27 de abril de 2024 27 / 04 / 2024

Entre tinta y agujas: La ciencia y la cultura de las modificaciones corporales

Mariana Mastache-Maldonado y Diego Alonso Echánove-Cuevas

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Foto: Dr. Anne Austin

¿Duele mucho hacerse un tatuaje? ¿Deja cicatriz? ¿Te puedes contagiar de algo? ¿Cuál es el mejor metal para un arete? ¿Te van a discriminar si te perforas los labios o te tatúas la cara? ¿Por qué nos gusta tanto modificar nuestro cuerpo? Dorotea y Macario tenían en mente éstas y otras preguntas porque salían de casa para una cita importante: se habían comprometido a acompañarse en su primera experiencia de tatuaje y perforación.

Bienvenidos a mi gruta

Los amigos, tras pensarlo bien, deciden visitar un estudio especializado. Macario elige tatuarse un Cheems en el brazo en honor al perrito que inspiró un famoso meme. Dorotea decide hacerse un piercing llamado septum: una pieza metálica que atraviesa el tabique nasal. Ambas cosas son modificaciones corporales: cambios deliberados y a veces permanentes, o casi permanentes, en nuestros cuerpos. Hoy en día los tatuajes y las perforaciones son cosa común y no espantan a casi nadie, pero si fuéramos mayas de la época clásica sería normal ver por la calle gente con deformaciones craneales e implantes de jade en los dientes. Así, casual.

Está claro que a los humanos desde siempre nos ha gustado mucho modificar nuestro cuerpo. Un ejemplo famoso es Ötzi, el Hombre de Similaun u hombre de las nieves, una momia de cinco mil años de antigüedad que tiene 61 tatuajes y algunas perforaciones en las orejas; en Australia y África se han encontrado esqueletos de más de 40 mil años con evidencias de perforaciones. Estas prácticas pueden reflejar formas de comprender el mundo —como los tatuajes de henna en la cultura hindú, que usa la novia en las bodas como símbolo de salud y prosperidad—, expresar relaciones familiares y sociales —como el moko kauae de las mujeres maoríes, que se considera una manifestación física de su auténtica identidad— o marcar identidades de género —como en ciertas culturas occidentales modernas, en las que lo más común es que las mujeres usen aretes y los hombres no—. También pueden ser simplemente una expresión de gusto personal.

Existen muchos estilos y formas de realizar estas modificaciones corporales, que varían según la cultura. Por ejemplo, los tradicionales tatuajes horimonos japoneses eran usados por las clases oprimidas para manifestar su desacuerdo con las autoridades. En la antigua Roma, los hombres optaban por perforarse los pezones como símbolo de virilidad y camaradería entre ellos. Los mayas, por su parte, marcaban su transición a la edad adulta con perforaciones en la lengua, con lo que demostraban su valor ante la muerte o el dolor físico.

Lamentablemente, existen casos históricos en los que los tatuajes y las perforaciones han sido mal vistos, impuestos o usados como herramientas de opresión: los tatuajes forzados en las niñas de ciertas tribus de la India o los que les ponían a los prisioneros en los campos de concentración nazis. En la antigua Roma, por ejemplo, a los esclavos varones se les perforaban los genitales con el objetivo de controlar su sexualidad, porque se creía que eso les impediría procrear. Los cristianos, por su parte, estigmatizaron las perforaciones porque las consideraban paganas y subversivas, ya que creían que el cuerpo, hecho a imagen de Dios, era perfecto y no debía alterarse.

Algunas modificaciones nos parecen extraordinarias, como las que se hacen las mujeres de la tribu karen, en Tailandia, quienes a lo largo de la vida se van poniendo anillos en el cuello para alargárselo, una tradición que se dice que servía como protección contra los tigres y que hoy se considera un símbolo de belleza y estilo. ¿Y qué tal la práctica de usar platos labiales, conocidos como discos, platillos o placas, que se colocan en perforaciones en ambos labios? Esta modificación corporal se practica en tribus africanas y americanas; los platos se elaboran con arcilla o madera, y poco a poco (aproximadamente cada dos o tres meses) se van insertando discos de mayor tamaño; pueden llegar a ser enormes. Mientras más grandes, mejor se ve el portador.

