16 de abril de 2024 16 / 04 / 2024

Ojo de mosca 9

¡Sexo!

Martín Bonfil Olivera

La simple palabra trae a nuestra mente imágenes candentes: pieles bronceadas, cuerpos perfectos, miradas llenas de deseo, una pareja haciendo el amor. Pero, ¿qué pasa cuando se mezclan sexo y ciencia? Cuando, en la clase de biología, se aborda el tema del sexo, suele ser desde un punto de vista científico y aburrido: en vez de placer, orgasmos y romance, se habla de hormonas, fecundaciones y cromosomas.

Tal vez sea cierto que falta algo de “calor humano” en la educación sexual que se imparte en la escuela... pero el enfoque científico no tiene por qué ser aburrido. El sexo visto por los científicos (bueno, al menos por los biólogos, porque están los sexólogos, que también son científicos) aunque es un poco frío, no es menos apasionante. Por ejemplo, ¿de dónde salió el sexo?

Una teoría propuesta por Lynn Margulis y Dorion Sagan (primera esposa e hijo del famoso Carl Sagan respectivamente, por si alguien pregunta), presentada en su libro ¿Qué es el sexo? (Tusquets, 1998), sostiene que la combinación de genes provenientes de dos organismos diferentes (que es la esencia del sexo) surgió como un mecanismo de reparación del ADN (los genes) de las primeras células que existieron sobre la Tierra.

Al parecer, en los primeros millones de años de su existencia, la atmósfera de nuestro planeta carecía de oxígeno. Por ello tampoco contaba con una capa protectora de ozono (que es una variedad de oxígeno, sólo que su fórmula, en vez de ser O2, es O3) que filtrara los rayos ultravioleta. Este tipo de radiación es peligrosa precisamente porque puede dañar las moléculas de ADN (por eso produce cáncer).

Cuando las bacterias primitivas quedaban expuestas a la radiación ultravioleta y su ADN se dañaba, no les quedaban muchas alternativas: o lograban repararlo (lo cual no siempre era posible) o morían. O tal vez no... ¿qué pasaría si reemplazaran el ADN dañado por otro fragmento de ADN, aunque proviniera de otra célula? Tal vez el nuevo ADN no funcionaría, pero había una mínima probabilidad de que sí lo hiciera, y eso podría ser su salvación. Si de todos modos iban a morir, no se perdía nada con probar...

Ésta es, en forma caricaturesca y simplificada, la idea de Margulis y Sagan: algunas bacterias primitivas lograron desarrollar mecanismos para incorporar ADN extraño, proveniente de otras células, a sus propias moléculas dañadas, y eso aumentó sus probabilidades de supervivencia. Así nació el sexo.

A partir de ese primitivo mecanismo bacteriano (que era una forma de supervivencia, no de reproducción), fue evolucionando este sexo que hoy nosotros, descendientes multicelulares de aquellas bacterias primigenias, anhelamos tan desesperadamente y que, cuando aprendemos a usar correctamente, nos puede hacer disfrutar tanto.

Comentarios: mbonfil@unam.mx

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