27 de abril de 2024 27 / 04 / 2024

Llamando a la mente, llamando a la mente

Alejandra Ortiz Medrano

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Ardea-studio/Shutterstock

La palabra “psicodélicos” despierta muchas cosas. En algunos, temor; en otros, curiosidad por sus efectos en sí mismos o en otros. Entre esos curiosos hay muchos científicos que desde hace casi 20 años estudian las propiedades terapéuticas de estas sustancias. Gracias a sus investigaciones, los psicodélicos se están despojando de sus atuendos hippies y se ponen batas blancas y ropa de calle

¿Psico qué?

En 1943, montado en su bicicleta, el químico suizo Albert Hofmann tuvo una experiencia psicodélica tras probar una sustancia que él mismo había sintetizado hacía años en el laboratorio de la farmacéutica en la que trabajaba: el lsd. Poco más de 10 años después el mundo occidental descubriría los efectos de los hongos Psilocybe u “hongos mágicos” en Huautla de Jiménez, Oaxaca, donde los mazatecos llevaban usándolos cientos de años, o más. El mismo Hofmann sintetizaría a partir de ellos la psilocibina, uno de sus compuestos activos.

El lsd y la psilocibina se identificaron inmediatamente como psicoactivos —sustancias que modifican el sistema nervioso central—, pues sus efectos en la psique son bastante evidentes. Pero tuvieron que pasar algunos años para que recibieran nombre propio, pues también estaba claro que no eran como los otros psicoactivos conocidos, por ejemplo estimulantes como la cocaína, depresores como el alcohol y los barbitúricos, u opioides como la morfina, entre otros. Tras varias propuestas, finalmente ganó psicodélicos, que en griego significa que “manifiestan o hacen visible la mente o el alma”. Y eso hacen los psicodélicos: en cierta medida revelan el funcionamiento de la mente y sus escondrijos al ponerla en un estado diferente al usual.

Así pues, los psicodélicos son sustancias que actúan sobre el cerebro provocando distorsiones en la forma en la que se experimenta el mundo, por ejemplo cambios en la percepción de los sentidos, como la vista y el oído. Pero lo que experimenta una persona no sólo tiene que ver con los sentidos, sino también con las emociones y los pensamientos. Estas moléculas alteran la experiencia completa de la realidad: eso es lo que constituye una experiencia psicodélica. Son estas experiencias —y no las sustancias por sí mismas— las que hoy están revelando importantes efectos terapéuticos.

Poderes terapéuticos

Hay culturas que llevan miles y miles de años usando psicodélicos como parte de sus sistemas de salud. En México hay naciones indígenas que conservan este uso medicinal: mazatecos, mixtecos, matlazincas, nahuas, mixes, chinantecos y zapotecos. No es de sorprender que la ciencia esté encontrando cada vez más evidencias del potencial terapéutico de estas sustancias. ¿Y por qué no se habían encontrado antes, si los psicodélicos se conocen en Occidente desde hace más de 80 años? La respuesta es que sí las encontraron.

Antes de formar parte del kit básico del hippie de los sesenta y de asociarse con bacanales desenfrenadas, el primer uso que la cultura occidental les dio a los psicodélicos fue como medicina. Entre las décadas de 1940 y 1960 decenas de miles de pacientes recibieron psicodélicos de manos de sus psiquiatras, en particular lsd. Las investigaciones de la época mostraron indicios de que estas sustancias pueden ayudar a superar trastornos mentales y emocionales como el alcoholismo y la ansiedad. Pero cuando los psicodélicos salieron de los consultorios comenzaron a despertar temores —la mayoría basados en prejuicios— que finalmente llevaron a prohibirlos en casi todo el mundo. Esto detuvo durante casi cuarenta años la investigación sobre sus beneficios, sus riesgos y sus mecanismos de acción.

Pero gracias a los permisos que comenzaron a otorgarse en algunos países, primero a cuentagotas y después a chorros, a partir de 2006 comenzó una nueva era para la investigación científica y médica de los psicodélicos. Hoy, tras más de 15 años de investigaciones, la ciencia médica considera que los psicodélicos son sustancias con un enorme potencial para revolucionar el tratamiento de diversos trastornos mentales.

En las terapias con psicodélicos para personas con enfermedades terminales se ha encontrado que la mayoría muestra reducción en el estrés y la ansiedad, y más tranquilidad y paz ante la idea de enfrentar la muerte. El mismo patrón se repite en terapias para dejar de abusar del alcohol, el tabaco u otras sustancias adictivas, así como para tratar el trastorno obsesivo compulsivo, trastornos de la alimentación y mejorar en general el bienestar mental de las personas.