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TanEntre tinta y agujas: La ciencia y la cultura de las modificaciones corporalesFotos: Shutterstock.

A veces soplan los vientos de la guerra

Para Macario y Dorotea lo que hacen los perforadores y los artistas de tatuajes parece una técnica para embellecer el cuerpo, pero a nivel microscópico en la piel se desata desde el principio una orquesta silenciosa de respuestas. Las células no saben que están a punto de ser el lienzo que inmortalice a un perro de internet: las heridas que están por recibir son iguales a cuando te raspas la rodilla o te clavas una astilla de madera. Y la respuesta del cuerpo es la misma.

Comienza el tatuaje de Macario. Para ello, un conjunto de agujas perfora rápidamente la capa externa de la piel hasta llegar a la dermis, aproximadamente a 1.7 mm de profundidad. Durante el proceso las agujas rompen algunas células, dañan vasos sanguíneos, provocan sangrado y activan los sensores de dolor. Este proceso se repite alrededor de 100 veces por segundo; en cada ciclo las agujas depositan tinta en esta capa de la piel. ¿Cómo responde el cuerpo a este asalto? Se defiende y se protege. Las células se activan como bomberos en un incendio: para ellas un tatuaje es como vivir en una ciudad asediada por lanzas gigantes.

El cuerpo de Macario entra de inmediato en una fase llamada hemostasis, en la que las plaquetas, pequeños fragmentos de células que circulan en la sangre, se agrupan para tapar fugas y detener el sangrado. Después, cuando las células inmunitarias de la piel detectan el daño mediante moléculas que se vierten al torrente sanguíneo pero no deberían andar por ahí, activan alarmas que atraen a un gran número de glóbulos blancos, células que funcionan como soldados especializados en proteger y cuidar al cuerpo de infecciones e intrusos. Desde el inicio y hasta unos minutos después de finalizado el tatuaje estas defensas evitan que un microorganismo infecte la herida húmeda que dejan las agujas a su paso.

Ahora es el turno de Dorotea, la amiga de Macario. Para su septum el perforador comienza limpiando el área del tabique de la nariz con una solución antiséptica. Luego usa una pequeña aguja para hacer una perforación en el tabique. Puede haber un breve momento de molestia, pero en realidad el procedimiento sólo lleva unos segundos. Después, el perforador coloca la joya que Dorotea eligió, en este caso una de color rosa mexicano. Las respuestas iniciales del cuerpo de Dorotea y su septum ante la perforación son muy similares a las del tatuaje que se hizo Macario.

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Es el momento del reposo y del juicio

Es posible que Macario sienta que el primer día la zona del tatuaje está inflamada, enrojecida y adolorida. Seguramente cubrieron la parte del cuerpo que se tatuó con plástico u otro material, y con el paso de las horas verá por esa ventanita que su piel está húmeda. Todo esto ocurre porque se encuentra en la fase inflamatoria de la curación: la herida se hincha, se enrojece y se llena de líquido y glóbulos blancos que continúan atacando a cualquier agente extraño que se haya colado (incluida la tinta). En medicina, por cierto, inflamación no es lo mismo que hinchazón: la inflamación sucede cuando en un tejido está muy activo el sistema inmunitario y manda células y sustancias químicas para pelear contra invasores y acelerar la curación.

Es normal que el tatuaje sude un líquido rojizo llamado exudado, el cual contiene agua, tinta, glóbulos blancos y restos de células muertas, además de glóbulos rojos, que le dan su color. Esto sólo durará unas horas (o máximo unos cuantos días) hasta que la herida se vea seca. Si pasa más tiempo, Macario tendrá que ir a que su tatuador lo revise.

