18 de abril de 2024 18 / 04 / 2024

¿Quién es? 291

Benjamín Ruiz Loyola

Gloria Valek

Foto: Arturo Orta

Tras tomar un curso de detección de armas químico- biológicas en Viena, Austria, en 2003, Benjamín Ruiz Loyola estaba listo para unirse a un grupo de reconocidos inspectores de la Organización de Naciones Unidas (ONU). No sería su única experiencia de ese tipo, pero sí una de las más enriquecedoras.

Químico por la UNAM, con maestría en química orgánica y especialidad en el manejo de materiales peligrosos, Benjamín es docente, gran conferencista y divulgador de la ciencia y autor de muchos artículos y libros, entre los que se encuentran Las drogas y La química en tu vida, ambos de la colección ¿Cómo ves? Con la amabilidad que lo caracteriza nos recibe en su cubículo de la Facultad de Química de esta universidad y charlamos sobre su trayectoria.

A los nueve años de edad sufrió quemaduras con ácido nítrico en la cara y las manos, y quiso entender por qué se le habían formado cicatrices en la piel. Un poco mayor, ese niño curioso e inquieto decidió elaborar su propia pólvora, provocó una pequeña explosión que le encendió la camisa y sufrió importantes quemaduras. “Tuve otros accidentes ya como estudiante de química —explica—, pues me interesaban mucho los cambios de la materia y de la energía; quería averiguar cómo se transforma una sustancia en otra y los riesgos que eso implica. Empecé, casi por inercia, a interesarme en los materiales peligrosos y en la seguridad industrial. Cuando comencé a estudiar en la Preparatoria 5 de la UNAM ya tenía muy claro que quería dedicarme a la química y, aunque en la facultad ingresé primero a ingeniería química, en quinto semestre me cambié a química pura.”

¿Hubo más accidentes?

Como estudiante era muy atrevido; no respetaba las sustancias y tuve algunos contratiempos. Cuando realizaba mi tesis de licenciatura, mientras manipulaba unas sustancias en el laboratorio, me intoxiqué y tuve que permanecer fuera de las instalaciones y alejarme como un mes de las sustancias químicas, ¡incluso del jabón! No me molestó dejar de bañarme por unos días.

¿De qué sustancias se trataba?

En aquel momento no sabía que las sustancias que estaba manipulando en el laboratorio y me habían intoxicado eran similares a algunas utilizadas durante la segunda Guerra Mundial como armas químicas; entonces comencé a interesarme más en ellas y de ahí fue natural pasar a las armas biológicas y luego a las nucleares. Empecé a tomar cursos, asignaturas y diplomados, y a leer sobre esos temas.

¿Cómo fue tu infancia?

En casa fuimos tres hombres y una mujer; mi padre murió cuando yo tenía nueve años y, además de extrañarlo, nuestra vida se complicó al sufrir restricciones económicas. Mis hermanos mayores intentaron estudiar y trabajar, y yo fui el afortunado de la familia al poder terminar una carrera universitaria con el apoyo de todos. No era bueno en los deportes, pero los practicaba con mucho entusiasmo, aunque prefería leer, sobre todo los libros del Tesoro de la Juventud y la colección completa de Emilio Salgari; disfrutaba mucho de esas aventuras, que Salgari escribió sin haber salido de su pueblo… También jugábamos cartas, canicas y era (soy) fanático de los Beatles; me encanta la música y empecé a estudiar inglés para entender y aprenderme sus canciones. Desde la secundaria escribía cuentos y luego los rompía. Desde ahí mi gusto por la divulgación.

Escogiste las ciencias naturales

La biología no me gustaba tanto; la física me llamaba la atención, pero mi gran atracción era la química. Desde entonces recuerdo a estupendos maestros con quienes fui reafirmando el gusto por la química y por combinar otras cosas. Como varios de mis amigos tenían dificultades en ciencias, los ayudaba a prepararse para los exámenes y eso me fue acercando a la docencia. En la carrera lo que más me interesaba era estar en el laboratorio, hacer reacciones, ver por qué pasaban las cosas, y mis accidentes y algunas experiencias un poco temerarias en la Facultad me fueron llevando a trabajar con sustancias peligrosas. Empecé a escribir textos de ciencia para la Gaceta de la Facultad de Química y luego sobre biología; fue interesante obligarme a entender algo que no me encantaba pero debía explicar claramente.

¿Cómo empieza tu experiencia en Irak?

Poco después del curso en Viena me seleccionaron para formar parte del grupo internacional de 300 inspectores de armas de destrucción masiva en Bagdad. Fue un momento crítico políticamente y muy interesante.

