dosis bajas (0.05% de alcohol en la sangre) origina una sensación agradable de relajación, elimina la tensión y reduce las inhibiciones (de ahí su importancia como “lubricante” en las relaciones sociales). Pero también, a partir de un 0.1% en la sangre, disminuye la coordinación motora y retarda los reflejos; ello explica su papel como causante de accidentes. En dosis altas (0.3 a 0.4% en la sangre), altera gravemente el control muscular, dificulta el habla, altera las emociones y llega a causar mareo, vómito, inconciencia y coma. Si la dosis ingerida es excesiva (más de 0.4%), el etanol paraliza los centros nerviosos que controlan la respiración y causa la muerte.

Además, el consumo regular de alcohol tiene muchos otros efectos nocivos en el cuerpo humano. Puede producir daños en el hígado —entre ellos la cirrosis hepática, que puede ser mortal—, el sistema cardiovascular, los riñones y el sistema nervioso.

Se trata de una droga que altera la conducta, causa numerosas muertes y daña la salud. Sin embargo, es altamente apreciada, su consumo es permitido por la ley, y venderla resulta un gran negocio.

Nuevamente, queda claro que la ciencia puede informarnos sobre los peligros del consumo abusivo de sustancias como ésta, pero este conocimiento no basta para cambiar nuestros hábitos.

comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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