18 de febrero de 2025 18 / 02 / 2025

¿Quién es? 315

Brenda Anabel López Ruiz

Gloria Valek

Foto: revista ¿Cómo ves?

Bióloga, naturalista y metalera universitaria, interesada en la biología del desarrollo de las plantas y su relación con el cambio climático.

  1. Profesora e investigadora posdoctoral en el Jardín Botánico de la unam. Recientemente reconocida con la Beca L’Oréal en Ciencias Naturales para científicas emprendedoras por un proyecto sobre la evolución de genes en la resistencia a climas extremos en cactáceas.
  2. Creció en un pueblito del Estado de México. Su interés por la ciencia nació de los libros, sobre todo de ciencias naturales.
  3. Estudió el bachillerato en el cch-Naucalpan, donde tuvo acceso a laboratorios muy bien equipados. Estudió la licenciatura en biología y el doctorado en ciencias también en la unam.
  4. Le gustan muchas cosas: los animales, las bacterias, los virus, los insectos y los hongos, pero está enamorada de las plantas, sobre todo las cactáceas.
  5. Es un poco dark; le atraen el metal, la crítica y el cuestionamiento social, y bandas musicales como Trágico ballet, Tulkas y Cemican; disfruta la poesía, y desde los 14 años es vegetariana y ahora vegana.
  6. Su sueño es usar las plantas como biorreactores para producir los nutrientes que necesitamos. Con la Beca L’Oréal podrá entender a nivel molecular y genético cómo logran las cactáceas sobrevivir en ambientes con poca agua y altas temperaturas, lo que en un futuro podría ayudar a tolerar el cambio climático.
  7. A las niñas que desean dedicarse a la ciencia las invita a leer, informarse con sus familiares y profesores sobre las distintas carreras, alejarse de los estereotipos, ser resilientes y trabajar para lograr sus sueños.
  8. Es buena para ser paciente y resistente a la frustración; es mala para retener cosas de memoria (si quiere recordar algo tiene que escribirlo). Le fascinan el senderismo, las cucarachas y las arañas, pero le disgustan las babosas porque están aguaditas.
  9. Admira a la doctora Helia Bravo, quien trabajó en la ciencia hasta el último día de su vida. Quisiera conocer Perú, por sus montañas y zonas arqueológicas, y volver a Japón, por su disciplina y belleza. Ama a los perros y los gatos.

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Bióloga, naturalista y metalera universitaria, interesada en la biología del desarrollo de las plantas y su relación con el cambio climático.

Brenda es profesora e investigadora posdoctoral en el Jardín Botánico de la unam y fue recientemente reconocida con la Beca L’Oréal en Ciencias Naturales para científicas emprendedoras por un proyecto sobre la evolución de genes en la resistencia a climas extremos en cactáceas. Nos recibe amablemente en su área de trabajo, un lugar único y fascinante dedicado a la conservación, investigación y divulgación de la diversidad de las especies vegetales.

Eres bióloga y doctora en ciencias, ¿cómo empezó tu interés por la ciencia?

Crecí en un pueblito del estado de México rodeado de naturaleza, en una familia extensa, y fui la primera en acceder a un posgrado; no tuve el ejemplo de ningún familiar ni mucho menos de una mujer que hubiera estudiado hasta ese nivel. Mi interés nació de los libros, sobre todo de ciencias naturales; me gustaba la información que contenían y me intrigaba saber de dónde venían los datos y quiénes y por qué los transmitían. Eso me provocaba gran curiosidad.

Desde el bachillerato estudiaste en la UNAM, ¿ha influido en lo que eres hoy?

Por supuesto. Recuerdo cuando entré al bachillerato, al colegio de Ciencias y Humanidades (cch) Naucalpan: tuve acceso por primera vez a grandes laboratorios y empecé a tener contacto con proyectos de investigación en química, biología y física, así como a descubrir cómo se hace la ciencia… Recuerdo a un profesor que me invitó a participar en un proyecto para la Feria de las Ciencias sobre la mosca de la fruta; ese fue mi primer gran acercamiento.

Y te fuiste interesando en la investigación, en la biología…

El problema es que me gustan muchas cosas… me gustan las plantas, los animales, y empecé a trabajar con bacterias y virus, pero también con insectos y hongos. Después, en la licenciatura en biología (en la fes- Iztacala) empecé a investigar la relación de ciertas bacterias con enfermedades en animales y abordé ese tema en mi tesis de licenciatura.

Como adolescente interesada en la ciencia, ¿qué te gustaba hacer?

