29 de abril de 2024 29 / 04 / 2024

Ojo de mosca 130

Drogas

Martín Bonfil Olivera

Algunas, como la mariguana (Cannabis), el peyote o el opio (y su componente activo, la morfina), son conocidas desde hace cientos o quizá miles de años, y su uso forma parte de prácticas rituales, religiosas o terapéuticas. Otras, como la heroína, el éxtasis o el LSD, han sido diseñadas en laboratorios químicos, y su uso, muchas veces inicialmente médico, derivó, cuando se conocieron sus efectos, en que se convirtieran en drogas “recreativas”.

Los nombres que reciben son variados, y confusos: narcóticos, alucinógenos, estupefacientes, estimulantes, alcaloides… en realidad, cada una de estas palabras se refiere a alguna categoría de droga.

Algunas son, efectivamente, estimulantes (cocaína, éxtasis, anfetaminas): producen un aumento en ciertas funciones del sistema nervioso central, lo que produce una sensación de conciencia exaltada, percepciones más intensas y mayor energía. Otras son, al contrario, depresoras, pues abaten al sistema nervioso y ocasionan relajación, sueño y menor sensibilidad. Heroína, morfina, mariguana y barbitúricos entran en esta categoría. Finalmente, están los alucinógenos propiamente dichos, que alteran la percepción y pueden producir alucinaciones (visuales o en otros sentidos) y estados alterados de la conciencia. El LSD (dietilamida del ácido lisérgico), el éxtasis y otras “drogas de diseño” son los ejemplos más comunes, pero ciertos hongos y el peyote también tienen estos efectos.

Por supuesto, estas categorías no son tajantes, y algunas drogas podrían clasificarse en varias simultáneamente. Pero todas cumplen con tres características que permiten considerarlas drogas: alteran el funcionamiento psíquico de quien las consume, generan hábito debido a las sensaciones placenteras que provocan, y al interrumpir su consumo regular generan fuertes malestares físicos y psíquicos conocidos como “síndrome de abstinencia”.

Algunas drogas son clasificadas como “blandas”, debido a su relativamente baja capacidad de causar adicción y a que, se dice, presentan poco riesgo para la salud. Otras, las “duras”, son altamente adictivas y más peligrosas. En realidad, todas las drogas tienen efectos secundarios que hacen que su consumo frecuente sea riesgoso, además de que, al alterar la percepción y la conciencia, pueden ocasionar conductas socialmente inadecuadas o hasta criminales.

Por ello, muchas están prohibidas en varios países (que, sin embargo, toleran el consumo legal de depresivos como el alcohol y de estimulantes como la nicotina o la cafeína).

El debate sobre las drogas es complejo y probablemente interminable. Lo que no puede negarse es que quien las utiliza está disminuyendo, por decisión propia y en mayor o menor grado, su racionalidad, quizá el rasgo qué más nos caracteriza como humanos. Tal vez el consumo de drogas sea, en el fondo, una conducta profundamente irresponsable.

comentarios: mbonfil@servidor.unam.mx

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