En unos cuantos días la piel intervenida de Macario estará seca y en la fase proliferativa de la curación, es decir que las células intentan “llenar” las heridas. También se secarán los coágulos de la fase de hemostasis y formarán una delgada costra que apagará los colores del tatuaje durante unos días, hasta que ésta se desprenda. En dos o tres semanas Macario podrá vivir su vida normal, luciendo y cuidando su arte corporal; tendrá que hidratar bien la piel para mantenerla sana; evitar meterse al mar, donde su herida puede infectarse fácilmente, o quemarse con el sol, ya que los rayos uv son una de las pocas cosas que pueden degradar la tinta de un tatuaje.

Con el paso del tiempo el brillo inicial puede disminuir, a medida que la capa externa de la piel —la epidermis— cubra el tatuaje. La piel ahora está en la fase de maduración, reorganizando estructuras como las fibras de elastina y colágeno, que proporcionan elasticidad y firmeza, así como ajustando el orden de las células para que se parezca al estado previo a la herida.

Una vez que ha terminado el proceso, el tatuaje de Macario será permanente. La razón es que, por más que los glóbulos blancos traten de descomponer la tinta, no tienen la maquinaria necesaria para romper las moléculas sintéticas que la componen. Las tintas para tatuaje son una combinación de pigmentos sólidos y tintes disueltos en agua; se usan más de 200 ingredientes y la mayoría de los colores proviene de metales pesados como antimonio, berilio, plomo, cobalto-níquel, cromo y arsénico; asimismo, contienen otras sustancias como conservantes.

Los glóbulos blancos terminan por darse por vencidos: en lugar de tratar de eliminar estos cuerpos extraños estas células inmunitarias engullen la tinta, y se llenan tanto que terminan por quedar incrustadas en la piel, incapaces de trasladarse. Finalmente mueren, como cualquier otra célula del cuerpo, y será el trabajo de un nuevo glóbulo blanco llegar a engullir la tinta que desechó la difunta célula, con lo cual se repite el ciclo y la tinta se queda en el lugar de la punción. Así, el tatuaje será permanente.

La interacción del sistema inmunitario con la tinta no se limita a la incapacidad de degradarla químicamente. Investigaciones en pacientes y cadáveres con tatuajes han revelado la presencia de tinta en algunos ganglios linfáticos (esos pequeños bultos de tejido que albergan células defensoras y se inflaman cuando tenemos una infección). Esto significa que algunos glóbulos blancos no sólo engullen la tinta sino que la transportan hasta los ganglios linfáticos cercanos, tal vez en un intento de llevarla a un tejido que pueda degradarla. Sólo la energía de los rayos ultravioleta del Sol o un tratamiento láser pueden romper las moléculas de la tinta, lo que permite que el cuerpo finalmente la procese y elimine. Así es posible eliminar los tatuajes si te arrepientes.

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¿Y Dorotea?

Dorotea va a vivir un proceso un poco distinto al de Macario. La principal diferencia es que un tatuaje consiste en miles de pequeñas heridas que pueden cerrarse, mientras que en una perforación una pieza de metal evitará que la piel regrese a su estado original y tendrá que sanar de una manera diferente. Esto provoca que la lesión se mantenga húmeda por más tiempo y tarde más en cicatrizar, por lo que el periodo de riesgo de infección es más prolongado.

Durante los primeros días después de la perforación de Dorotea la piel que rodea la nueva pieza puede hincharse, ponerse roja y estar sensible. Esto no es otra cosa que la fase de inflamación de la que ya hablamos y que desempeña un papel clave en la protección contra infecciones. En esta etapa los vasos sanguíneos se ensanchan para permitir que la sangre fluya hacia la herida, lo que provoca que la zona circundante se torne del característico color rojo de la sangre. En lo profundo de la herida se forma un coágulo: un tapón en el que se agrupan las plaquetas, los glóbulos rojos y unas proteínas llamadas fibrina y fibronectina, para detener el sangrado y sanar las heridas.

La fibrina y la fibronectina funcionan como una red y un pegamento microscópico que agrupa y fija las plaquetas y los glóbulos rojos en la zona dañada. Los glóbulos rojos, muy abundantes y grandes, ayudan a cerrar la herida, mientras que las plaquetas, además de su función en la cicatrización, atraen glóbulos blancos hacia la herida, como si se tratase de un imán. Además, pueden regular sus respuestas ante infecciones o lesiones mediante mensajes químicos, un aspecto crucial para combatir las infecciones con éxito.

