19 de mayo de 2024 19 / 05 / 2024

La dura vida de los murciélagos vampiro

Rafael Ávila Flores

Imagen de La dura vida  de los murciélagos vampiro

Foto: Bernd Wolter/Shutterstock

Pese a su reputación como feroces devoradores de sangre los murciélagos vampiro viven siempre al borde de la inanición, pero con el apoyo de sus grupos familiares y de los lazos que construyen y estrechan con otros individuos logran salir adelante noche con noche

Son las 10:35 de la noche. La Luna se oculta tras las caprichosas siluetas de los árboles mientras en el cielo de mayo parpadean las estrellas. En la Cueva Larga, cerca de una pequeña ranchería tabasqueña, Valentina, una hembra de Desmodus rotundus o murciélago vampiro común, responde al llamado de su reloj biológico que la impulsa a levantar el vuelo en busca de alimento: sangre.

No hay mucho tiempo. Tiene hambre y está débil porque lleva dos noches sin comer. Ayer buscó afanosamente alguna vaca en los potreros, pero regresó con el estómago vacío a la pequeña cavidad que ocupa en un rincón de la Cueva Larga. También visitó sin éxito el pequeño corral en el que los vaqueros ocasionalmente encierran a su viejo caballo, y hasta se animó a explorar un nuevo territorio al otro lado del río. Apenas llevaba unos metros cuando decidió regresar por el mismo camino para invertir sus limitadas reservas de energía en los lugares conocidos.

Cuatro horas de vuelo casi continuo fueron suficientes: Valentina decidió regresar a la Cueva Larga. Tenía la esperanza de que alguna de las integrantes de su pequeño grupo social, “su familia” —aunque no con todas mantenga lazos sanguíneos—, sí hubiera conseguido alimento y lo compartiera con ella. Pero ninguna de sus compañeras regresó al refugio; tal vez se alejaron mucho y prefirieron pasar el día en algún refugio alternativo. Pero hoy tiene que ser distinto. Hoy no puede fallar. No resistiría una noche más sin comer.

Vampiros altruistas

La historia de Valentina se parece a lo que realmente enfrentan los murciélagos vampiro en estado silvestre. En la década de 1980, el biólogo Gerald Wilkinson notó que una fracción de los murciélagos vampiro comunes que estudiaba en Costa Rica regresaban a su refugio sin haberse alimentado. Wilkinson tenía que identificar cada noche a todos los individuos que salían o entraban de sus refugios diurnos —huecos en árboles viejos— porque estaba interesado en describir cómo se organizan los grupos sociales de vampiros. Wilkinson tapaba la entrada con una fina malla de náilon indetectable para los murciélagos y capturaba a todos los individuos que cruzaban el umbral, tanto al salir como al regresar.

Tras pesar a cada individuo antes y después calculó que cada noche uno de cada diez adultos y tres de cada diez jóvenes vampiros volvían con la barriga vacía. Tras cientos de horas dentro de árboles tropicales, Wilkinson concluyó que los vampiros establecen grupos sociales conformados por varias hembras y algunos machos. Observó que, a diferencia de los machos, las hembras de cada grupo social forman lazos estrechos que pueden durar varios años. Pero su hallazgo más notable fue que las hembras comparten alimento cuando alguna de sus compañeras regresa sin comer; la hembra que sí encontró una presa regurgita una parte en la boca de la que no. En adelante los biólogos considerarían esta conducta, única entre los quirópteros, uno de los ejemplos más notables de cooperación animal por el alto costo que implica para el donador de alimento.

Las hembras en su refugio mantenían más cercanía física con aquellas con las que habían formado los lazos cooperativos más estrechos durante los 22 meses en cautiveri0

La dura vida de los murciélagos vampiroEstudios posteriores por el mismo Wilkinson y su equipo confirmarían que los vampiros comunes aplican el principio de reciprocidad tan familiar para los humanos: “Hoy por ti, mañana por mí.” Natalia Kuzmina/Shutterstock.

