Vitaminas en los cosméticos, ¿sirven de algo?
Héctor Riveros-Rosas y Adriana Julián-Sánchez
Foto: Arturo Orta
Actualmente existe una gran diversidad de productos para el cuidado de la piel, como cremas faciales, lociones, champús, toallas desmaquillantes e incluso jabones, que contienen entre sus ingredientes vitaminas. Los fabricantes proclaman que esto tiene diversos beneficios para el consumidor, desde la protección de la piel contra las agresiones del ambiente o la disminución de las lineas de expresión, hasta la prevención del envejecimiento prematuro de la piel y la capacidad de aclararla "más alla del tono genético". Pero es muy poco lo que se informa al público sobre la veracidad de estas afirmaciones.
La piel es el órgano más grande y extenso de nuestro cuerpo. Constituye una compleja y eficiente barrera contra la penetración de agentes patógenos y sustancias extrañas; además nos protege de agresiones o lesiones físicas, así como de la pérdida excesiva de agua y otros componentes esenciales del organismo. La salud de la piel es por lo tanto, indispensable para nuestro bienestar. Por ello no es extraño que muchos fabricantes de cosméticos incluyan en la formulación de sus productos diversas vitaminas (A, C y E) y sus derivados, con la idea de conservar y proteger la piel.
Vitamina A
La vitamina A (retinol) y sus derivados son de los nutrientes que con más frecuencia se añaden a cremas, lociones y otros cosméticos. Se dice que ayudan a reducir, e incluso a prevenir, la formación de arrugas, dando a la piel una apariencia más joven. Veamos qué tan cierto es esto.
La vitamina A es precursor o formador del ácido retinoico, una sustancia orgánica que actúa como regulador de la diferenciación celular en diferentes órganos y tejidos, incluyendo la piel. De hecho su síntesis durante el desarrollo embrionario esta finamente regulada, y su carencia o exceso puede producir graves malformaciones en el embrión. En adultos su carencia está acompañada, entre otros síntomas, de problemas severos en la piel. Un efecto del ácido retinoico, importante desde el punto de vista cosmético, es que estimula la síntesis de colágena e inhibe su degradación. La colágena es una proteína fibrosa (que no es soluble en agua y tiene un aspecto semejante al de una fibra) y conforma uno de los principales componentes de la matriz extracelular, esto es, el material que llena el espacio existente entre las células de un tejido. La colágena mantiene a las células en su sitio, lo cual previene la formación de arrugas.
El ácido retinoico estimula también la producción de células nuevas en las capas internas de la piel y acelera el desprendimiento de las células muertas de las capas superficiales. Ambos efectos contribuyen a suavizar y desvanecer las arrugas.
La aplicación directa del ácido retinoico sobre la piel se utiliza con frecuencia para tratar los daños que produce la exposición excesiva a la radiación solar, la cual estimula la degradación de la colágena y promueve el engrosamiento y la aparición de arrugas, lo que causa un envejecimiento prematuro de la piel. Por otra parte el ácido retinoico regula la proliferación y movilidad de los melanocitos, que son las células encargadas de producir melanina, el principal pigmento de la piel. Por ello también se utiliza en el tratamiento de desórdenes de la pigmentación de la piel, entre ellos los producidos por la radiación solar, como la aparición de manchas oscuras.
Los productos que contienen ácido retinoico (por ejemplo Retin-A y Arretin), sólo deben usarse bajo prescripción médica, ya que mal empleados pueden ocasionar una irritación severa en la piel, que incluye comezón, enrojecimiento, descamación y resequedad. Por este motivo los cosméticos no contienen ácido retinoico sino precursores inactivos, como el retinol mismo, o derivados más estables, los cuales deben ser convertidos en ácido retinoico por las células vivas de la piel. El problema es que el retinol, cuando es adicionado directamente a los cosméticos, se degrada rápidamente por el contacto con el oxígeno del aire o la exposición a la luz; y si lo que se añade son sus derivados más estables, la absorción es mínima, ya que las células vivas se localizan en las capas más profundas de la piel. Así, estas células no asimilan la mayor parte de la vitamina A que contienen los cosméticos.
