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Eso que llamamos tiempo

Héctor Carrillo

El reloj marca las 8:23. La cafetera comienza a borbotear. Me levanto y me sirvo una taza. Mientras bebo un sorbo pienso que durante las últimas semanas he bebido menos café porque he salido mucho en bicicleta. El café se ha enfriado un poco. Me pregunto cuánto tiempo habré estado frente a la cafetera. Vuelvo a la computadora y me tranquilizo porque apenas son las 8:30. No sé cómo esos siete minutos me parecieron tan lentos, si en ese lapso habría recorrido casi dos kilómetros en bicicleta.

El concepto del tiempo siempre ha sido difícil de defi nir. La ciencia moderna lo considera una característica medible del Universo que transcurre al mismo ritmo y cuya existencia no depende de nosotros. Me pregunto cómo lo que estoy haciendo ahora deja de ser parte del futuro para convertirse en un hecho del pasado. El filósofo francés Henri Bergson criticó que los científi cos de fi nales del siglo XIX concibieran el tiempo como una sucesión de momentos idénticos y ordenados a semejanza de uno de los ejes del plano cartesiano. Bergson consideraba el tiempo como la sucesión de nuestras refl exiones acerca de lo que vivimos cuando dejamos de preocuparnos por distinguir el momento presente y lo que ha pasado, o en palabras suyas: “cuando recordamos, fundidas, por así decir, en una sola, las notas de una melodía”.

Ya son las 10:19. Aun cuando sé que llegaré tarde a todos lados, recuerdo que las ideas de Bergson provocaron un intenso debate con Einstein y el tiempo de su teoría de la relatividad. También recuerdo que cada disciplina que usa este concepto opina diferente. En una novela, por ejemplo, se pueden narrar acontecimientos posteriores para reconstruir los anteriores. Me pregunto qué será para los demás eso que llamamos tiempo.