Llamando a la mente, llamando a la mente

La evidencia

Hoy en día parte de la investigación sobre psicodélicos se lleva a cabo en laboratorios de instituciones muy prestigiosas, como el Imperial College de Londres o las universidades de Johns Hopkins y Berkeley, en Estados Unidos. Pero no son laboratorios típicos, con luces blancas y mesas de metal. Se parecen más a la sala de una tía buena onda: un sillón cómodo para acostarse, algunos cuadros con imágenes de paisajes naturales, tal vez una mesita con un florero y definitivamente luces cálidas y suaves, y música. La razón es que lo que se investiga ahí son sobre todo terapias asistidas con psicodélicos. Funciona así: los pacientes toman un psicodélico en presencia de investigadores que están guiados por un protocolo especial y que lo acompañan durante el viaje. Unos días después tienen sesiones de integración en las que, para darle sentido, se platica sobre la experiencia.

En lo que va del siglo xxi se han realizado cientos de investigaciones con este tipo de terapias para una gran variedad de condiciones, como depresión, ansiedad, trastornos de la alimentación, síndrome de estrés postraumático, trastornos de uso de sustancias y trastorno obsesivo compulsivo. Casi todas estas investigaciones se han hecho con pocas personas, por lo que los resultados aún no son concluyentes, pero sí muy prometedores, pues invariablemente se encuentra que dichas terapias son tan eficaces como los tratamientos estándar, o más.

Por ejemplo, en el estudio más grande hecho hasta ahora se comparó la psilocibina con el escitalopram, uno de los fármacos más eficaces para tratar la depresión. Se reclutó a personas con depresión y se las dividió en dos grupos. A un grupo le dieron dos terapias asistidas con psilocibina separadas por tres semanas. Cada una de las terapias consistió en tomar una dosis alta de esta sustancia, vivir la experiencia psicodélica en el laboratorio-sala-de-la-tía y después de unos días asistir a dos sesiones de integración. Al otro grupo le dieron escitalopram durante seis semanas y el mismo apoyo psicológico. Después se indagó si mejoraron los síntomas. En ambos casos hubo mejoría en más de la mitad de los pacientes, sin muchas diferencias entre quienes tomaron psilocibina y quienes tomaron escitalopram.

Esto podría parecer un resultado bastante aburrido: ninguna diferencia entre ambos grupos. Pero no lo es. El estudio muestra que sólo dos terapias asistidas con psilocibina equivalen a seis semanas de uno de los mejores antidepresivos conocidos. Además, se encontró que este efecto positivo se mantuvo durante tres meses después de la experiencia psicodélica. En otras investigaciones se halló que el efecto positivo de la psilocibina se mantiene hasta por un año en 70 % de los casos. En comparación, la fluoxetina, otro antidepresivo muy usado, deja de tener efecto en casi 50 % de las personas tras un año de uso.

Gracias al descubrimiento de que la estructura del lsd es muy similar a la de la serotonina, y puesto que se sabía que este psicodélico causa alteraciones en la conciencia, en la década de 1950 se propuso por primera vez que la química cerebral es un elemento importante del comportamiento y las enfermedades mentales. Antes, el paradigma preponderante en la psiquiatría era que cualquier trastorno mental resultaba de la crianza, y por lo general se les echaba la culpa a los papás.

Qué hacen en el cerebro

Los efectos benéficos no son producto exclusivo de las sustancias psicodélicas, sino de la combinación con la terapia, pero el mecanismo de acción de los psicodélicos en el cerebro es muy importante. Qué hacen estas moléculas en el cerebro es un misterio, pero sí sabemos que algunas cosas están relacionadas con su estructura química, y sospechamos que otras tienen que ver con las redes neuronales.

La estructura de los psicodélicos es muy similar a la de la serotonina, un neurotransmisor que producen naturalmente nuestras neuronas y que usan para comunicarse. La serotonina está relacionada con cosas como el sueño, la digestión y la regulación del estado de ánimo; de hecho, es clave para sentir felicidad, bienestar y estabilidad.

Nuestras neuronas tienen receptores para la serotonina, algo así como huecos con la forma de esta molécula, y cuando dos neuronas la intercambian el neurotransmisor se pega fácilmente a la neurona receptora e inicia una reacción en cadena en el sistema nervioso. Como se parecen tanto a la serotonina, las moléculas de psicodélicos se pegan muy bien a estos receptores, en especial a uno que se llama 2A, lo que causa cambios en la actividad cerebral. Lo sabemos porque si se administra un fármaco que bloquea los receptores 2A los psicodélicos no producen efectos.