Igual que Macario, es posible que al principio Dorotea note que hay una secreción en la zona perforada y que se pregunte si es normal. En realidad es una buena noticia: esta sustancia pegajosa de color claro, compuesta principalmente por proteínas como el colágeno, fortalece el tejido circundante, se seca y forma una costra. A medida que la perforación se cure, Dorotea observará que la hinchazón disminuye y el área adquiere un tono rosa. Este color significa que su perforación está sana pero aún se está reparando; el tejido no será tan flexible como el resto de la piel de Dorotea debido a la acumulación de colágeno en el área de la perforación. Se trata del tejido cicatricial, que es cerca de 20 % menos fuerte y menos elástico que la piel que no ha sido lesionada previamente, pues, aunque las células y las proteínas tratan de componer la herida, es imposible devolverla a su configuración original.

Si prestamos más atención, en ese momento del proceso de cicatrización de Dorotea está ocurriendo la fase de proliferación. También se están fabricando vasos sanguíneos para poder darle a su nuevo tejido todos los recursos que necesita para reparar el daño.

Es importante mencionar que una perforación puede parecer curada antes de que se termine este proceso, pero es así porque la herida sana de afuera hacia adentro, de modo que, aunque por fuera se vea bien, el interior sigue siendo frágil. Además, dependiendo del lugar del cuerpo en el que se haga la perforación el proceso de curación es distinto. Por ejemplo, en el caso de la oreja, el cartílago perforado suele ser más difícil de curar y puede tardar de tres a diez meses, mientras que la zona del lóbulo sólo tarda un par de meses. Esto se debe a que el cartílago tiene menos suministro de sangre y nutrientes que el lóbulo, por lo que tardará más en completar los procesos fisiológicos de curación.

Dorotea sabrá que la perforación ha sanado cuando las secreciones se detengan y ya no le resulte incómodo llevar la pieza que eligió. De todos modos tiene que estar alerta, ya que existe un riesgo persistente de infección. Mientras se cura la zona puede ser un poco más frágil y cualquier abertura en la piel —aunque sea diminuta— podría permitir la entrada de microorganismos.

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Modificaciones vivas

Dorotea y Macario seguirán adelante con sus vidas. Algunas veces mostrarán con orgullo sus modificaciones corporales y quizá compartan el significado de la pieza que Dorotea eligió ese día para su septum o las razones por las que Cheems resultó el elegido para adornar para siempre el brazo de Macario. En otras ocasiones, lamentablemente, tendrán que ocultar estas modificaciones para evitar posibles prejuicios asociados con ellas. Sin importar cuánto tiempo pase, tendrán que cuidar su piel. Macario deberá proteger su tatuaje del sol. Dorotea deberá mantener limpia su perforación y asegurarse de usar piezas con regularidad para evitar que la piel se cierre de nuevo, pues las joyas actúan como límite para mantener su forma. Si se quitan, el tejido podría crecer de nuevo sobre el lugar de la perforación, de manera acelerada cuando la herida es nueva y lentamente cuando las perforaciones son viejas.

Sus modificaciones los acompañarán para siempre; incluso si deciden eliminarlas, las cicatrices estarán allí. ¿Querrán hacerse otro tatuaje o una nueva perforación? ¿O tal vez probar otras modificaciones? No lo sabemos, pero si lo deciden seguro quedarán geniales.

 

Mariana Mastache es bióloga de la unam, miembro de la Unidad de Investigaciones Periodísticas. Le apasionan los temas de medio ambiente, neurociencias y epigenética. Realiza comunicación científica e ilustración.

Diego Echánove es biólogo apasionado por la investigación, la innovación, la educación y la comunicación de la ciencia. Con su trabajo en temas socioambientales, de biomedicina y biotecnología busca contribuir al bienestar social equitativo.

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