Vitamina C
El ácido ascórbico o vitamina C desempeña un papel esencial en la síntesis de colágena en nuestro cuerpo. Esto, aunado a sus propiedades como agente antioxidante (que previene los daños a la piel provocados por la radiación solar o por la exposición a ciertos contaminantes atmosféricos), han marcado la pauta para incluir también a la vitamina C o sus derivados en la formulación de diversos productos cosméticos. Sin embargo, esos beneficios están plenamente demostrados sólo para el caso en que la vitamina C sea ingerida como parte de la dieta, junto con el resto de los alimentos, o en ensayos de laboratorio, donde la vitamina C recién preparada y aún sin oxidarse o degradarse se añade al cosmético. Esto último es particularmente importante, ya que la vitamina C es muy inestable y se degrada rápidamente al exponerse a la luz o cuando entra en contacto con el oxígeno del aire. Así, en los productos cosméticos que uno puede comprar la vitamina C debe estar ya prácticamente inactiva, puesto que se oxida espontáneamente en unas cuantas semanas.
Son más estables los derivados del ácido ascórbico que contienen fosfato, el cual impide su oxidación, pero también su acción como agente antioxidante. Si bien es cierto que las células vivas de la piel pueden tomar este tipo de derivados y recuperar el ácido ascórbico al eliminar el fosfato, el carácter hidrofílico (soluble en agua) de los mismos limita casi totalmente su absorción cuando se aplica sobre la piel. Los derivados hidrofóbicos (insolubles en agua) de la vitamina C que podrían ser absorbidos por la piel, son muy inestables y tampoco se asimilan en forma significativa. Por otra parte, aunque se sabe que a valores de pH menores que 3.5 la vitamina C es estable, ningún cosmético puede ser elaborado a un grado de acidez tan alto, porque causaría irritación en la piel.
Vitamina E
Esta vitamina existe en ocho formas diferentes, de las cuales la que actúa más activamente en el ser humano es la denominada alfa-tocoferol. Su función principal en las células es actuar como antioxidante, protegiéndolas de una serie de agentes químicos muy reactivos denominados radicales libres (véase recuadro), los cuales pueden atacar e inactivar una gran diversidad de biomoléculas, incluyendo proteínas, ácidos nucleicos y lípidos. Esta vitamina atrapa los radicales libres presentes en las membranas de las células. La acumulación de daños por efecto de los radicales libres es una de las causas más probables del proceso de envejecimiento.
El oxígeno es un poderoso agente oxidante capaz de inducir la generación de radicales libres, de ahí que la piel, al estar expuesta directamente al oxígeno del aire, sea particularmente propensa al daño que éstos causan. Por ello en la piel existe toda una intrincada red de sistemas antioxidantes encargados de neutralizar los daños inducidos por la generación de radicales libres, de los cuales la vitamina E es el más importante.
Por lo anterior, se ha considerado que la adición directa de vitamina E sobre la piel debe ejercer un efecto protector. Además, el alfa-tocoferol impide la penetración de la radiación ultravioleta, es decir, actúa en la piel como un filtro solar. De hecho, está demostrado que la aplicación de vitamina E previene el desarrollo de cáncer de piel inducido por esa radiación. Sin embargo, el alfa-tocoferol es poco estable y se degrada rápidamente por acción de la luz ultravioleta, por ello en los cosméticos suele adicionarse en forma de derivados inactivos. Tanto la vitamina E como sus derivados son solubles en grasas y pueden por esta razón ser absorbidos por la piel con relativa facilidad. Sin embargo, la asimilación del alfa-tocoferol, a partir de sus derivados inactivos, es más controversial y se considera que sólo una fracción muy pequeña de la vitamina E añadida a los cosméticos puede finalmente ser utilizada por las células vivas de la piel. Además, se ha reportado que en ciertas condiciones los derivados inactivos de la vitamina E pueden estimular el desarrollo de células cancerosas. El alfa-tocoferol aplicado directamente en forma inadecuada puede provocar irritación en la piel.