Amiguis para siempre

A principios de la década pasada, Gerry Carter, exalumno de Gerald Wilkinson, se interesó en describir con mayor detalle la conducta cooperativa de los vampiros. En uno de sus primeros experimentos, Carter mantuvo en cautiverio una colonia de 20 individuos con distinto grado de parentesco, tanto hembras como machos, en instalaciones de la Organización para la Conservación de Murciélagos en Bloomfield Hills, Michigan. Tras permitirles convivir durante más de dos años en una espaciosa jaula de vuelo, hizo experimentos que consistían en extraer a un individuo y dejarlo aislado y sin comer durante 24 horas para simular una noche de fracaso en obtener alimento. Luego devolvió al individuo aislado a la jaula con el resto de los murciélagos recién alimentados y registró, con ayuda de una cámara de visión nocturna y luz infrarroja, la frecuencia y la duración de los contactos boca a boca con otros miembros del grupo, lo que le permitió estimar la cantidad de alimento recibido mediante regurgitación.

Para su sorpresa, en general fue la hembra donadora, y no la receptora, la que tuvo la iniciativa de compartir alimento; esto descarta que la conducta altruista sea provocada por el acoso de la hembra hambrienta. Sin embargo, el hallazgo más interesante fue que la cantidad de alimento donado por la hembra X a la hembra Y en un determinado ensayo fue proporcional a la cantidad donada previamente por la hembra Y a la hembra X, incluso sin ser parientes. Carter también observó que la cantidad de alimento donado fue proporcional a la frecuencia y duración de los acicalamientos o “cariñitos” recibidos en el pasado por la hembra X a la hembra Y. Este experimento demostró que la formación de vínculos amistosos de largo plazo es fundamental para que se expresen las conductas cooperativas entre las hembras de murciélago vampiro común.

En años más recientes, Carter estableció una colonia de murciélagos vampiro en cautiverio en instalaciones del Instituto Smithsoniano de Investigación Tropical en Balboa, Panamá, para facilitar sus estudios sobre cooperación en esta especie. Allí, Imran Razik, alumno de Carter, obligó a grupos de tres hembras de localidades distintas a convivir durante una semana, y notó con sorpresa que al ser reunidas con el resto de las hembras se acicalaron más entre ellas que con las que no tuvieron que pasar tiempo. Otro alumno de Gerry Carter, Simon Ripperger, mantuvo en cautiverio durante 22 meses a un grupo de 23 hembras a las que también se indujo a cooperar. Antes de liberarlas les pusieron sensores de proximidad que indicaban a los investigadores qué tan cerca estaba cada hembra de las otras. Ripperger observó que las hembras en su refugio mantenían más cercanía física con las hembras con las que habían formado los lazos cooperativos más estrechos durante los 22 meses en cautiverio. Gerry Carter y sus colaboradores han demostrado que las hembras del murciélago vampiro común tienden a ayudar más a las hembras con las que han formado vínculos amistosos y cooperativos de largo plazo, aunque son perfectamente capaces de formar nuevas amistades cuando existe reciprocidad. Al parecer, la cooperación en situaciones adversas es un factor clave en la formación de lazos sociales estrechos entre las hembras del vampiro común.

Puesto que más de 90 % del componente sólido de la sangre está formado por proteínas, los vampiros tienen que desechar una gran cantidad de moléculas residuales que se producen al absorber estas proteínas y que son potencialmente tóxicas para sus células. Para eso tienen una segunda fase de excreción, que generalmente ocurre dentro del refugio, en la que producen orina concentrada rica en urea.

Como pierden tantos líquidos al orinar y transpirar, su equilibrio interno de agua es precario, y los hace muy sensibles a las altas temperaturas. Las temperaturas superiores a 28-30 °C suelen ser letales.

