28 de marzo de 2024 28 / 03 / 2024

Ojo de mosca 238

La lucha por no engañarnos

Martín Bonfil Olivera

El gran físico y premio Nobel Richard Feynman dijo alguna vez que “El primer principio [de la ciencia] es no engañarte a ti mismo… y tú eres la persona más fácil de engañar”.

En efecto: por más que los humanos nos sintamos orgullosos de nuestra naturaleza racional, lo cierto es que nuestro cerebro, debido a la forma como evolucionó por selección natural para favorecer nuestra supervivencia, es susceptible de engañarse a sí mismo con mucha facilidad.

Así como otras especies cuentan con distintas herramientas para sobrevivir, como la fuerza o la resistencia, la especie humana se ha distinguido por su capacidad de comprender el mundo que habita, y por predecirlo y manipularlo de forma cada vez más amplia y precisa.

El mundo moderno es producto, en gran parte, de la ciencia y de la tecnología que aquella hace posible. A su vez, esa ciencia es un refinamiento de la capacidad racional de entender el mundo que desarrolló nuestra especie.

Pero, en su afán por entender, explicar y predecir nuestro entorno natural, nuestro cerebro suele con frecuencia cometer errores. Su primer impulso, ante algún fenómeno, es generar alguna explicación del mismo. Y muchas veces la primera explicación disponible basta para saciar su necesidad de entender. Así, antiguamente explicábamos los rayos pensando que eran arrojados por dioses, o las enfermedades como hechizos lanzados por brujos. Y nos bastaba con eso.

Con el tiempo, hemos ido desarrollando más y mejores herramientas mentales para buscar explicaciones que no sólo nos sirvan para entender de cualquier manera el mundo, sino que sean confiables: resistan ser sometidas a prueba al compararlas con otras explicaciones, para quedarnos con la mejor. Con la que no sólo explique más casos, sino que permita predecir casos futuros.

¿Cómo lo hacemos? Recurriendo al pensamiento crítico: la combinación de observaciones rigurosas, pensamiento lógico y, sobre todo, el uso de la evidencia. El hábito de comparar nuestras explicaciones —nuestras hipótesis— con la evidencia disponible, y desecharlas si no concuerdan con ésta, constituye la base del pensamiento crítico. Y éste, a su vez, es la raíz de la ciencia… además de una herramienta indispensable en toda sociedad democrática.

En cierto modo, y siguiendo a Feynman, podríamos decir que el desarrollo de la ciencia ha sido la historia de nuestra larga lucha por dejar de engañarnos nosotros mismos, y tratar de entender cómo es realmente el universo que nos rodea, a través del pensamiento crítico.

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