Ojo de mosca 314
Vivimos en la era de los charlatanes
Martín Bonfil Olivera
Leucozona lucorum. Clase: Insecta. Subclase: Pterygota. Filo: Endopterygota. Orden: Diptera
Siempre han existido, a lo largo de la historia, seres humanos dispuestos a abusar de la confianza de sus congéneres. Y siempre han existido personas de buena fe y suficientemente incautas como para confiar en estos estafadores.
Pero la época en que hoy vivimos cuenta con algo que nunca había existido en la historia humana: la posibilidad de comunicarnos instantáneamente con prácticamente cualquier persona en el mundo, a través de internet, computadoras y teléfonos “inteligentes”, y redes sociales virtuales.
Esto también hace posible que la información que difundimos pueda llegar a cualquier rincón del mundo. Si además nuestro mensaje cumple con las condiciones para ser atractivo y convincente, puede volverse “viral”, es decir, puede llegar a ser compartido masivamente por cada persona que lo reciba, multiplicando tremendamente su alcance. Este fenómeno de “viralidad” es algo que han aprovechado activamente los comerciantes… pero también los charlatanes.
Un charlatán es, simplemente, un embaucador, un embustero, alguien que miente para sacar ventaja de sus semejantes. Normalmente lo hace para ganar dinero, vendiendo algún falso producto o servicio que promete curar milagrosamente enfermedades, predecir el futuro, dar al usuario poder sobre los demás o multiplicar su dinero. Obviamente, jamás se cumple lo que se promete, pero si el charlatán es suficientemente convincente, si tiene la simpatía y facilidad de palabra como para despertar la confianza de quien lo oye, puede convertirlo en su cliente… y en su víctima. Y un charlatán con redes sociales es un charlatán multiplicado por mil.
Últimamente han salido a la luz varios escándalos relacionados con personas que se hacían pasar por médicos, psiquiatras y otros especialistas sin contar con los estudios, la preparación ni los títulos que avalaran sus pretensiones. Incluso hubo quien afirmaba ser “grafóloga” y decía poder analizar la personalidad de sus “pacientes” y hasta eliminar su depresión y obesidad (!) con sólo analizar o modificar su letra (la grafología es una conocida pseudociencia, carente de toda efectividad y fundamento científico).
¿Por qué importa denunciar y combatir a estos estafadores? Precisamente porque al prometer algo que no cumplirán —sobre todo si hablamos de tratamientos o terapias médicas o psicológicas, o sistemas en los que la víctima invierte los ahorros de su vida— pueden dañar gravemente la salud física o mental y la estabilidad financiera de las personas. Un charlatán puede destruir el proyecto de vida, o la existencia misma, de quienes confían en él.
E incluso los charlatanes menores, que promueven supercherías como los horóscopos y otros métodos adivinatorios, estafan a quienes creen en ellos al venderles mentiras y dañan a la sociedad al fomentar la creencia en ideas sin fundamento.
Los charlatanes erosionan la cultura científica y la capacidad de pensamiento crítico de todas las personas que convivimos con ellos. Conforme más éxito tienen estos embaucadores, menos inteligentes nos volvemos como sociedad.