No supe bien por qué me seleccionaron, pero creo que consideraron primero mi experiencia profesional y expresamente con las armas químicas, no solo como investigador sino por los cursos que tengo en esas áreas, y también mi experiencia docente y mi gusto por la divulgación de la ciencia.

El encuentro entre la química y la política a través de la investigación, la docencia y la divulgación de la ciencia

¿Qué sucedió en Bagdad?

Los inspectores en Irak, que viajamos como enviados de Naciones Unidas sin pasaportes nacionales ni identificaciones oficiales, debíamos verificar que las declaraciones de Irak fueran ciertas y certificar que sus instalaciones de producción de armas químicas y biológicas, que habían sido desmontadas y convertidas en espacios civiles, ya no pudieran usarse con fines bélicos. También buscamos armas químicas en fábricas y hospitales e interrogamos a científicos. Aunque hay otros expertos en el país, tuve el orgullo de haber sido el único mexicano inspector en armas químicas en Irak. Me tocó hacer toma de muestras, revisar equipos, inspeccionar industrias y escribir informes diarios que se enviaban a Nueva York.

¿Entonces ocurrió la invasión de Estados Unidos?

Sí, y tuvieron que evacuarnos. Yo iba por seis meses, pero nos ordenaron salir inmediatamente de Bagdad porque ya no podían garantizar nuestra seguridad frente a los soldados aliados invasores o ante los soldados iraquíes. Aunque no encontramos evidencias de más armas de destrucción masiva que las ya declaradas por Irak, fue importante porque estábamos siendo parte de la historia del desarrollo científico y sus aplicaciones tecnológicas, y pude comprobar la trascendencia de las ciencias químicas y, desafortunadamente, de la injerencia de la política.

¿Qué efecto tuvieron los resultados de la inspección?

Los primeros inspectores concluimos que al no existir más armas de destrucción masiva no había razón para invadir Irak. Lo mismo concluyeron los demás enviados de la ONU, pero la excusa de Estados Unidos fue “sí, de acuerdo, pero el mundo está mejor sin Saddam Hussein”.

¿Cómo evitar el resurgimiento de las armas químicas?

Se trata más de política e intereses económicos de las grandes potencias que de las ciencias químicas o la protección civil. Desde la academia, solo podemos ayudar investigando y transmitiendo la información en forma veraz, con mecanismos didácticos y, por supuesto, con la divulgación rigurosa de esos contenidos a grandes públicos. Todo está en la educación.

A los 22 años comenzaste a dar clases en la Facultad de Química y sigues ahí.

He dado clases sobre temas de química orgánica desde hace décadas y, como siempre me ha gustado escribir, intento transmitir la ciencia de manera accesible tanto en el salón de clases como en mis actividades de divulgación. Mi pasión por la química es mi forma de vida y se ha conjugado con mi pasión por la escritura.

Participaste en la remodelación de la Sala de Química de Universum, Museo de las Ciencias de la UNAM, y escribes a la menor provocación.

Disfruto mucho ambas cosas y tengo un gran cariño por Universum y por escribir en publicaciones como ¿Cómo ves?, dos grandes proyectos universitarios. Mantener el gusto por la vida se contagia y los jóvenes me motivan a seguir haciéndolo; por eso también divulgo temas de interés y actualidad para ellos, como el de las drogas. Tras el viaje a Irak empecé a escribir artículos sobre armas químicas y a compartir lo que significa para la ciencia mexicana y para mí que me hayan seleccionado; es una veta que sigo explorando.

¿Qué recomiendas a tus alumnos, qué les enseñas?

Trato de orientarlos para que puedan elegir acertadamente su vocación y trabajar con pasión y responsabilidad. También a distinguir la ciencia de la política. Tengo un programa de servicio social en la Facultad de Química que se llama “Ciencia para la paz” con estudiantes de diversas disciplinas.

¿Qué es para ti la ciencia?
La mejor manera de conocer el mundo y transformarlo respetando a las demás especies.

Científico o divulgador admirado
Carl Sagan. Virtud y defecto. La perseverancia y la necedad.

Sueño por realizar
Son muchos; uno es cumplir 50 años de profesor universitario (tengo ya 47) y otro llegar a ser un excelente divulgador de la ciencia.

Platillos preferidos
La vitamina T: tacos, tortas, tostadas, tamales… la comida mexicana tradicional con sopes, quesadillas, fritangas, barbacoa y carnitas.

Amores
Mi familia: mi esposa (acabamos de cumplir 40 años de casados), mi hijo y los hermanos que me quedan; la música, la lectura y la escritura.

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