Siempre me ha gustado la música: soy un poco dark; me gusta el metal, no tanto las canciones de amor, sino la crítica, la anarquía y el cuestionamiento social. Disfruto también la poesía y a bandas mexicanas como Trágico ballet, Tulkas y Cemican, aunque mis grupos preferidos son alemanes. Toco un poco la flauta irlandesa… Y me gusta todo lo relacionado con las plantas. Desde los 14 años soy vegetariana, ahora vegana. Mi sueño es usar a las plantas como biorreactores, aprender a producir los nutrientes que necesitamos.

Eras una adolescente crítica, muy consciente, te preocupaba el cambio climático y en eso trabajas ahora en el Jardín Botánico…

Sí, me considero una persona empática, sensible, a quien le afecta cuando las personas y los animales sufren. Estoy convencida de que ante el cambio climático necesitamos más dietas basadas en plantas. El proyecto que propuse para la Beca L’Oréal tiene que ver con mi fascinación por ellas, sobre todo por las mexicanas, como las cactáceas: cuando entré al posdoctorado quería saber no sólo sobre su taxonomía y botánica, sino entenderlas a nivel molecular y genético porque tienen características muy interesantes. Cuando analizaba genes que tienen que ver con células troncales, me interesó estudiar su desarrollo, para entender su forma y función, qué las ayuda a adaptarse, pues sus tallos son enormes y el nicho de células troncales es de los más grandes que existen en plantas. Y como todos los proyectos de la beca L’Oréal están asociados con ciencia aplicada, decidí enfocarme en sus adaptaciones para sobrevivir en ambientes con baja disponibilidad de agua y altas temperaturas, lo que en un futuro podría ayudar a contender el cambio climático.

Resultan fascinantes tu forma de plantear problemas urgentes y cómo resolverlos… ¿Qué tanto te influyó estudiar en un cch?

Bueno, en los cch hay más libertad, más tiempo libre, más crítica. Hay muchos talleres y un sistema de laboratorios para el desarrollo en los que aprendí muchísimo. También recuerdo las clases de historia de una excelente profesora, que nos narraba los hechos de forma muy amena, sobre todo de la historia de México. Yo quería ser científica y finalmente me decidí por la biología y, aunque quería estudiar en Ciudad Universitaria, opté por la fes-Iztacala, que me quedaba más cerca de mi casa…

¿Y cumplió tus expectativas?

Las superó, pues ahí desde el primer semestre de la licenciatura te forman para que seas investigador. Recuerdo que en cuarto semestre trabajamos con cucarachas y fue una gran experiencia… Aunque no era fan de las cucarachas, me terminé encariñando con ellas.

Me disgustan las cucarachas y en general los bichos, pero supongo que tú como bióloga tienes otros amores ocultos…

Bueno, me gustan muchísimo las arañas… Justo trabajé con ellas, pero era triste, porque en las prácticas de campo las metíamos en alcohol para después observar sus caracteres taxonómicos como, por ejemplo, sus uñitas (porque tienen uñas). Vistas bajo el microscopio, las arañas son preciosas.

¿Te desagrada algún animal?

Las babosas no me agradan por su textura, pues están aguaditas… aunque creo que el único animal que a veces me disgusta es el hombre… no tanto el ser humano, sino el hombre [sonríe].

¿Has tenido problemas de equidad de género en tu desarrollo académico y profesional? ¿Qué ha guiado tu trabajo?

Siempre he trabajado sin problema con investigadores hombres, pero recuerdo en la licenciatura que a algunas chicas no las dejaban ir a ciertas prácticas de campo porque “distraían a los chicos”… y eso lo pensaban también algunas profesoras. He sentido incomodidad con los hombres en el transporte público y en la calle, nunca en el trabajo, en ninguno de los distintos ámbitos en los que he estado.

Después de titularme, entré a la maestría en biotecnología en el cinvestav porque me fascinó su plan de estudios. Ahí tuve que trabajar mucho en ciencia aplicada y me guio hacer uso de la paciencia, la terquedad y la resiliencia, así como ejercer la buena aceptación a la frustración. En aquel lugar también trabajé sin ningún problema con varios investigadores hombres.

Y decides estudiar el doctorado y luego un posdoc en el Jardín Botánico…

Sí, nunca es suficiente. El doctorado me dio más herramientas y, aunque no tengo una plaza académica de tiempo completo, ahora mi corazón pertenece al Jardín Botánico. Quiero seguir dando clases y en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (snii), aunque sería sensacional hacerlo como académica de tiempo completo.

