18 de marzo de 2024 18 / 03 / 2024

Ojo de mosca 190

Blanco y negro

Martín Bonfil Olivera

Los humanos tendemos a ver las cosas en dos extremos: blanco o negro. Al menos en una primera aproximación. El pensamiento dicotómico, que reduce cualquier situación a dos polos —bueno o malo, tóxico o inocuo, natural o artificial, día o noche, racional o irracional— forma parte de nuestra naturaleza. En ciencia, una dicotomía importante es cierto/falso. Pero, como se dijo en la entrega anterior de esta columna, no siempre la ciencia puede satisfacer esa exigencia: a veces responde “no se sabe”, o “depende”.

Sergio de Régules, coordinador científico de ¿Cómo ves?, ha definido el maniqueísmo, la tendencia a ver las cosas en blanco o negro, como “el síndrome de la mesa de boliche”. Todo el que haya jugado un partido de bolos conoce la alargada pista (la mesa) por la que la bola rueda buscando golpear los pinos e, idealmente, hacer una chuza. Y todos, al menos como principiantes, hemos visto con desesperación cómo una y otra vez, a pesar de nuestros esfuerzos, la bola inevitablemente se va por uno de los dos canales que bordean la mesa, para ir a parar a la nada.

Pues bien: De Régules compara la forma de pensar que muchas veces aplicamos al juzgar ciertas situaciones con una mesa de boliche: insistimos en ver uno u otro extremo. Exigimos que la realidad se ajuste a nuestro pensamiento dicotómico, y rechazamos cualquier explicación que requiera aceptar la existencia de diversos tonos de gris, de explicaciones intermedias, de matices, de visiones relativas, no absolutas, en donde juzgar las cosas dependa del contexto.

El síndrome de la mesa de boliche resulta dañino no sólo a nivel personal, sino como sociedad. Lleva a visiones radicales como la de “si no estás conmigo, estás contra mí”, que forma parte del camino a la guerra. Y nos lleva también a hacernos de enemigos innecesarios, al descalificar a quienes adoptan posiciones intermedias en un conflicto, y exigiendo que todos los involucrados “se definan” por uno de los dos extremos. Cuando el pensamiento en blanco y negro domina, los moderados son vistos como enemigos por los dos bandos.

Una de las cosas que nos enseña la ciencia —y también la filosofía— es que las cosas nunca son tan sencillas. Que cuando se analizan con profundidad, lo que parecía simple y reducible a un “sí” o “no” se convierte en un “quizá”, en un “depende”, en una gama de posibilidades que resulta mucho más interesante de explorar.

No: el mundo no es como una mesa de boliche, sino más bien como un amplio y libre campo de juegos.

Comentarios: mbonfil@unam.mx

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