La piel
La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo, cubre un área aproximada de 2 m2 y pesa alrededor de 5 kg. Es un órgano complejo y tiene una variedad de tipos celulares mayor que el cerebro; su función principal es evitar la pérdida de agua y el ingreso de materiales y organismos extraños. En un cm2 de piel pueden encontrarse cerca de 5 millones de células, 15 glándulas sebáceas, 90 glándulas sudoríparas, 10 vellos, numerosos músculos y miles de terminales nerviosas. El grosor de la piel varia desde 0.5 mm en el párpado hasta más de 2 mm en las palmas y planta del pie.
La estructura de la piel suele dividirse en tres capas: la más externa es denominada epidermis, la capa subyacente es la dermis, y la más profunda es la hipodermis, donde está contenido el tejido adiposo responsable del almacenamiento de las grasas corporales. La dermis o "piel verdadera" se compone de tejido conjuntivo, en el cual se localizan diversas estructuras especializadas como los folículos pilosos (que dan origen al pelo), las glándulas sebáceas y sudoríparas, vasos sanguíneos y terminales nerviosas, además de materiales elásticos, agua y colágena.
La epidermis tiene varias capas de células: la capa basal está constituida por células vivas, las cuales se reproducen constantemente y empujan a las células viejas hacia las porciones más externas de la piel, donde mueren y terminan por conformar una barrera casi impermeable denominada estrato córneo. Estas células muertas continuamente se descaman y desprenden.
Para que una sustancia sea absorbida por la piel debe atravesar el estrato córneo.
Esto no pueden hacerlo moléculas grandes como proteínas, o aquellas que no son solubles en grasas (denominadas polares). Sólo las moléculas relativamente pequeñas y solubles en grasas superan la barrera del estrato córneo y de ellas son pocas las que logran alcanzar las células vivas de la piel.
¿Y entonces?
Como hemos visto, la presencia de vitaminas y/o sus precursores, llamados también provitaminas, en los productos cosméticos, no siempre tendrá efectos tan útiles o beneficiosos como uno podría esperar. Se requiere de más estudios y del desarrollo de nuevas técnicas que mejoren la estabilidad, absorción y asimilación de las vitaminas contenidas en los cosméticos. Mientras no suceda así, los beneficios de la inclusión de vitaminas en estos productos seguirán siendo más una promesa que una realidad. Esto no significa que el uso de cremas y otros productos cosméticos no sea importante en el cuidado de la piel.
Las cremas por ejemplo, evitan la resequedad y los daños causados por la falta de lubricación, lo que puede ser muy importante en aquellas zonas de la piel expuestas al frío o que se lavan frecuentemente, como la cara, las manos o los labios. El frío inhibe la secreción de grasas y ceras por las glándulas sebáceas de la piel, provocando resequedad y agrietamiento, efecto que también puede observarse con el lavado repetido. Los bloqueadores o filtros solares, por otra parte, son necesarios para evitar los daños que causa la radiación ultravioleta del Sol. Pero en lo que se refiere a las vitaminas, es importante recordar que la mejor forma de asimilarlas para conservar un estado saludable, incluyendo el de la piel, es a través de su consumo en la dieta.
Otras medidas necesarias para el cuidado de la piel y la prevención de daños son:
1) Evitar una exposición excesiva a la luz solar, la cual produce quemaduras en forma inmediata, y a largo plazo envejecimiento prematuro de la piel, arrugas, manchas y un incremento en el riesgo de desarrollar cáncer de piel.
2) Limitar el contacto con detergentes y solventes orgánicos, como éter, aguarrás, thiner, gasolina o acetona, ya que disuelven y eliminan las secreciones cerosas que de forma natural lubrican e impermeabilizan nuestra piel provocando resequedad y agrietamiento. La exposición a solventes orgánicos, puede presentarse incluso con productos cosméticos: la acetona, por ejemplo, suele ser el ingrediente principal de los removedores para barniz de uñas.
3) Evitar la frotación excesiva de la piel, la cual puede ser significativa en aquellas personas que desarrollan una actividad manual intensa como jardineros, albañiles, mecánicos, lavanderas, etc.
