29 de marzo de 2024 29 / 03 / 2024

Ojo de mosca 136

La naturaleza de la realidad

Martín Bonfil Olivera

La ciencia estudia la naturaleza: lo que existe en el universo físico (para distinguirlo, por ejemplo, del mundo de lo imaginario… aunque algunas áreas como las matemáticas o las teorías físicas más abstrusas a veces hagan difícil mantener la distinción entre “real” e “imaginario”).

Otra forma de decir lo mismo es que la ciencia estudia la realidad.

Pero hablar de “realidad” puede ser algo muy complicado. Varias películas relativamente recientes lo muestran de manera magistral. Una de ellas es el clásico de 1999 The Matrix, donde se plantea que el mundo aparentemente real que los personajes habitan no es más que una complejísima simulación de computadora alimentada directamente a los cerebros de humanos mantenidos en animación suspendida por máquinas inteligentes. (La cinta Piso 13, también del 99, plantea algo muy similar, aunque de forma mucho menos afortunada).

En 1997 el filme español Abre los ojos, de Alejandro Amenábar (retomada por Hollywood en 2001 como Vanilla Sky), hacía un planteamiento más inquietante: la realidad en que vive su protagonista puede ser también un sueño inducido por computadora, pero buscado voluntariamente, como una alternativa ideal, un escape, de una realidad insatisfactoria o francamente insoportable.

Pero más de tres siglos antes, en 1635, el escritor español Pedro Calderón de la Barca, en su obra de teatro La vida es sueño, había ya mostrado lo difícil que es, formalmente, distinguir entre sueño y realidad: “¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son.”

Poco después, en 1641, el filósofo francés René Descartes demostró, en sus Meditaciones metafísicas, la imposibilidad de distinguir la realidad de una ilusión que fuera creada por un demonio maligno para engañarnos (de lo único de lo que se puede estar seguro, había ya afirmado en su Discurso del método, en 1637, es de la propia existencia, pero no de la del mundo, como resumió en su famosa frase cogito ergo sum, “pienso, luego existo”).

No hay manera de saber con certeza si existe el mundo real o si vivimos una ilusión. Pero cuando investigamos las regularidades de la naturaleza para comprenderla e intervenir en ella, estamos dando por supuesta su existencia. Para poder hacer ciencia, primero hay que creer que existe la realidad.

Podría parecer preocupante, pero es sólo una muestra de que incluso la ciencia tiene límites que no puede superar. Lo verdaderamente asombroso, no obstante, es ver todo lo que ha logrado a partir de esta única suposición no demostrada.

comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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