Los receptores 2A están por todo el cerebro, pero son más abundantes en las regiones responsables de la cognición, del procesamiento de la información sensorial y de la autoconciencia, que es la capacidad de darnos cuenta de nuestra propia existencia, incluyendo nuestros pensamientos y emociones. Esto explica por qué las experiencias psicodélicas son como son: los psicodélicos alteran el funcionamiento normal de estas regiones del cerebro y por lo tanto la percepción sensorial, pero, sobre todo, los pensamientos, las emociones y la manera de entenderse a uno mismo.

Lo que todavía no está claro es qué pasa exac­tamente con las redes neuronales. Las redes neuronales son grupos de muchísimas neuronas encargadas de procesar e interpretar la información que llega al cerebro. Cada red neuronal es responsable de funciones cognitivas específicas, como la memoria o la toma de decisiones. Hay cierta evidencia de que los psicodélicos modifican la comunicación entre redes neuronales. Por ejemplo, se ha visto que relajan la comunicación entre aquellas que usualmente funcionan en sincronía y que aumentan la comunicación entre las que no suelen conectarse, aunque todavía se desconocen los detalles.

Mediante resonancias magnéticas y electro­encefalogramas se ha observado que estas nuevas conexiones y comunicaciones aumentan la entropía del cerebro, es decir, vuelven más compleja y diversa la actividad cerebral. La entropía también aumenta al meditar y soñar, y en los procesos creativos. Es muy diferente de lo que se ve en situaciones en las que se reduce la conciencia, por ejemplo al quedarnos dormidos o con anestésicos, cuando se reduce la entropía cerebral.

Esto apunta a que los psicodélicos crean en el cerebro una organización inusual. Mientras mayor es esta reorganización, mayores parecen ser los beneficios terapéuticos. Es como si los psicodélicos permitieran que el cerebro se liberara de patrones rígidos y habituales de pensamiento y promovieran conexiones distintas que producen perspectivas diferentes.

Riesgos

Aunque no lo creas, los psicodélicos son de las sustancias psicoactivas más seguras que existen, mucho más que otras que afectan la percepción, memoria, emociones y conciencia, entre ellas sustancias legales como el alcohol, el tabaco, la cafeína y los anestésicos, y drogas ilegales como la marihuana, la cocaína, las anfetaminas y la heroína. ¿Cómo es posible que sustancias con efectos tan poderosos sobre la conciencia puedan ser tan inocuas? Por una parte la respuesta tiene que ver con cómo actúan los psicodélicos en el organismo, y por otra, con las circunstancias en que se consumen.

Para empezar, el potencial adictivo de los psicodélicos es muy bajo. Las adicciones a una sustancia a nivel fisiológico implican cambios en el cuerpo que hacen que las personas busquen compulsivamente dicha sustancia y que cuando les falte sientan enojo, frustración e incomodidad física. Esto ocurre porque las moléculas que causan adicción interactúan con el sistema de recompensa del cerebro, que se activa gracias a la dopamina, un neurotransmisor que causa sensaciones de euforia y placer. Dado que los psicodélicos interactúan con los receptores neuronales de la serotonina y no de la dopamina, es casi imposible desarrollar adicción, aunque esto no significa que no se pueda abusar de ellos. Abusar de una sustancia o comportamiento significa usarlos de una manera que causa problemas en algunos aspectos de la vida, por ejemplo en la familia, las relaciones sociales, la escuela, el trabajo, etcétera.

Segundo, no se ha encontrado que los psicodélicos sean tóxicos para ningún órgano, como ocurre con el tabaco, ni tampoco que reduzcan el ritmo respiratorio, como con los opioides. Además, las sobredosis con psicodélicos son extremadamente poco probables en la mayoría de las personas, pues las dosis fuertes son hasta mil veces menores que las que se necesitarían para tener una sobredosis. Por ejemplo, una dosis terapéutica de psilocibina es de 0.025 gramos y se cree, extrapolando de lo que se ha visto en estudios con roedores, que la dosis fatal en personas adultas sería de seis gramos, es decir, casi 20 kilos de hongos Psilocybe frescos. Los psicodélicos sí pueden tener más riesgos para personas con problemas de corazón, pues uno de sus efectos físicos es acelerar el ritmo cardiaco.