Alimentarse de sangre

En nuestra historia, Valentina tenía que comer urgentemente porque no podía sobrevivir más de dos noches sin alimento. Y ese dato es real. Las experiencias acumuladas por los científicos a lo largo de varias décadas confirman lo difícil que es mantener vampiros en cautiverio y lo sensibles que son a la falta de alimento. Pero ¿por qué son tan poco tolerantes al ayuno? Porque de todas las cosas que comen las distintas especies de murciélago (insectos, néctar, fruta), la sangre es la que ofrece los mayores desafíos energéticos, digestivos y excretorios.

Se estima que, en promedio, 78 % de la sangre de mamífero está constituida por agua, así que sólo 22 % de lo que come un animal hematófago es alimento efectivo. Por eso los murciélagos hematófagos están adaptados para desechar rápidamente una gran cantidad de agua en forma de orina diluida; incluso pueden orinar mientras comen. De otro modo tendrían que levantar vuelo con el peso de 15-20 mililitros de sangre (lo que consumen por vez), que es demasiado para un animal de 25-40 gramos.

La sangre tiene muy bajo contenido calórico: menos de 1 % de los componentes sólidos corresponde a carbohidratos. Por eso Valentina debía conseguir un trago de sangre antes de pasar una tercera noche de ayuno. Con tan poca energía disponible los vampiros no pueden generar mucho calor corporal, lo que les impide pasar largo tiempo en refugios a menos de 10 o 15 °C; esto explica que no haya vampiros en regiones templadas o frías. También podría relacionarse con las bajas tasas de crecimiento de las crías: siete meses de gestación y nueve de lactancia. En definitiva, la sangre no es un alimento muy ventajoso (y desde luego no es ningún elíxir de la eterna juventud, como han creído algunos humanos).

La dura vida de los murciélagos vampiroMendesbio/Shutterstock.

Se estima que, en promedio, 78 % de la sangre de mamífero está constituida por agua, así que sólo 22 % de lo que come un animal hematófago es alimento efectivo

El reto de encontrar alimento

Es normal que los vampiros comunes batallen para hallar tapires, venados, pecaríes o tepezcuintles en la selva, pues son animales infrecuentes, asustadizos y sigilosos. Pero ¿cómo explicar que a un vampiro le cueste encontrar vacas, caballos o borregos en una región ganadera? Parte de la respuesta podría estar en sus capacidades sensoriales. Aunque no se sabe bien qué sentidos utiliza el vampiro para encontrar a sus presas, diversos estudios sugieren que el oído, el olfato, la vista y la ecolocalización desempeñan algún papel, aunque tienen un alcance muy limitado. Uno de estos estudios sugiere, por ejemplo, que los vampiros pueden escuchar la respiración de una vaca a poca distancia. Otro experimento comprobó que algunos vampiros pueden oler sangre de vaca a unos 60 cm de distancia. También sabemos que la ecolocalización les sirve para detectar presas que están a sólo unos pocos metros de distancia, y la estructura del ojo sugiere que su visión nocturna debería ser tan buena como la de una rata, pero su hábito de volar bajo (unos 70 cm de altura) limita su campo visual. Que vuelen tan cerca del suelo podría indicar que a los vampiros les cuesta trabajo detectar presas terrestres.

Los vampiros utilizan sus propios caminos para no perderse. Esto significaría que sólo detectan presas que están a muy pocos metros de sus rutas de vuelo. Para averiguar si los vampiros tienen rutas preferidas, una de mis alumnas, Ana Lucía Bolaina, de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, instaló redes de náilon de 24 m de largo perpendicularmente a las líneas de árboles (cercos vivos), bordes de selva y arroyos de una localidad del sur de Tabasco, con el fin de interceptar a todos los individuos que volaran por esa zona. Nuestro equipo había planteado la hipótesis de que los murciélagos vampiro comunes se mueven muy cerca de estas líneas de los paisajes ganaderos como forma de orientarse en áreas abiertas. Nosotros haríamos lo mismo si tuviéramos que movernos a oscuras en campo abierto con la sola ayuda de una linterna que no alumbra más allá de cinco metros. Ana Lucía encontró, en efecto, que los murciélagos vampiro suelen moverse a menos de dos metros de los cercos vivos, bordes de bosque y arroyos en paisajes ganaderos. Si estos elementos lineales funcionan como una red de carreteras para los vampiros, las presas detectables serían las que estén cerca de estos elementos de noche.

