18 de mayo de 2024 18 / 05 / 2024

¿Quién es? 299

María Isabel Martínez Ramírez

Gloria Valek

Foto: Arturo Orta

Antropóloga universitaria preocupada por la construcción de diálogos de conocimiento con los pueblos originarios de México y Latinoamérica

Doctora en Antropología por la unam, desde hace años María Isabel centra sus intereses y trabajo de investigación en la historia de los pueblos indígenas y su participación en el México moderno. Es una comprometida docente universitaria, con reconocimientos como el Fray Bernardino de Sahagún del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) por sus tesis de maestría y doctorado en etnología y antropología social, respectivamente. Además desde hace varios años es tutora en los posgrados de Estudios Mesoamericanos, Latinoamericanos, Historia del Arte, de la licenciatura del Centro de Estudios Antropológicos de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

¿De dónde eres?¿Dónde creciste?

Soy mexicana y, como muchos, provengo de una familia de migrantes, pero no de otro país, sino de los estados de Guanajuato y Michoacán. Crecí en Cuernavaca, Morelos; me crié en el campo y desde chiquita deseaba ser escritora, pero sobre todo me ilusionaba entrar a la unam. Logré inscribirme en la carrera de periodismo en la fcpys, pero a los pocos meses estalló una huelga y tuve que buscar otras opciones. Para mi fortuna acababan de crear la Facultad de Humanidades en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y entré como oyente; después de dos años de trámites, me revalidaron mis estudios y pude seguir con la licenciatura y luego los posgrados en la unam, donde ahora ya soy académica. ¿Qué te hizo dedicarte a la antropología? ¿Cuál crees que es el perfil de un antropólogo? Hay quienes piensan que estudiando antropología o humanidades te haces mejor persona, pero lo que sucede es que adquieres herramientas para reconocer los límites de tu mundo, y desde ahí conectarte y entablar diálogos… Por eso se trata de búsquedas internas; en general, quien estudia antropología tiene curiosidad y muchas dudas pero nuestro rasgo principal es la pasión. Muy joven conocí a Carlo Bonfiglioli, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la unam, que trabajaba con tarahumaras y me contagió la entrega por su trabajo. Aunque aún no tenía las herramientas, supe que a eso quería dedicarme, pues deseaba experimentar esa pasión, ese entusiasmo. Hay otra herramienta que ahora aplico y que se llama reflexividad, que nos obliga a entender quiénes somos en relación con nuestro entorno porque hay muchas cosas que damos por sentadas, por ejemplo lo relacionado con el género. Cuando estudias antropología tu mundo crece; te das cuenta de que de alguna manera estás formateado desde el nacionalismo, el racismo, el patriarcado y, si no estás consciente de eso, terminas estigmatizando a la gente, folclorizándola y siendo racista.

Así que, si dudas de la realidad y buscas cómo conectarte con otros universos para afrontar problemas, si estás abierto a las distintas facetas de la diversidad y tienes sensibilidad a tu contexto y al de otros, estudia antropología, historia, humanidades. Por eso el perfil ideal de un grupo, viéndolo en colectivo, debería ser un conjunto de personas de distintas formaciones, lugares y orígenes.

¿Cuál ha sido tu experiencia docente en la FCPyS?

Interesante: trabajé con la primera generación de su Centro de Estudios Antropológicos con estudiantes de escuelas públicas y privadas, del campo, la periferia y la ciudad, y mientras en mi clase de Identidad y Cultura hablábamos del mestizaje como un fenómeno social y cultural, los alumnos empezaron a compartir sus experiencias con padres y abuelos hablantes de lenguas indígenas y sobre cómo el racismo, el exterminio lingüístico, afectó a sus familias. Fue interesante porque quienes vivieron eso tenían un color de piel más oscuro, habían sufrido discriminación y entendían rápidamente teorías que llevamos décadas discutiendo. Lo interesante ocurre cuando pensamos cosas distintas o tenemos otros acercamientos a la realidad.

¿Por qué es importante dedicarse al estudio de la antropología, la historia, las humanidades?

Hay muchas razones, pero por lo pronto te respondería de dos maneras. La primera se refiere a la importancia de participar en el debate de lo que conocemos como Antropoceno, la era geológica definida por la masiva intervención humana que, entre otras cosas, se centra en el cambio climático. Desde la antropología una respuesta muy sencilla es que la mayoría de las áreas geográficas con diversidad ecológica están habitadas por poblaciones originales. Así, nuestra disciplina busca aprender de las formas originarias de vida, pues la actual es sólo una entre miles y no es la mejor. La otra manera se refiere a mi particular interés por la historia indígena contemporánea, porque la historia indígena o amerindia, como me gusta llamarla, está vinculada con la posesión del territorio. La realidad es que con ellos se ha cometido algo que se denomina historicidio: cuando se borra la memoria, mitos y leyendas de otras personas sólo porque son distintos. Pero, en el fondo, al borrar su historia, su identidad, se trata de una disputa política por el pasado y la posesión de territorios… Y se vuelve al tema del ambiente, que en los pueblos originarios se basa en establecer relaciones de cuidado mutuo con los árboles y otras plantas, con los animales, para, como dicen muchos de ellos, defender la vida.