Así pues, los psicodélicos no son tóxicos ni adictivos, pero lo que causa mayor temor (y atracción) son sus efectos psicológicos. Mucha gente cree que las experiencias psicodélicas, al alterar la conciencia, pueden llevar a hacerse daño a uno mismo o a otros, o a desarrollar trastornos mentales permanentes, como psicosis o esquizofrenia. A pesar de los rumores, lo que han encontrado las investigaciones es que no existe una asociación entre el uso de estas sustancias y efectos negativos en la salud mental a largo plazo. Aunque a corto plazo es otra historia.
Es bastante común que cuando se está viviendo una experiencia psicodélica aparezcan emociones muy fuertes, como pánico, ansiedad, confusión y mucha incomodidad física y mental. Hasta ahora en las investigaciones en las que psiquiatras, científicos o terapeutas acompañan a personas en estas experiencias en ambientes controlados (los laboratorios-sala) se ha observado que los efectos han sido siempre transitorios y desaparecen en menos de 24 horas sin ayuda de ningún otro fármaco.

Hay que tener presente que en estos ensayos nunca se incluye a personas que tengan antecedentes familiares de ciertas enfermedades psiquiátricas, como psicosis, esquizofrenia o trastorno bipolar, pues está comprobado que aunque los psicodélicos no causan ningún trastorno o enfermedad mental sí pueden dispararlos en quienes ya los tenían, aunque no lo supieran. Todavía hacen falta más investigaciones, pero existe evidencia de que estas sustancias pueden empeorar los síntomas de una de cada tres personas con aquellos padecimientos.

Consumir psicodélicos no está libre de riesgos. Estas experiencias pueden ser psicológicamente muy difíciles, incluso terroríficas, y durar varias horas: es lo que se conoce coloquialmente como malviaje. Los malviajes pueden ser muy intensos y llevar a tomar decisiones peligrosas si no se tiene la contención adecuada, o simplemente a pasarla terriblemente mal. Por eso en las terapias asistidas con psicodélicos hay acompañamiento antes, durante y después de las experiencias. Es muy importante preparar a las personas para lo que van a vivir y después ayudarlas a dar sentido a lo que sucedió. Así, incluso si se experimentó un malviaje, puede haber un desenlace positivo.

Tanto los riesgos como los beneficios asociados con las experiencias psicodélicas dependen en gran medida no solamente de las sustancias y dosis sino del estado mental y emocional de la persona que consume una sustancia, así como del contexto (la música, la compañía y el entorno). En las terapias asistidas con psicodélicos se cuidan todos estos aspectos, pero en una fiesta, por ejemplo, aumentan los riesgos y disminuyen los posibles beneficios. Además, hay que recordar que un riesgo es el legal: en México está prohibida la posesión y el tráfico de sustancias psicodélicas ilegales.

Los psicodélicos clásicos

Existen cientos de sustancias psicodélicas. Algunas son producidas de manera natural por una gran diversidad de especies, entre ellas de hongos, plantas y animales. Otras muchas son sintetizadas en laboratorios. Los psicodélicos más comunes y que ha estudiado más la ciencia son el lsd (dietilamida de ácido lisérgico) o ácidos; la psilocibina y los hongos que la producen, del género Psilocybe; el dmt (dimetiltriptamina) y algunas plantas o preparados de plantas que lo contienen, como la ayahuasca; la mescalina y las plantas que la producen, como el peyote, y el 5-MeO-DMT (5-metoxi-n,n-dimetiltriptamina) más las especies que la producen, como varias plantas y el sapo Incilius alvarius.

En este artículo me refiero a los psicodélicos clásicos, que son los que interactúan con los receptores 2A de la serotonina. También se consideran psicodélicas algunas sustancias que tienen otros mecanismos de acción en el cerebro, como la ketamina y el mdma.

Y para terminar

Como ya viste, hay buenas razones para que la comunidad científica se sienta entusiasmada por los psicodélicos. Pero también hay muy buenas razones para ser cautelosos respecto de su uso, y también de sus potenciales, pues si bien se ven muy prometedores, ningún tratamiento ni sustancia es una varita mágica que puede curarlo todo. Todavía hace falta mucha investigación, por ejemplo para determinar con precisión los riesgos de distintos psicodélicos. En particular se necesita más información sobre qué pasa con su uso frecuente o con la interacción con otras sustancias. También hay que entender cabalmente la amplitud y las limitaciones de sus beneficios, y sus mecanismos fisiológicos precisos. Es una odisea científica que apenas está empezando; tal vez haya algunas paredes que se derriten, pero posiblemente no termine en un malviaje.

Alejandra Ortiz Medrano es bióloga y se dedica a la comunicación de la ciencia. Escribe, hace pódcast y colabora con museos, entre otras cosas. Le gustan los dinosaurios, los gatos, leer, platicar y ñoñear.

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