Para probar esta hipótesis, Wendy Sánchez, otra estudiante de nuestro grupo, distribuyó conjuntos de tres corrales experimentales de 4 x 4 metros, con cuatro vacas cada uno, a cero, 10 y 20 metros de la orilla del bosque o de los cercos vivos. Allí Wendy encerró las vacas experimentales al atardecer y revisó el número de mordeduras al amanecer. Y, en efecto, las vacas con más mordeduras fueron las que estaban más cerca de los elementos lineales del paisaje. Aunque estos resultados no fueron concluyentes (los ensayos fallaban, por ejemplo, cuando las vacas se escapaban del corral o cuando la lluvia lavaba la sangre de las heridas frescas), el estudio de Wendy deja en pie la idea de que el riesgo de ataque para una vaca depende de dónde pase la noche. Al mismo tiempo, este singular experimento ayuda a entender por qué Valentina tuvo tantos problemas para encontrar alimento en un lugar con tantas presas potenciales.

La dura vida de los murciélagos vampiroPor medio de la ecolocalización los vampiros pueden detectar a sus presas sólo a pocos metros de distancia. Estudios de la ujat sugieren que los vampiros detectan sus presas cuando están cerca de su "red de carreteras".

La dura vida de los murciélagos vampiro

Hasta la fecha, la principal estrategia para controlar la rabia bovina consiste en capturar vampiros y aplicarles un ungüento tóxico en el lomo; cuando estos individuos son acicalados por otros en el refugio, dispersan el veneno. Sin embargo, a principios de la década pasada, el biólogo Daniel Streicker, de la Universidad de Glasgow, encontró evidencia de que esta estrategia de control es contraproducente porque tiende a eliminar a los adultos, que son los más resistentes al virus. Además, podría afectar poblaciones de otras especies de murciélagos si no se identifica bien a los ejemplares capturados. Finalmente, el sacrificio indiscriminado de murciélagos bajo el amparo de las autoridades agropecuarias podría reforzar la idea de que, ante cualquier conflicto con murciélagos, la mejor estrategia es el exterminio.

En defensa del vampiro común

En las regiones ganaderas tropicales del continente americano se considera que el murciélago vampiro común es una plaga, pues es el principal transmisor del virus de la rabia al ganado. La enfermedad producida por este virus, conocida como derriengue o rabia paralítica bovina, provoca pérdidas millonarias. Sin embargo, a los biólogos les queda claro que los vampiros no pueden convertirse en una plaga en el sentido tradicional (es decir, una población que crece de manera acelerada y repentina) porque se reproducen lentamente. De hecho, muchos estudios confirman que estos murciélagos son poco abundantes en comparación con otras especies con las que coexisten. Además, muchas de las ideas que tienen los ganaderos acerca del impacto de las mordeduras en el ganado (creen que provocan debilidad, reducción de la producción de leche, pérdida de peso, anemia y hasta “tristeza”) carecen de sustento científico. Los pocos estudios que se han hecho para evaluar estos efectos no han encontrado grandes impactos negativos.

¿Y qué ocurrió con Valentina? No lo sabemos. A final de cuentas su suerte, como la del resto de los murciélagos vampiro, es una moneda echada al aire cada noche.

La dura vida de los murciélagos vampiro

Rafael Ávila Flores es biólogo egresado de la unam, con maestría en biología por la Universidad de York y doctorado en ecología por la Universidad de Alberta, ambas en Canadá. Realizó estancias de investigación en el Instituto de Ecología y la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la unam, y desde 2012 es profesor investigador en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.

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