¿Defender la forma de conservar de los pueblos originarios para salvar el futuro de todos?

Más que defender su conservación, intentamos vincularnos con ellos para que esos pueblos no desaparezcan y tampoco nosotros, porque estoy segura de que si alguien va a sobrevivir serán los pueblos originarios. Ellos ya vivieron su fin del mundo: ya fueron arrasados, sufrieron genocidios. Creo que desde las ciencias sociales, con nuestras herramientas metodológicas, tenemos la oportunidad de aprender de otras formas de vida y de ver si, con la nuestra tan ostentosa, tan consumidora, podemos tomar algo de su experiencia y dejar de degradar la naturaleza.

Participaste en la coordinación del libro Cosmopolítica y cosmohistoria: Una anti-síntesis, como otra manera de mirar y de acercarse a los hechos, ¿por qué se habla de una antí-síntesis?

Proponemos una antisíntesis porque no intentamos ofrecer un resumen del concepto, sino valorar y experimentar un pensamiento abierto que evite descalificar las prácticas e ideas originarias. Al analizar las divergencias y disputas de las sociedades precolombinas, así como de los pueblos afroamericanos y amerindios, damos cuenta de la multiplicidad en todos los ámbitos.

¿Qué otros proyectos tienes en puerta?

Dos libros que publicará la unam; uno sobre laboratorios de historia indígena y otro, un volumen colectivo sobre el genocidio en el continente americano, que tristemente sigue ocurriendo.

Has trabajado con varios pueblos originarios, pero te has centrado más en los tarahumaras del norte de México.

Sí, me he dedicado más al norte; después de hacerlo con los tarahumaras me concentré en los seris de Sonora y luego, durante la pandemia, en otros pueblos también distintos a los del sur y centro del país. Sus diferencias se deben a muchas razones, pero sobre todo a que durante el siglo xix sufrieron prácticas genocidas. Me interesa estudiar la diversidad y cómo muchos de ellos no logran encajar en los conceptos agrarios o campesinos preestablecidos para impulsar, por ejemplo, políticas ejidales, pues, al ser un poco nómadas, no se ajustan a los parámetros, y las políticas de Estado no logran definirlos, ubicarlos. Por ejemplo, tienen necesidades distintas ante los gasoductos que cruzan la sierra tarahumara.

¿Tomarás un año sabático pronto?

Sí, en unos meses iré a Brasil, pues en Río de Janeiro también hice parte de mi formación académica. Ahora trabajaré en la Universidad Federal del Sur Bahía sobre la pluralidad epistemológica; es decir, las singulares de crear y de transmitir el conocimiento de los pueblos originarios y afrodescendientes, que conforman quizá el 90 % de su estudiantado. Algunas universidades públicas brasileñas integran a especialistas de saberes, cineastas, chamanes, parteras y otros en diversas ramas del conocimiento; los sensibilizan para entender el valor del conocimiento de la población originaria, y yo quisiera traer esa discusión a la unam.

¿Tu sueño intelectual?

Encontrar otras formas de transmitir el conocimiento. Me contagié de covid en marzo de 2020 y me dejó fuertes secuelas y problemas cognitivos que me impidieron escribir y trabajar por un tiempo. Tomé talleres en línea para retomar la escritura creativa y eso me ayudó a no abandonar mi carrera; lo viví como rehabilitación y escribí una novela corta que espero pronto poder compartir.

En corto

País por visitar
Paraguay, porque es un estado nación creado a costa de una historia de exterminio de sus nativos y conserva el guaraní como lengua oficial.

Pueblo latinoamericano con más cercanía
Quizás los tarahumaras; yo era una niña cuando llegué a ellos y me enseñaron, entre muchas cosas, el valor del silencio y las palabras.

Virtudes y defectos
Algo que llamo ritmo y constancia con equilibrio. Hay muchas cosas que me enojan, entre ellas las injusticias.

Pasatiempos
Leer literatura, pintar acuarelas, el cine, el teatro, la ópera, la música en vivo, bailar y nadar.

Amores
Mis padres, mis sobrinos, amigos y colegas. No tengo mascotas pero sí pasión por las plantas y los libros.

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