4) Evitar en lo posible la exposición al humo proveniente del tabaco u otras fuentes, porque contiene sustancias irritantes como el alquitrán y el hollín que pueden producir cáncer. De hecho, es interesante señalar que el hollín fue la primera sustancia química para la cual se demostró que puede producir cáncer en la piel.
5) Tener una nutrición balanceada, que incluya cantidades adecuadas de todas las vitaminas y minerales.
Más aditivos
Además de vitaminas, muchas veces se adicionan a los cosméticos otras sustancias como colágena, queratina, elastina e incluso ADN. Éstas no se asimilan a través de la piel debido a que son macromoléculas, no tienen ninguna oportunidad de atravesarla. Su adhesión a las células muertas de la superficie de la piel o el pelo apenas tiene algún beneficio, sirve solamente para bloquear la radiación solar y esto con una baja eficiencia. Por otra parte, se ha reportado que algunas personas presentan reacciones alérgicas a este tipo de aditivos.
En los últimos años se ha intentado encapsular ciertos genes en liposomas (vesículas artificiales con forma esférica, elaboradas con sustancias grasas), y a través de técnicas sofisticadas tratar de que atraviesen la superficie de la piel y alcancen a las células vivas. Esto tiene objetivos mucho más ambiciosos que su aplicación en cosméticos y se encuentra aún en las primeras etapas experimentales, de hecho no se ha demostrado siquiera que sea posible.
Así, muchas compañías incluyen nuevos aditivos en sus productos sin otro fin que el de llamar la atención de los consumidores y aumentar sus ventas.
Radicales libres
Los radicales libres (RL) son átomos o moléculas que tienen un electrón no apareado en su última órbita, característica que los convierte en sustancias altamente reactivas. De hecho la gran mayoría de los RL son agentes oxidantes capaces de sustraer con facilidad electrones de las moléculas orgánicas, como lípidos, carbohidratos, proteínas, etc. las cuales al perder un electrón se convierten, a su vez, en nuevos radicales libres. Esta multiplicación provocaría severos daños en las células vivas si éstas no contaran con una compleja maquinaria para evitarlos.
Las vitaminas C (ácido ascórbico) y E (alfa-tocoferol) son dos compuestos altamente efectivos para controlar los daños inducidos por RL, ya que reaccionan fácilmente con ellos impidiendo que afecten a otras biomoléculas. Estas vitaminas, al donar electrones a los RL, los convierten en compuestos estables que pierden su reactividad y por ende, su toxicidad. Posteriormente, la célula repone a las vitaminas que se oxidan por acción de los RL, los electrones que perdieron, de tal manera que puedan emplearse nuevamente para neutralizar otros radicales libres.
En la atmósfera de las grandes zonas urbanas existe una apreciable cantidad de agentes oxidantes y radicales libres, como el ozono y los óxidos de nitrógeno, entre muchos otros.
El estrato córneo, que es la capa más externa de nuestra piel, está constantemente expuesto a este tipo de agentes, y así como impide la absorción de sustancias a través de la piel, también impide que los RL penetren al interior de nuestro cuerpo. De esta manera, tradicionalmente se ha considerado que los daños inducidos por RL en la piel no son muy significativos, dado que estos reaccionan mayoritariamente con las células muertas y lípidos del estrato córneo, sin tener oportunidad de alcanzar las capas vivas de células. También es cierto que la piel continuamente secreta vitamina E y otras sustancias antioxidantes en su superficie (vitamina C, glutatión, ácido úrico, etc.), y su actividad antioxidante es mayor que la de muchos otros órganos internos de nuestro cuerpo. Pero esta capacidad disminuye con la edad, lo que se asocia al proceso natural de envejecimiento. Es de esperar por tanto, que a largo plazo una exposición continua de la piel a agentes oxidantes pueda producir en ésta un envejecimiento prematuro, tal y como se ha demostrado ya para el caso del tejido pulmonar.
Héctor Riveros Rosas es maestro en ciencias biomédicas por la Facultad de Medicina de la UNAM y Adriana Julián Sánchez es bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la misma institución. Ambos desarrollan labores de investigación en el Departamento de Bioquímica de dicha Facultad.