En el Jardín Botánico soy feliz y tenemos un montón de proyectos pendientes… Ahí entré para hacer una estancia posdoctoral con el doctor Ulises Rosas, investigador pionero en el estudio de la biología del desarrollo de las cactáceas. Trabajar en el Jardín Botánico ha sido maravilloso, pues tan sólo al caminar por sus senderos para observar a las cactáceas y sus raras formas de crecer he empezado a entender sus hábitos de vida y malformaciones, a veces monstruosas. En ese espacio volví a sentirme bióloga y naturalista. Por eso mi corazón pertenece al Jardín Botánico: la sensación de recorrerlo, observar y entender a sus plantas me llena el alma.

¿Qué te dicen las plantas?

Muchísima resiliencia: ellas no se pueden mover y todo lo que hacen es sobrevivir ahí donde están plantadas, percibir y enviar moléculas de señalización para alertar a otras plantas sobre el peligro, y regenerarse. Me parece fascinante su enorme capacidad para resistir ante tantos factores ambientales. Me gustaría entender cómo están adaptándose al ambiente y resisten la radiación solar, así como la forma en la que distribuyen y almacenan el agua.

¿En el Jardín Botánico tienes oficina, laboratorios…? ¿Dónde trabajas?

Aquí hay oficinas y laboratorios, pero también en el Pabellón de la Biodiversidad, cerca de Universum. Mi posdoctorado implica observar, analizar, escribir y hacer experimentos, y tenemos los laboratorios de biología molecular para hacerlo.

¿Qué significó para ti el reconocimiento L’Oréal?

Mucha alegría, fue muy emocionante… me puse a saltar… Me inscribí pensando que era mi última oportunidad, pues terminé el doctorado hace ya cinco años y ese era el límite. Además de la enorme satisfacción que implica el reconocimiento, ¡me otorgan una beca para seguir trabajando en mi proyecto con cactáceas!

¿Por qué son tan importantes las cactáceas?

Porque son únicas en el continente americano y México es el país con mayor diversidad con cerca de 670 especies, de las cuales más de 70 % son endémicas. Es importante entender cómo las afecta el cambio climático, y cómo sus innovaciones evolutivas las ayudan a mantener agua en su cuerpo y resistir altas temperaturas. Estamos investigando los genes que participan en esas características adaptativas y eso podría aplicarse a otras plantas. ¡Podríamos encontrar en las cactáceas un modelo excepcional para contender el cambio climático!

¿Esto tiene que ver con la biología del desarrollo de plantas?

Definitivamente. La evolución ha creado diversos programas de desarrollo que se observan en la increíble diversidad de cactáceas que existen. Hay cactus con formas globosas, columnares o de barril. Estas formas de los cactus se relacionan con sus adaptaciones a climas calurosos y áridos. El desarrollo de tallos suculentos y gigantes les permiten almacenar agua y usarla en tiempos de sequía prolongada. Esto lo podemos observar claramente con los nopales: la baba que tienen se llama mucilago y es una forma de almacén de agua. O también con el cactus Echinocactus grusonii, llamado “asiento de suegra”, que acumula agua y parece un barril enorme. Los cactus presentan un tipo de fotosíntesis muy inteligente que hace que durante la noche absorban el dióxido de carbono para producir su alimento y así evitar la pérdida de agua, ya que en la noche la temperatura disminuye. ¡Podemos aprender tanto de las cactáceas!

¿Cómo transmitirías esta fascinación a las niñas que desean dedicarse a la ciencia?

Las invitaría a leer, a informarse con sus familiares y profesores sobre las distintas carreras que existen, y las motivaría para que se alejen de los estereotipos, que sean resilientes y trabajen por realizar sus sueños. Al no provenir de una familia académica, no tuve un modelo cercano a seguir, pero sí libros que me orientaron a trabajar para lograr mis metas…

En corto

  • ¿Qué sigue? Continuar con mis proyectos y con mis clases en la Facultad de Ciencias de la unam, así como seguir escalando cerros y volcanes.
  • Buena para ser paciente y resistente a la frustración.
  • Mala para retener cosas de memoria; aquello que quiero recordar debo escribirlo.
  • Mascotas. Los perros y los gatos; llegué a tener diez de los primeros y tres de los segundos.
  • Países. Por conocer, Perú, por sus montañas y zonas arqueológicas; por reconocer, Japón, por su disciplina y belleza.
  • Científica admirada. La doctora Helia Bravo, quien trabajó y disfrutó de la ciencia hasta el último día de su vida.
  • Divulgación. He participado en programas de investigación y divulgación, y en clubes de ciencia en y fuera de la unam. También he publicado en las revistas Conversus y Contactos.
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