13 de octubre de 2024 13 / 10 / 2024

Ojo de mosca 195

Ciencia y felicidad

Martín Bonfil Olivera

En la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, de 1776, cuyo borrador original al parecer fue escrito por Thomas Jefferson, se menciona entre los derechos inalienables de todo ser humano “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Tal visión deriva del pensamiento de la Ilustración Europa, fuente del moderno pensamiento democrático.

Hoy, sin embargo, es frecuente que al pensar en los problemas de nuestras sociedades nos centremos en conceptos como salud, seguridad o pobreza. Casi nunca mencionamos la felicidad (que Jefferson sabiamente reconoció no como meta, sino como búsqueda; como camino).

A nivel personal, la vida moderna impone obligaciones. Como niños, tenemos mucho tiempo libre. Al crecer, primero como estudiantes, y luego en la vida adulta y de trabajo, los compromisos aumentan y el tiempo libre va disminuyendo. Trabajar para vivir independientemente se convierte en prioridad.

¿Por qué trabajar? Idealmente, porque es algo que se disfruta: para satisfacer una vocación y contribuir a la sociedad y al propio desarrollo personal. Pero también porque hay que pagar renta, alimentos, ropa, transporte, médico y tantas otras necesidades y obligaciones.

¿Y esa otra importantísima parte de nuestra vida, el tiempo libre? ¿Para qué sirve, para qué debería servir? Una respuesta sensata es “para disfrutar”. Para hacer lo que nos gusta. Para invertirlo en esa búsqueda de la felicidad que forma parte de los derechos esenciales de toda persona.

Casi nunca damos importancia al tiempo libre y cómo lo usamos. Pero bien pensado, el verdadero objetivo del trabajo y las obligaciones debería ser ganar el derecho a disfrutar del tiempo libre. Una sociedad en la que sus ciudadanos no tengan ese derecho no es una sociedad sana.

¿Y la ciencia? ¿Ha contribuido a la búsqueda de la felicidad humana, a nivel personal o social? Hay quien señala sólo sus efectos nocivos (contaminación, desarrollo de armas de fuego, químicas y nucleares, daño a ecosistemas…) Tienen razón: como herramienta poderosa que es, la ciencia puede causar mucho daño.

Pero innumerables desarrollos científicos han contribuido también, sin duda, a colaborar en la búsqueda de la felicidad humana. Desde antibióticos y tratamientos médicos que salvan miles de vidas y evitan incontable sufrimiento, hasta desarrollos en producción de alimentos, transportes, nuevos materiales y tecnologías de computación y comunicación que hoy nos permiten realizar actividades, conocer cosas y disfrutar experiencias que en siglos anteriores estaban reservadas a sólo unos poquísimos privilegiados.

Si la existencia consiste no sólo en trabajar y cumplir obligaciones, sino en disfrutar una vida satisfactoria, sin duda la ciencia es una de las aliadas más importantes que la humanidad ha tenido en su búsqueda de la felicidad.

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