26 de abril de 2024 26 / 04 / 2024

¿Quién es? 113

Ana Barahona Echeverría

Verónica Guerrera Mothelet

Foto: Adrián Bodek

Un puente entre las ciencias y las humanidades

“Estudié la carrera de biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM, y como a la mitad me di cuenta de que la biología no era precisamente lo mío, aunque la carrera incluía cosas que me llamaban la atención. Simplemente, tenía otras habilidades e intereses”, comienza a relatar la doctora Ana Rosa Barahona Echeverría, profesora del Departamento de Biología Evolutiva de la Facultad de Ciencias. Agrega que, como sólo le faltaban dos años, decidió terminar la carrera. En esos dos años escogió materias de filosofía de la ciencia. “Eran materias optativas que daba un investigador del Departamento de Matemáticas. Cursos muy padres, que además reunían a estudiantes de diferentes carreras, lo que nos daba oportunidad de conocer a compañeros de otros departamentos, y que incluían mucha discusión”.

Tomar los cuatro cursos de filosofía de la ciencia le despertó el gusto por lo que se conoce como Estudios Sociales de la Ciencia: la reflexión profunda sobre esta actividad humana y uno de sus frutos, la tecnología. “Ya entonces me sentía muy contenta. Terminé la carrera y luego hice la maestría y el doctorado en filosofía de la ciencia. Tuve la oportunidad de ir a la Universidad de Harvard y de entrar al Departamento de Historia de la Ciencia”. Durante un año asistió a seminarios y tomó clases con personalidades como el paleontólogo y divulgador Stephen Jay Gould, el biólogo evolucionista Richard Lewontin —que actualmente la asesora en un proyecto sobre la globalización de la genética— y el biólogo Edward O. Wilson, fundador de la sociobiología.

“Para mí ese año fue muy importante. No sólo descubrí lo que se hacía fuera de México, sino que me abrió los horizontes en el campo de la filosofía”. Al regresar, terminó el doctorado con una tesis sobre el concepto de gen y sus implicaciones evolutivas: “Cómo fuimos modificando nuestro concepto de los materiales hereditarios, principalmente desde finales del siglo XIX, cuando no se sabía que existían los genes, pero sí cómo se transmitían las características, gracias a los trabajos de Mendel, y luego con el desarrollo de la genética, en pleno siglo XX”.

Para completar el doctorado contó con una beca de la UNAM, que le permitió convertirse más tarde en profesora de tiempo completo. La doctora Barahona es fundadora del Grupo de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología del Departamento de Biología Evolutiva. “Cuando me incorporé al departamento, nadie entendía por qué alguien que hace historia debía estar en un área de biología. Actualmente ya nadie duda de la importancia de este tipo de investigaciones. Ahora el campo se ha solidificado en ésta y otras universidades mexicanas”.

Ana cuenta que a los investigadores de su área les cuesta trabajo ganarse el reconocimiento de los científicos y los humanistas. “Eso puede dejarnos con una sensación de orfandad, pero vale la pena”. Después de 31 años, considera maravilloso haber fundado el grupo y formar en este campo a profesores y estudiantes de diferentes niveles. Pero la doctora Barahona no se ha conformado y además ha publicado artículos en revistas internacionales, como Nature. “Ese artículo, que fue sobre la historia de la genética en México, me gusta mucho, porque lo hice por invitación de la editora en jefe de la revista y porque abre una ventana para que se conozca en el mundo el desarrollo de la ciencia mexicana”.

Ana Barahona colabora en un proyecto con el biólogo evolucionista Francisco Ayala. Llevan publicados varios artículos y dos libros sobre historia de la evolución y de la genética. También colabora en un proyecto titulado Historia cultural de la herencia con Hans-Jörg Rheinberger, director del Instituto Max Planck para la Historia de la Ciencia, en Alemania, y Edna Suárez, del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la UNAM. El año pasado fue electa presidenta de la Sociedad Internacional de Historia, Filosofía y Estudios Sociales de la Biología, convirtiéndose en el primer socio no estadounidense que llega a ese cargo.

La educación también forma parte de las preocupaciones de Ana Barahona. “Una de mis grandes satisfacciones es haber participado en los cambios curriculares de la educación básica de ciencias”, dice. Así, es también coautora de los libros de ciencias naturales de la Secretaría de Educación Pública.

¿Cómo le rinde el tiempo para tantas actividades? Cuando uno disfruta lo que hace, el tiempo rinde, aunque “otro factor importante es la organización”, concluye la doctora Barahona.

Personalmente

¿Qué hay más allá de la ciencia?

El deporte. Mi padre fue un gran deportista. Compitió en los Juegos Olímpicos de Roma. Por él aprendí el gran valor del deporte. Al practicarlo no sólo se ejercitan los músculos y demás aparatos y sistemas del cuerpo humano; también se desarrollan valores como la colaboración, la disciplina, la honestidad, todos igualmente esenciales para la ciencia.

 
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